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A 50 años de la tragedia de la Puerta 12: nunca se encontró un culpable y los motivos que la causaron aún son un misterio
Un superclásico. 71 muertos, 113 heridos y una sola conclusión: a 50 años, la mayor tragedia de la historia del fútbol argentino es una obra maestra del terror y del misterio. De versiones encontradas que señalan a distintos responsables, o incluso a nadie. De tragedias personales que marcaron una y miles de vidas. Sin embargo, jamás quedó claro qué fue lo que la provocó. Y como si fuera poco, la causa no tuvo detenidos ni culpables.
Junio de 2018. Hinchas de todas las edades y turistas de distintos puntos del planeta posan a diario en el lugar de los hechos. Se paran sobre el mismo suelo en el que en la tarde/noche del 23 de junio de 1968 se amontonaron los cuerpos sin vida, los sombreros, los zapatos y los sobretodos de las víctimas.
Pero la gran mayoría de los que hoy transita por ese punto de la avenida Figueroa Alcorta, a metros de Monroe y de la entrada principal del club, desconoce lo que ocurrió allí hace medio siglo. La puerta 12, renombrada como puerta L (no por casualidad la duodécima letra del abecedario) y unos años después puerta M, está unos metros a la izquierda de la frase: "Estadio Monumental Antonio V. Liberti", coronada por un escudo de River extra large. Es el fondo ideal para cualquier selfie.
"Yo estuve en el ojo del huracán", recuerda Juan Nicholson, prestigioso abogado y ex presidente de la Asociación Argentina de Golf. Y agrega, como si hubiera sido ayer: "Venía charlando con tres amigos por esa escalera, cuando de pronto no pudimos avanzar más. Estábamos bastante lejos de la puerta como para entender qué era lo que pasaba. Empezamos a gritar a los de abajo para que avancen y a los de arriba, para que dejen de empujar".
El relato a LA NACION del hombre que fue testigo de la tragedia y en la actualidad es presidente del club Pilará se vuelve estremecedor: "De pronto, por la presión humana, se armó un efecto rarísimo y nos empezamos a despegar del piso. Yo estaba casi medio metro flotando, y sin poder moverme. Hasta que en un momento dado esa presión cedió y empezamos a rodar unos sobre otros. Fue entonces cuando mi mejor amigo, Guido Von Bernard, murió por un golpe de su cabeza contra la pared izquierda.
Destino. Azar. Suerte. El dedo índice de la muerte señalando quiénes se iban en ese instante de este mundo y quiénes no. "Por fortuna caí sobre un cuerpo blando. A la vez había más gente que caía arriba mío. En ese núcleo es donde murieron alrededor de 50 personas", detalla Nicholson, que exprime aún más su memoria para contar cómo se salvó: "Tuve la suerte, o la inspiración divina, de hacer una especie de hueco y guardar todo el aire posible para salir. Y en un momento, con ayuda y golpes desesperados, logran sacarme."
Qué fue lo que ocurrió
Medio siglo después siguen existiendo dos versiones bien definidas. La primera se basa en una serie de testimonios que aseguran que los molinetes de ingreso no habían sido retirados, que las rejas metálicas (similares a las viejas puertas tijera de los ascensores) no estaban del todo abiertas, e incluso algunos aseguran que esa puerta jamás se abrió. "Las puertas de las tribunas las manejaban exclusivamente los inspectores de la entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Y el partido estaba tan parejo que dos empleados se olvidaron de abrir esa puerta", afirma Carlos López, ex inspector de la Policía Federal, en Puerta 12, el documental dirigido por Pablo Tesoriere.
Según la segunda hipótesis, la policía se había organizado para "peinar" la salida de los visitantes y así atrapar a la barra de Boca, acusada de haber tirado proyectiles durante el partido y, sobre todo, por haber cantado la marcha peronista, lo que significaba un delito de estado en plena dictadura de Juan Carlos Onganía. De ahí proviene el cantito con el que los hinchas de Boca reclamaron justicia en los años posteriores: "No había puerta, no había molinete, era la cana que daba con machete".
Todos coincidieron en algo: la iluminación de esa escalera era nula, lo que la convertía en una boca de lobo, el suelo estaba resbaladizo y no existían pasamanos ni barandas.
Nicholson le aporta a LA NACION su punto de vista: "Desde mi ubicación no puedo ratificar o negar que las puertas estuvieran cerradas, y mucho menos opinar sobre el tema de los molinetes. Lo que sí descarto es cualquier acción dolosa de la policía. De hecho el accionar policial de esa tarde, aún en medio de la desesperación, fue muy bueno."
¿Pudo la mayor tragedia de la historia del fútbol argentino haberse debido a una serie de eventos desafortunados? El día de los hechos lo dio a entender a la prensa el entonces presidente de River, Julián Kent: "Debemos atribuirlo a un hecho desgraciado. Se juntó el resultado incierto hasta último momento (0 a 0) y el apuro de todos por llegar a sus casas". Nicholson también lo considera así: "Si las puertas no estaban del todo abiertas o si alguien se olvidó de quitar algún molinete, no fue con mala intención, sino por distracción. Muchas veces la vida es así. Sólo basta que se junten tres o cuatro situaciones desgraciadas."
La investigación
Dos meses después, el juez de la causa, Oscar Melo, ordenó la prisión preventiva de Américo Di Vietro y Marcelino Cabrera, intendente y capataz de River, y dispuso un embargo de 200 millones de pesos contra ambos y contra el club.
A fines de noviembre de 1968, a 5 meses de la tragedia, la Sala VI de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, integrada por Raúl Munilla Lacasa, Jorge Quiroga y Ventura Esteves, sobreseyó definitivamente a ambos imputados y levantó el embargo tanto para ellos como para el club de Núñez. Los tres camaristas consideraron que las pruebas demostraban que, antes de haber terminado el partido, todos los obstáculos habían sido removidos de la puerta.
Las quejas presentadas por los damnificados ante la Corte Suprema fueron cajoneadas. Finalmente, en agosto de 1969, los familiares, agotados, desistieron del recurso.
A fines de 1968, Boca, River y la AFA reunieron 32 millones de pesos (menos de 100.000 dólares) para ofrecerles a los familiares como resarcimiento. Dos años después, la AFA y River fueron condenados a pagarle 140.000 pesos (alrededor de 50 dólares de esa época) a Nélida Oneto de Gianolli y a Diógenes Zúgaro, únicos familiares de víctimas de la tragedia que hicieron juicio. El resto, no cobró ni un centavo.
"Eran otros tiempos. Aquello fue una tragedia de gran magnitud, de características similares a lo que se vivió en Cromañón o en la estación de Once", analiza Nicholson. Y destaca: "Lo que sí es notable es cómo evolucionamos como sociedad. A mí en ese momento no se me hubiera ocurrido hacer una acción contra River, la AFA o el Estado. Y los Von Bernard, padres de mi amigo, tampoco. Y su hijo se murió. Yo tuve golpes menores y una fuerte aflicción moral por la muerte de Guido, pero la sociedad reaccionaba de una manera distinta. Hoy hay una protección de los derechos humanos muchísimo mayor que en esa época. En este caso hubiera sido muy bueno tener las herramientas que tenemos hoy, para reclamar mejor."
Lo concreto es que hoy, a 50 años, una sencilla placa ubicada junto a la Puerta 12 (hoy M, que da acceso a la Tribuna Centenario Alta) recuerda tímidamente lo sucedido. Los nombres de los 71 fallecidos no figuran.
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