Marcar 700 goles a lo largo de 15 años debería ser una obra de una autoría colectiva, la sumatoria de numerosos aportes individuales para alcanzar una cifra que parece fuera del alcance de un único futbolista. Esa lógica, ese sentido común, se desvanece con Lionel Messi. Con él se ingresa en el terreno de la excepcionalidad, de un asombro tan repetido como la eficacia de su arte.
Su apabullante producción podría sugerir que se está ante un obsesivo del gol, ante uno de esos egoístas que solo tienen ojos para el arco y apenas si miran de soslayo a sus compañeros. Lo majestuoso de Messi es que llegó a una cantidad ciclópea de goles sin dejar de ser generoso, participativo y colaborativo con sus asistencias. La cifra de goles impacta,Leo se acerca al número mágico 1000 al sumarse los 700 y las 294 asistencias en partidos oficiales.
Messi desarrolló una relación golosa con el gol. Desde que tenía seis años y el entrenador en Rosario le regalaba un alfajor por gol a cada chico, recompensa que aumentaba a dos alfajores si convertía de cabeza. A Leo no le sobraba físico, una carencia que unos años después lo empujó a tomar la decisión familiar de irse a Barcelona para hacer el tratamiento hormonal de crecimiento. Sin robustez para imponerse en el juego aéreo, la solución que encontraba para ganarse el premio doble era gambetear todo lo que se le pusiera adelante, llegar cerca de la línea del arco rival, levantar la pelota con un toque y marcar de cabeza. Su destino con el gol estaba marcado desde la infancia. Y aunque el cabezazo no es su especialidad, por esa consiguió uno de los más valiosos, al suspenderse en el aire y entrarle con el parietal izquierdo a una pelota que pasó por encima de Van der Sar en la final de la Champions League 2009 ante Manchester United, en el Olímpico de Roma.
Cuando Thiago, su hijo mayor, era más pequeño y no tenía una noción del fútbol como deporte, cada vez que lo veía irse de la casa con su neceser en mano lo reclamaba con una pregunta que lo ablandada más que el defensor más duro: "¿Otra vez te vas a gol?". A esa edad tan temprana, Thiago quizá no entendiera el juego, pero sí tenía muy en claro cuál era la especialidad de su papá.
"Messi es decisivo incluso cuando está en su casa cenando", dijo el director técnico Luis Enrique el 23 de abril de 2017, un rato después de que Messi hiciera el gol 500 en circunstancias muy especiales. El clásico ante Real Madrid en el Santiago Bernabéu estaba empatado 2 a 2 y se entraba en tiempo de descuento. Jordi Alba, un socio con el que sincroniza casi sin mirarse, escaló por la izquierda y tiró el centro atrás para que Messi definiera con un toque entre un enjambre de piernas. En el festejo, fue corriendo hasta un córner y alzó la vista hacia la bandeja más alta, donde estaba el grupo de hinchas catalanes. Se quitó la camiseta y la levantó mostrando el dorsal Nº 10. Era una ofrenda a sus hinchas y también el símbolo del conquistador en tierra inhóspita.
Los rivales siempre deben cuidarse de Messi, pero más atención deben prestarle cuando está por cerrarse cada tiempo y quizá no quede margen para reaccionar. El minuto en el que marcó más goles fue en el 87 (42 del segundo tiempo), con 17. En el descuento (90+) que determinan los árbitros hizo 15 tantos. Y con 16 a los 45 minutos de la primera etapa, los rivales se van golpeados al descanso.
No vive para el gol, pero se le da con naturalidad porque domina todas las coordenadas: tiempo, espacio, remate, intuición. Su visión periférica nunca se obnubila. Llegó a 700 sin marcarse ningún objetivo estadístico porque siempre tuvo muy en claro su escala de prioridades: ganar títulos, desde los más importantes hasta los que sirven para abultar palmarés. Como para eso hacen falta goles, se pone por la labor.
En su espíritu competitivo anida el inconformismo porque sus 114 tantos en la Champions League no se reflejan en alguna Orejona más desde la consagración en Berlín 2015. Y lo mortifica que el récord de 70 goles en el seleccionado argentino, tras superar hace rato los 56 de Gabriel Batistuta, no hayan contribuido a obtener alguno de los cuatro mundiales que disputó. Claro que en las copas del mundo se debilita su índice de productividad en comparación con otras competencias: sus seis goles fueron en etapa de grupos, mientras está en blanco en series eliminatorias, a partir de los octavos de final. La comparación del promedio entre la camiseta nacional y la de club arroja una diferencia: 0,870 gol por partido en Barcelona (630 en 724) y 0,507 en el seleccionado (70 en 138).
Ya treintañero, su producción conserva una regularidad envidiable, como lo demuestra su piso de 20 o más goles en las últimas 12 ligas de España. Hay que remontarse a 2007/08 –última temporada del técnico Frank Rijkaard- para encontrar una cifra inferior, con 10 en 28 encuentros. Sus registros más letales son de cuando promediaba los 20 años: 82 a los 24, seguidos por los 69 a los 25 y los 64 a los 27.
Quienes relativizan sus cifras caen en el error de señalar que están mayormente sostenidas ante rivales débiles o ubicados en los puestos bajos de las posiciones. Pero el relevamiento indica que entre sus cuatro principales víctimas están los clubes grandes de España: Sevilla recibió 37 goles; Atlético de Madrid, 32; Valencia, 28, y Real Madrid, 26. En el quinto lugar aparece el adversario del derbi catalán, Espanyol, con 25. Y entre los arqueros que más lo sufrieron están Diego Alves (Almería y Valencia, con 21), Gorka Iraizoz (Espanyol, Athletic Bilbao y Girona, con 19) e Iker Casillas (Real Madrid, con 18).
Su fidelidad con el gol es la misma que mantiene con Barcelona, club en el que sigue dando pasos para completar su carrera. Ya no queda ningún compañero del día que marcó el primer tanto, con 17 años, el 1° de mayo de 2005, en un 2-0 a Albacete con un toque por encima del arquero Valbuena, que después de esa definición entrevió lo que se venía: "Me di cuenta de que si era capaz de hacer eso con 17 años, haría todo lo que se propusiera". Ese encuentro guarda una anécdota; un rato antes había marcado un gol casi igual que no fue convalidado por un dudoso off-side. En ambas ocasiones recibió la asistencia de Ronaldinho, que apadrinó sus primeras tres temporadas en primera división, hasta que en 2008 asumió Pep Guardiola y prescindió del brasileño. Ya con el entrenador catalán afianzó una trinidad futbolística con Xavi y Andrés Iniesta que quedará como un tesoro histórico.
Su repertorio inicial se amplió con las destrezas para los tiros libres. Convirtió el primero en 2008, cuatro años después de haber debutado oficialmente, en un 6-1 al Atlético de Madrid. La suma va por 56, con ocho en 2018/19, la temporada de más puntería.
Algunos itinerarios de sus goles se repiten sin que los rivales puedan obstaculizarlo. El más frecuente es su barrido horizontal al área adversaria, desde la derecha hacia el centro, hasta que encuentra el hueco para soltar el zurdazo que queda fuera del alcance del arquero. En épocas en las que abundan las disecciones de las virtudes del contrario a través del big-data y el detallismo audiovisual, Messi es incontrolable una y otra vez con movimientos que parecen calcados.
Aunque sea difícil calibrar su influencia, la monumental competencia que sostuvo con Cristiano Ronaldo durante los nueve años del portugués en Real Madrid tiene que haber obrado como un estímulo para que los índices de eficacia se mantuvieran por las nubes, inaccesibles para el resto del universo futbolístico. Dentro de la rivalidad hay un dato que los iguala y sirve para marcar la distancia con los demás: son los únicos dos futbolistas en actividad que llegaron al umbral de los 700 goles. El delantero de Juventus va por los 728. A los 35 años, Cristiano cuida su físico con un profesionalismo extremo y se mantiene vigente para alcanzar los 735 del alemán Gerd Müller y los 746 del húngaro Ferenc Puskas. En esa clasificación que encabeza el austro-checo Josep Bican (805 entre las décadas del 30 y 50), seguido por Romario (772) y Pelé (767), Messi está séptimo, por detrás de Cristiano.
Más allá de sus condiciones innatas y de su evolución futbolística, ¿cuál es el contexto grupal, humano, que potencia a Messi? Alejandro Sabella, el director técnico que lo dirigió en el subcampeonato del mundo en 2014 y es reconocido por el vínculo que establece con sus jugadores, una vez dio una pista: "En líneas generales, para que pueda desarrollar todo su talento, Lionel tiene que sentirse cómodo con el grupo de compañeros, con el cuerpo técnico. Necesita sentirse querido, protegido. Hay que hacérselo notar, aunque no muy seguido. Porque eso también lo puede incomodar. Por eso yo le hablaba lo justo y necesario".
Messi fue pulverizando récords. El de mayor goleador del Barça lo atrapó con solo 24 años, cuando dejó atrás a César Rodríguez (232). En 2012 alcanzó la plusmarca en un año calendario, con 91, y desplazó al bombardero alemán Gerd Müller (85 en 1972), que agradeció que Messi y Barcelona le enviaran una camiseta autografiada como una muestra de reconocimiento. En 2014 se transformó en el artillero histórico de la Liga de España, al relegar a Telmo Zarra (251).
En la comparación con sus compatriotas, en su espejo retrovisor quedaron Alfredo Di Stéfano (509 entre clubes y los seleccionados de la Argentina y de España) y Carlos Bianchi (410). Entre los que desarrollaron su carrera dentro de nuestro país, al tope de la tabla está Ángel Amadeo Labruna, con 293 goles, más 17 con el seleccionado.
Con 19 años, Messi replicó ante Getafe la huella del gol de Diego Maradona a Inglaterra en el Mundial ’86. En las retinas quedó grabado uno a Bayern Munich, cuando Jerome Boateng cayó desplomado dentro del área ante un enganche del N° 10. Cómo olvidar cuando por las eliminatorias en Mendoza engañó a la barrera de Uruguay, que saltó para tapar en las alturas un tiro libre que pasaba por debajo de las suelas.
Golazo maradoniano a Getafe
En su amplia colección le falta un tipo de gol: olímpico. Estuvo cerca en alguna oportunidad, pero el arquero llegó a sacar el córner que se le metía. Quienes siguen los entrenamientos le vieron hacer varios.
Durante más de 15 años, a su lado desfilaron delanteros de renombre: Eto’o, Henry, Ibrahimovic, Alexis Sánchez, Villa, Neymar, hasta llegar a Luis Suárez, con quien estableció una alianza dentro y fuera de la cancha. Quedará por determinar si esa amistad nació pasándose la pelota o los mates. Una complicidad que tuvo su punto culminante en 2017 ante Celta, cuando Leo hizo de un penal un pase para que convirtiera el charrúa. No hay asomo de egoísmo entre ambos, algo que se comprueba en las 47 asistencias que Suárez le dio a Messi. El uruguayo es el primero en esa lista de pases-gol, en la que Dani Alves (42) y Jordi Alba (20) ocupan el segundo y el séptimo lugar, respectivamente. La presencia de dos laterales es una demostración del estilo coral de Barcelona, de la implicación de todas las líneas en la construcción y resolución del juego.
¿Cuánto influye que Messi juegue en Barcelona para que llegara a los 700 goles, y contando? Mucho, seguramente. Es un ecosistema futbolístico que empezó a asimilar en La Masía. Eso le dio previsibilidad, un marco de referencia que no se altera, más allá de los cambios de directores técnicos y de mejores o peores épocas. Hay una identidad definida, estable, a la que Messi demuestra su adhesión con sucesivas renovaciones de contrato, firmas que a estas alturas permiten imaginar que completará su carrera vestido de blaugrana. Dentro de un entorno propicio, Messi también fue asumiendo más responsabilidades. De ser un beneficiario del magisterio de Xavi e Iniesta, a ponerse el equipo al hombro por liderazgo futbolístico.
Le quedarán unos cuantos goles por hacer a Messi. Algunos serán tan maravillosos como los que forman parte de su extraordinario legado. A él, más que la cantidad y las estadísticas personales, le importará que esos goles sirvan para levantar una Champions League más y por primera vez la copa en el que debería ser su quinto y último Mundial en Qatar 2022.
Después de los abrazos y felicitaciones que recibe de sus compañeros, en cada gol se persigna, levanta los índices y la mirada al cielo. El ritual es una dedicatoria a su abuela Celia, que lo acompañaba y cuidaba de las patadas de los más grandes cuando siendo un niño jugaba en los campitos de Rosario. Hoy, el nieto es un señor futbolista que lleva años rindiéndole tributo con goles.
De colección: los primeros 600 goles
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