LA PLATA.– Patrick Crerand los recibe. "Cómo se va a enojar Bobby cuando se entere que estuvieron ustedes, le hubiese encantado compartir este momento", dice dirigiéndose a Juan Ramón Verón. Bobby es Charlton. Crerand oficia de embajador en el legendario Old Trafford y se entrecruzan los recuerdos a 50 años de la Copa Intercontinental que Estudiantes le ganó a Manchester United. Un auténtico lord Crerand, que jugó aquel partido mitológico para la grey pincharrata. Hasta que la Bruja Verón busca la pícara colaboración del traductor: "¿Vos te acordás que apenas terminó el partido me pegaste una patada cuando yo intenté dar la vuelta olímpica?". Sonríe Crerand y abandona el protocolo: "¿Qué pretendía? ¿Habían ganado en nuestra cancha y además pensaban festejar?". La huella es profunda, se eriza la piel. Verón, Malbernat, "Bocha" Flores, Conigliaro y el "Bambi" Flores regresaron hace unas semanas de Manchester, de un déjà vu fabuloso, de ese Teatro de los Sueños que los volvió eternos.
Se arremolinan las emociones. Juan Ramón Verón camina con su chuequera por el predio de City Bell pero la mente viaja a Lymm, el bucólico pueblito a media hora de Manchester donde Estudiantes esperó el partido con los Red Devils. "Me acuerdo que el día anterior de enfrentarnos lo vimos a Charlton..,, estaba jugando al golf y tomando un whisky. Pero qué jugador, un grande de verdad, a la altura de Maradona o Pelé. Tenía un manejo extraordinario, al punto que le daba lo mismo conducir con la derecha o con la izquierda". La talla del oponente agiganta la conquista. Hoy se cumple medio siglo del 16 de octubre de 1968 que pasó a la inmortalidad. Estudiantes había ganado en la ida 1-0, en la Bombonera, con gol de Conigliaro de cabeza. En Manchester empataron 1-1. Gol de Verón, de cabeza. En la casa de los ingleses, con el arma favorita de los ingleses, y solo dos años después del Mundial ‘66, la expulsión del "Rata" Ubaldo Rattín, el banderín estrujado, la alfombra de la reina…
–¿Cómo fueron los ingleses como rivales?
–Caballeros hasta el momento del partido. Osvaldo [por Zubeldía] nos mandó a hacer el reconocimiento del campo de juego. Estaban las luces apagadas. Cuando llegamos al centro las prendieron y comenzaron a insultarnos desde los cuatro costados. Y cuando el árbitro pitó el final, que incluso después de eso ellos continuaron la jugada y le pegaron al arco, quisimos dar la vuelta olímpica pero solo pudimos dar un cuarto. No nos dejaron, ni los jugadores ni la policía. Estaban muy enojados y en la cancha no pudimos festejar. Ni entrega de premios hubo. La copa nunca la recibimos, por ejemplo, yo recién la vi por primera vez ya en la Argentina.
No fue una victoria cualquiera. Y el regreso al país, por cierto, se volvió muy particular. Llegó una orden que cambió los planes. "Ya estaba programado que después de la final, cualquiera fuese el resultado, seguiríamos de gira por Europa. La idea era aprovecha el viaje y recaudar. Por eso enseguida nos fuimos a Italia y perdimos 2-1 un amistoso con el Inter. Después teníamos que ir a Grecia, pero el gobierno de facto del general Onganía nos exigió volver. Tuvimos que pegar la vuelta sí o sí. Por supuesto que para la foto y para aprovechar el momento de gloria. Volvimos y fuimos directamente a la Casa de Gobierno. Era un mundo de gente por todos lados. Increíble. Era otra época: entonces se tomó como un título del fútbol argentino, y contra los ingleses que eran los inventores del fútbol y los vigentes campeones del mundo", detalla Juan Ramón Verón, uno de los héroes de Old Trafford.
–¿Qué diría Osvaldo Zubeldía a 50 años del título?
–Se lo tomaría muy tranquilo. Él era así y nunca se mostraba eufórico, ni siquiera en los grandes triunfos. Podíamos salir campeones de América o del Mundo que al otro día se entrenaba igual. Sí, se fastidiaba cuando nos iba mal porque no le gustaba nada perder. A nadie le gusta, pero él se enojaba mucho y se le notaba.
–¿A Zubeldía se lo reconoce más afuera que acá?
–Sin dudas, afuera es conocido en todos lados. El holandés Rinus Michels, por ejemplo, hablaba mucho de él y reconoció que en Holanda en realidad aprendieron de Zubeldía. Pero a mí no me sorprende que sea tan reconocido porque era un técnico que trabajaba, trabajaba y trabajaba.
–¿Qué diferenciaba a Zubeldía del resto?
–Que trabajaba, precisamente. En ese entonces los entrenamientos eran siempre iguales: los jugadores hacían fútbol y los técnicos miraban desde afuera vestidos con traje. Él se puso el buzo y rompió con eso. Hacía todo lo contrario: ensayábamos jugadas preparadas, cómo marcar, frenaba la práctica para dar indicaciones, hacíamos pretemporadas cuando eso no era habitual. Empezamos a patear los córners a pierna cambiada y a jugar con la ley del off-side, detalles que eran inusuales por entonces. Trabajábamos todo. A veces, en los entrenamientos, nos hacía jugar todo el partido con la pierna inhábil. Gracias a eso yo aprendí a pegarle con la derecha: al Palmeiras, en las finales de la Copa Libertadores del 68 –por ejemplo– le hice los tres goles, uno en cada final porque hubo desempate, con esa pierna. La derecha la tenía solo para apoyarme y eso lo cambié gracias a Osvaldo. Antes, con la zurda había una diferencia de 100 a 0 y acorté esa brecha, digamos, a 70-30.
–¿Quién era el mejor de ese equipo? ¿Verón…?
–No…, había varios. El "Negro" Aguirre Suárez era un defensor bárbaro; Madero era muy bueno; a Malbernat por la punta no lo pasaba nadie; en el medio teníamos a Pachamé y Bilardo que corrían como locos; arriba Conigliaro y Ribaudo picaban en todas las jugadas. No había una figura, era un equipo muy colectivo. Un equipo moderno, adelantado para la época. Y no nos llegaban, prácticamente no nos creaban situaciones de gol.
–En la actualidad, ¿ese Estudiantes se hubiese desintegrado enseguida?
–Sí, sin dudas. Hoy cualquier equipo que gana la Libertadores vende a varios jugadores y, si repite el logro, se van otros tantos. Nosotros ganamos la Libertadores tres veces seguidas, pero en esa época los planteles permanecían prácticamente iguales durante años. A veces, una década entera.
–También ese equipo quedó asociado con el "antifútbol", con las mañas…
–Nos da un poco de gracia todo eso. Nosotros estamos tranquilos porque hacíamos las cosas bien: el partido contra el Manchester, allá, es un ejemplo: salió tal cual estaba planeado. Zubeldía los conocía a todos, los había estudiado, los había mandado a espiar. No había improvisación y eso nos daba un plus. Primero fuimos el equipo simpático, el chico que logra salir campeón, y después nos convertimos en un problema, en un estorbo, porque les quitábamos protagonismo a los clubes grandes.
–Nobby Stiles, desde el medio, manejaba al Manchester United. En el partido de ida, en una situación confusa se fue expulsado…
–Sí, bueno… sabíamos que usaba lentes de contacto y Bilardo intentó sacárselos…, él reaccionó, hubo algún lío y el árbitro lo echó. Y no pudo estar en la revancha… Lo real es que costaba mucho que nos ganaran.
[R][R][R][R][R] Se viene un martes de homenajes para los Campeones del Mundo[R] https://t.co/qmeifDfhlwpic.twitter.com/Edxxu8uhJT&— Estudiantes de La Plata (@EdelpOficial) 12 de octubre de 2018
Autor del tanto más importante en la historia de Estudiantes, Verón reniega de su condición de goleador. "Nuestro goleador era el "Bocha" Flores", aclara. Eso del cartelito lo siente como un reduccionismo, aunque no lo diga. ¿De qué jugaba el padre de Sebastián? Le gustaba estar suelto en ataque y su especialidad eran los mano a mano. Pero el gol se le daba con naturalidad, pasó los 150. Muchos trascendentes: al Racing de José en el Metro 67, tres a Palmeiras para ganar la Libertadores 68, otros tres al Santos de Pelé, cuatro a Gatti contra Gimnasia, otro en el clásico platense el 9 de marzo de 1975…, el día que nació Sebastián…, irremediablemente, la ‘Brujita’. "Bruja me pusieron en inferiores. Un día Hugo Mercerat, que era un jugador bárbaro que después por esas cosas del fútbol no llegó, me vio con el pelo medio largo…, que se sumaba a mi nariz, y me dijo Bruja. Mucho no me gustó al principio, pero con el tiempo lo acepté. Eso sí, nunca me imaginé que iba a quedar para toda la vida".
A Juan Ramón le han sucedido muchas cosas, tantas como tener 18 nietos. En 1977 jugaba en Junior, de Barranquilla. Despidieron al técnico y le ofrecieron ser futbolista y entrenador. Dudó. Entonces, consultó a Zubeldía, que dirigía a Atlético Nacional de Medellín, y a Bilardo, que estaba al frente del Deportivo Cali. Ellos lo alentaron. ¿Conclusión? Junior consiguió el primer título de su historia, con Verón en la doble función: "Me ponía de local y me sacaba de visitante para plantar un equipo más ordenadito", detalla. ¿Algo más? Claro: les ganó el campeonato a Zubeldía, que terminó cuarto, y a Bilardo…, subcampeón. "Le ganamos al Cali y Carlos se quería morir porque había tirado el offside y yo le piqué de atrás y entré solo a meter el gol", recuerda. Bilardo, víctima de jugar al achique… Paradójico.
–Emblema histórico de Estudiantes, la casa de Carlos Bilardo, ¿qué relación tiene usted con Menotti?
–Charlaba bastante cuando Sebastián fue a jugar a Sampdoria y él era su entrenador. Todo bien con el "Flaco". Perdimos mucho tiempo con la discusión Bilardo-Menotti, cuando los dos lograron algo muy difícil como es salir campeón del mundo. Es que nosotros no sabemos disfrutar de las cosas. A Messi es imposible sacarle la pelota y en la Argentina todavía lo discuten…
–Juan Ramón, ¿los buenos jugadores no tienen época?
–Claro, eso no tiene mucha vuelta. Los buenos jugadores son para siempre.
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