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A 5 años del Boca-River del gas pimienta: el vergonzoso suceso que rompió la relación entre los clubes
Cinco años pasaron de aquella noche que quedó grabada como uno de los episodios más negros de la historia de Boca. La del "Gas Pimienta" fue una jornada que no sólo significó la eliminación de la Copa Libertadores 2015 a través de una sentencia de Conmebol que dictaminó el pasaje de River a los cuartos de final, cuando restaban 45 minutos por jugarse, sino que también fue el punto de partida de varios quiebres. Porque el carnet de socio de Adrián Napolitano, más conocido como Panadero y el causante de semejante agresión a los futbolistas riverplatenses, no fue lo único que se rompió aquel 14 de mayo: con el tiempo, se fueron fracturando muchas relaciones más.
La desesperada corrida de Rodolfo D’Onofrio, presidente de los de Núñez, para hablar con el árbitro Darío Herrera para que suspendiera el encuentro fue uno de los principales focos de conflicto. Mientras, Daniel Angelici, mandamás boquense de aquellos tiempos, observaba inmóvil las acciones desde el túnel y Rodolfo Arruabarrena, entrenador, mostraba su furia, frenada por varios jugadores xeneizes, contra el dirigente del clásico rival. Ese alboroto que duró segundos, sumado al viaje inmediato de las autoridades de River a Paraguay para reclamar en Conmebol la clasificación automática, empezaron a resquebrajar el vínculo superclásico.
Un tiempo después, cuando la descalificación ya había quedado atrás, el Tano salió al ataque: "Yo voy donde me citan. Toda la documentación que llevó River, Conmebol ya la tenía". Aunque lo más importante fue su mirada de lo que había sucedido y posteriormente se había determinado, una frase que años más tarde sería rescatada: "Los partidos se empiezan, terminan y se ganan adentro de la cancha. Porque eso te deja de rehén: entonces no va a ser muy difícil mandar a unos hinchas con camisetas a otro estadio y hacer algo parecido para que le descuenten los puntos al otro. Hay que jugarlos. Después la sanción tiene que ser dura".
Boca-River ya no sólo era una rivalidad sobre el césped: los directivos ya mostraban sus diferencias. Sin embargo, el hincha también tuvo un importante papel desde que su equipo quedó fuera de la competición que más anhelan, año tras año, sin siquiera poder ver si había chances de igualar un resultado global que estaba 0-1 por la derrota en el Monumental. Por un lado, empezó a apuntar, primero y lentamente, a su presidente, que no se movió demasiado en comparación con el de River para evitar la eliminación y, quizás, necesitó del regreso de Carlos Tevez desde Juventus para para ser reelecto ese año sin haberle sumado títulos internacionales a las vitrinas. Por otro lado, sus sospechas se fortalecieron sobre la entidad madre del fútbol sudamericano: meses antes, en la semifinal de la Sudamericana 2014, los arbitrajes de la serie (Silvio Trucco y Germán Delfino) generaron cierta polémica a favor de River.
Conmebol empezaba a estar en el ojo de la tormenta. Desde las tribunas y Boca, donde los dirigentes reconocían que no existía una buena relación. Algunos, adjudicaban eso a la la creación de la Liga Sudamericana que impulsó Angelici, obligando el aumento de premios en las competencias continentales. Todo explotó en 2018. Sí, rápidamente será Madrid lo que se impondrá en la memoria. Sin embargo, unos meses antes de ese cruce histórico, hubo un detalle que no pasó desapercibido por nadie y fue anotado en la libreta de reclamos y desconfianzas: el cabezazo de Dedé que produjo la fractura de mandíbula de Esteban Andrada, en la ida de cuartos de final, derivó en la expulsión del zaguero de Cruzeiro a través del VAR, algo que en Asunción desestimaron por juzgarlo sin intención y permitiéndole jugar la revancha.
El Mundo Boca empezó a perseguirse, con o sin razón, con el uso de la tecnología. No sólo por las vivencias propias, sino también por lo que sucedía en la vereda de enfrente: desde esos tiempos, aseguran que los arbitrajes, incluso con la ayuda televisiva, favorecen a River. Claro, eso tuvo una pausa con todo lo sucedido en la final, en la que directamente la mira se posó sobre el accionar del ente: esperaban que los piedrazos y botellazos de los hinchas de River al micro azul y oro, rompiendo los vidrios y afectando la salud del chofer y algunos jugadores en lo que pudo ser una tragedia, se midiera con la misma vara con respecto a lo que había sucedido tres años atrás con el hecho del gas pimienta. Había confianza, pero duró sólo un rato: las insistencias de Conmebol por jugar el partido generaron rabia. "Que le den la Copa a River. Si total ellos manejan todo en Conmebol. No se puede jugar en estas condiciones", expresaron Carlos Tevez y Darío Benedetto durante la vergonzosa tarde del 24 de noviembre.
No obstante, pocos pensaron que habría alguien en Boca que iría en contra de la bronca y de la presión para que se replique la sanción de 2015. Ese fue nada menos que Angelici, que había firmado un compromiso de presentarse a jugar al siguiente día, lo que generó una enorme grieta de los dirigentes y futbolistas con el presidente: en la madrugada, se lo reprocharon y le exigieron que se retracte.
¿Qué problema había? La esclavitud de las palabras. Aquella sentencia de "los partidos se definen en la cancha" no lo dejaba cruzarse de vereda, pero la presión del grupo y los insultos de los hinchas en la concentración le torcieron el brazo. La "guerra" entre Angelici y D’Onofrio avivó su fuego más ardiente, aunque luego se mostraron varias veces juntos. Boca-River era una relación definitivamente rota en las altas esferas.
Ni que hablar con Conmebol, que quedó en ridículo una y otra vez hasta atreverse a colocar una final sudamericana en el terreno del Santiago Bernabéu. Y a Boca no le quedó otra que ir a disputar el encuentro a España, donde sí tuvo algo a favor: logró tener a su parcialidad en la mitad del estadio, algo que no hubiese sucedido si se disputaba en el Monumental. La única esperanza que quedaba para que la descalificación de River se hiciera efectiva tal como había pasado con el xeneize en 2015 era el fallo del TAS, la última instancia a la que la institución de la Ribera podía acceder para poder hacerse del título que habían perdido el 9 de diciembre o, al menos, obtener los premios del campeón, uno de los puntos que se pedían en el reclamo. Nada de eso prosperó.
Angelici se fue de Boca sin cumplir la promesa de renovar el pasaporte para jugar el Mundial de Clubes. Aunque sí hay algo que se mantiene todavía, incluso con la nueva dirigencia de Jorge Amor Ameal: "¡La Conmebol, se va a la p... que los parió!", se escucha unánimemente desde la edición 2019 en cada partido jugado en la Bombonera. Incluso, se potenció con el cruce en las semifinales del año pasado, en el que el VAR volvió a tomar protagonismo, otorgándole correctamente el penal a River en la ida: en Boca, igual, las sospechas se mantuvieron latentes.
Y la indignación de los fanáticos aumenta con Angelici después de todos los tire y afloje que hubo con Conmebol: "Con Domínguez nos respetamos mucho, pero soy dirigente y en los congresos discutía y daba mi opinión, pero no quiere decir que nos hayamos peleado. Para mí la Conmebol mejoró muchísimo", expresó en las últimas horas en la Oral Deportiva.
Quizás, ni siquiera volver a ganar la Libertadores tras ya trece años de sequía pueda perdonar un pasado que al hincha le duele. Por eso es que una de las primeras acciones de Ameal y Juan Román Riquelme, vicepresidente segundo y cabeza del Consejo de Fútbol, fue viajar a Paraguay para el sorteo de la Copa de este año, que tan sólo pudo disputar dos jornadas de la fase de grupos por la pandemia de coronavirus. ¿Con qué objetivo? Reconciliar al club con Alejandro Domínguez, el presidente de la federación sudamericana, queriendo hacer entender que es otra la gestión que ahora preside al club azul y oro. La cosa no arrancó mal: el encuentro fue tan bueno que en el evento reconocieron a Román con un homenaje por sus gloriosas actuaciones en la competencia continental vistiendo la camiseta de Boca (la ganó en el 2000, 2001 y 2007), entregándole una réplica pequeña del mítico trofeo.
Incluso, la intención es la misma con River y D'Onofrio: Ameal y compañía saben que ambos deben estar unidos y en lo más alto del fútbol argentino. Aunque no haya caído bien la reciente decisión riverplatense de diferenciarse del resto y no presentarse a disputar el debut de la Copa Superliga por la pandemia, Ameal ha reconocido que las relaciones están empezando a ser mejores. El "Gas Pimienta", el suceso que inició demasiados conflictos en Boca y que la actual dirigencia quiere arreglar.
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