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A Boca no le sobra paño para ponerse de pie y, al mismo tiempo, atender sus urgencias: 1-1 con San Lorenzo
Con la igualdad en el Nuevo Gasómetro continúa en situación comprometida para conseguir la clasificación a la Copa Libertadores
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Si Boca pensaba en un principio de reacción y recuperación, las difirió para otro momento. Todavía la herida de la Copa Libertadores está muy fresca y abierta como para mostrarse entero, despejado, con el ánimo reparado. No se sabe el tiempo que le llevará ese proceso, pero lo cierto es que su paso por el Nuevo Gasómetro no fue el kilómetro 0 de una nueva etapa. Tan entendible como preocupante. Todavía se lo ve empantanado, en tránsito por un camino pedregoso.
El tema es que ni la camiseta ni las urgencias por clasificarse a la próxima Copa Libertadores le conceden mucho tiempo para las cavilaciones sin una respuesta convincente inmediata. Pasó por el Nuevo Gasómetro, un escenario siempre complicado para sus intereses, y terminó prendido por alfileres, apretado, sin poder sostener un 1-0 y salvado en el final por un off-side milimétrico de VAR de Girottti, en un movimiento que terminaba con un golazo de Barrios que hizo explotar al Nuevo Gasómetro, a los minutos enfurecido por el veredicto de la tecnología.
“En el vestuario, nuestro analista de video nos mostró que en el momento que sale el pase de Batalla, Girotti está perfectamente habilitado. Se equivocaron, pero bueno, puede pasar”, se quejó Rubén Darío Insua, a su manera, sin levantar el tono, pero sentando postura. Seguramente frustrado porque a San Lorenzo se le escurría el triunfo que no consigue desde la primera fecha de la Copa de la Liga (acumula nueve empates y dos derrotas).
Lo más destacado de San Lorenzo 1 - Boca 1
De existir un medidor de confianza, en los dos equipos habría dado valores negativos. No había lazos, pero empezaron muy atados. El más dispuesto a deshacerse de ese nudo emocional y anímico era Valentín Barco. Uno de los pocos que no dejaba de desmarcarse ni de pedir la pelota para construir. Lo hacía con la constancia y la asiduidad que no tuvo en el Maracaná. Tan cierto como injusto cargarle a un juvenil la mayor carga de una responsabilidad –la final de la Copa Libertadores- que debió estar más distribuida entre jugadores que pasaron de puntas de pie por Río de Janeiro.
Mariano Herrón, otra vez convocado por Riquelme para cubrir el lugar de un entrenador que se va sin cumplir el contrato, mantuvo a nueve de los once titulares de la final del sábado. Afuera quedaron Fabra, seguramente más dolorido por su irresponsable expulsión que por una supuesta lesión, y Equi Fernández, con un impedimento físico.
Boca debió hacerse cargo de la clase de partido al que no está acostumbrado de visitante: llevar la iniciativa, posicionarse en campo rival con varios hombres. Es lo que le propuso San Lorenzo, con un 5-4-1 replegado en campo propio. El Ciclón no modifica el instinto de preservación defensivo aunque acumule 10 partidos sin ganar en la Copa de la Liga y se estanque en las últimas posiciones. Sigue pensando que atacando de manera aislada y con algún llanero solitario va acertar la lotería de un triunfo.
Con Campuzano en el eje central, Pol Fernández estuvo más liberado, pero no pesó en la elaboración del juego del primer tiempo. Casi todo pasaba por Barco, más las proyecciones de Advíncula, que como en el Maracaná volvió a enganchar y probar de zurda de media distancia. Un remate del peruano se fue cerca del arco.
Cavani parecía bajo el síndrome final de la Libertadores en la mayoría de las pelotas que tocaba: las jugaba todas para atrás, sin ojos hacia el arco de enfrente, como si no quisiera tomar riesgos. San Lorenzo achicaba cerca de su área, con Carlos Sánchez dirigiendo la presión desde el centro de la defensa. Barco era el único con mirada panorámica y criterio para abrir el juego hacia alguna proyección de Saracchi.
Batalla le tapó un mano a mano a Cavani, bien asistido por Merentiel, en una acción que de haber terminado en gol el VAR quizá lo hubiera invalidado por off-side. Salvo en un disparo de media distancia de Barrios en el que Romero se complicó solo, San Lorenzo era un páramo ofensivo. Figal, con un cabezazo forzado que se desvió en Hernández y dio en un palo, estuvo cerca del 1-0.
La hinchada de San Lorenzo se empezó a impacientar con la pasividad del equipo. Le exigía más movilidad, un gramo de osadía y ambición. Insua se decidió a mover el tablero para el segundo tiempo. Campi, sin ninguna incidencia como carrilero por la izquierda, pasó al centro de la defensa e ingresó Braida –no fue titular porque estuvo descompuesto en la noche anterior- por ese sector. Más compañía para Bareiro, ahora con Girotti en el doble N° 9.
San Lorenzo se empezaba a estirar más, el segundo tiempo arrancó con otro ritmo, más de ida y vuelta, con menos prevenciones y cautelas. El “Perrito” Barrios fue derribado por Pol Fernández en un avance, pero Echavarría, con buen criterio, dio ley de ventaja, la jugada siguió con una pérdida de San Lorenzo que Barco condujo con maestría para habilitar a Merentiel, que cruzó una precisa definición. Alivio para Boca, al que le cuesta aprovechar hasta los momentos positivos.
El clásico adquirió una dinámica alocada. Insua sumó los hombres de ataque que normalmente se reserva (entró Blandi, que viene jugando muy poco, para armar un triple 9). Herrón sacó a Barco y Advíncula, por lejos los dos mejores del equipo, cuyos reemplazos solo se justifican si estaban fundidos. Boca se terminó de desfigurar. San Lorenzo llegó al empate que buscaba con desesperación con un cabezazo de Bareiro –hizo siete de los ocho goles del Ciclón en la Copa de la Liga-, en una mala salida de Romero y con un Valentini desubicado.
Quedaron 20 minutos frenéticos, en un estadio que era un hervidero creciente, y una caldera que creció con ese gol anulado a Barrios por la vía tecnológica. San Lorenzo inflaba el pecho y Boca terminó como un equipo emparchado, envuelto en sus fantasmas. No le sobra paño para atender sus urgencias.
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