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Fue multicampeón con Boca, jugó en China y ahora dirige un club barrial: la nueva vida de César La Paglia
Los técnicos aseguraban que era más talentoso que Riquelme, pero las múltiples lesiones lo obligaron a retirarse temprano: “Hasta los 20 o 21 años me creí el mejor”, asegura a LA NACION
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Para muchos, César La Paglia jugó bajo la sombra de Juan Román Riquelme, su amigo desde los 9 años en las inferiores en Argentinos Juniors, hasta los 22, cuando el fútbol y la vida misma fueron abriéndoles camino por separado. Si bien tenía todas las condiciones para convertirse en un futbolista de renombre internacional, la suerte no estuvo tanto de su lado. Se retiró en San Martín de Tucumán allá por 2009, prácticamente expulsado por el mismo deporte y las lesiones que lo condujeron al ocaso de su carrera dentro de la cancha.
Por estos días, La Paglia ve al fútbol desde otra perspectiva desde su gestión en el Club Social y Deportivo Parque, y repasa lo que fue su vida en Wuhan, China, la ciudad donde nació una de las peores pandemias que iban a azotar al mundo en los últimos tiempos: el coronavirus.
“Desde chiquito y hasta los 27 años me visualicé jugando al fútbol. En toda mi etapa de futbolista sentí eso. Sabía de mi característica: un jugador más lírico, con responsabilidad y creativo”, narra en conversación con LA NACION, un tanto consternado por los recuerdos de sus años de gloria y lo que pudo haber sido.
Ahora, desentendido por la presión de lo que significó alguna vez su carrera, siendo un jugador de elite, dice que hubo un momento de quiebre entre las promesas de lo que pudo ser y su decisión de retirarse a los 30 años. Hay quienes dicen que le afectó ser contemporáneo de Riquelme, incluso, haber integrado el mismo plantel que Diego Maradona en su regreso al xeneize. Pero en el fondo, él sabe que las lesiones que sufrió a lo largo de su vida deportiva lo dejaron fuera de competencia.
“Me fueron cansando un montón de cuestiones que me pedían mucha exigencia. No fui un dotado físicamente, fui laburando contra la negativa de este profesionalismo tan cruel. Hasta ahí pensé el fútbol”, dice.
Nacido en la cantera de Argentinos, en donde jugó tres partidos oficiales hasta el 1996, un año después, más precisamente en junio de 1997, pasó a Boca. Fue entonces que explotó su carrera de la mano del entonces técnico Héctor ‘Bambino’ Veira en los pocos encuentros que le tocó jugar, aunque nunca logró tener continuidad. Con el club de la Ribera disputó 38 partidos en total hasta 2001 y ganó prácticamente todo en esos cinco años que vistió la azul y oro: el Torneo Apertura de 1998, 2000 y 2003, Clausura 1999 y la Copa Libertadores de 2003.
En el medio fue cedido a préstamo a Talleres por casi dos años, aunque en este tiempo se produjo una suerte de conflicto entre ambos clubes por el abono total del pase. Tras la obtención de la Libertadores emigró al fútbol europeo, más precisamente al Tenerife, de la segunda división del fútbol español, a donde llegó a préstamo con opción a compra que se terminó de concretar en la temporada siguiente. Su viaje por Europa terminó en el Vitória Setúbal, de Portugal, desde donde desembocó en Independiente de Medellín. Pero en 2008 la vida quiso que su trayectoria lo llevara hasta Wuhan, China, en donde jugó en el Wuhan F.C. por una temporada.
Pese a todas las adversidades, La Paglia nunca bajó los brazos. Sin embargo, la seguidilla de lesiones que sufrió a lo largo de su carrera lo llevaron al límite en una época en la que no había tanta contención psicológica para los deportistas. También sabía que tenía en su contra el talento de sus compañeros de equipo que se destacaron mientras él pasaba meses recuperándose en su casa.
“Hasta los 20 o 21 años me creí el mejor. Me lo hacían ver mis compañeros, todos ellos me admiraban, me decían que era el mejor y me lo creía. Después hubo circunstancias, aspectos como que no me preparé mentalmente. No era un chico fuerte, físicamente era débil y no me perfeccioné. Lo escudé”, sentencia. Si bien tenía todas las condiciones para brillar, hubo otros aspectos naturales del deporte mismo y las psicológicas que se lo impidieron. Además, asegura con que “hubo chicos” contemporáneos a él que “eran dotados” deportivamente.
En ese tiempo también comenzó a ver las cosas desde otra perspectiva. A principios de 2000, por ejemplo, se interiorizó por el negocio de la construcción, su estructura comercial y decidió a materializarlo en paralelo al fútbol. “Invertí en obras a construir, empecé a trabajar con un arquitecto. Yo ya sabía que lo mío estaba ligado al deporte y los conocimientos, pero me gustó ver la construcción de edificios cuando aún estaba en el fútbol”, sostiene sobre su reinvención. “Tuve un proceso bastante aceptable en lo de dejar de jugar. Ya venía desde los 27 años haciendo otras cosas. Por eso tenía la cabeza ocupada y esto me liberó bastante la presión de jugar”, expresa.
Después de su retiro retomó su carrera y se volvió a vincular con la disciplina y el detrás de escena. En la actualidad también se dedica a la representación de “jugadores de primer nivel” y los jóvenes de inferiores “que están por llegar” a las grandes ligas. Desde ese lugar y con su expertise de por medio asegura que lo que hace la diferencia entre un jugador de primera y uno de una categoría inferior es la personalidad, ya que permanentemente manejan situaciones límites y la presión, que vuelven más llevadera la exposición. “A mí me costó porque no lo quería enfrentar. Pero yo no tenía la madurez para hacerlo y tenía muchos problemas físicos y no tenía las herramientas para superarlas”, se confiesa.
Las lesiones que lo alejaron del fútbol
La primera lesión la sufrió en enero de 1998, cuando una fractura del tobillo derecho con el seleccionado Sub 20 lo dejó fuera del Mundialito de Uruguay y la pretemporada con Boca. En esa oportunidad, el Bambino dijo: “Este tiene que ser su año”. El técnico prometió entonces darle la camiseta número 10, pero la larga rehabilitación impidió que la idea del técnico se llevara adelante.
Hoy, 13 años después de su retiro, encuentra la contención y el apoyo que necesitaba en su mujer Maite y sus tres hijos Iker, Gael y Saraí, quienes se convirtieron en un pilar importante en su vida y en su refugio para dejar atrás lo que pudo ser. “¡Cuánta gente hay con condiciones que no llegan a jugar en Primera. Yo fui un privilegiado porque jugué con los mejores, al lado”, sostiene.
Este es solo uno de los tantos ejemplos acerca de cómo los factores psicológicos pueden influir en los deportistas de alto rendimiento. Si bien las circunstancias que se presentan son una muestra de cómo una determinada disposición mental puede conducir a una derrota, hay miles de casos en los que una actitud positiva forjó, acompañado de virtudes técnicas, a grandes campeones. “Ahora hay más herramientas que antes y están los psicólogos en los clubes. En ese momento si mandabas a un pibe al psicólogo pensaban que estaba loco, trastornado. Hoy eso no pasa, por suerte”, extiende.
“En la Sub 17 sentía que estaba en mi plenitud, estaba muy liberado. La inmadurez te lleva a no disfrutar del juego y todo lo lúdico”, sostiene. Pero en octubre de 1998, cuando tenía solo 19 años, en un partido entre Boca y Vélez, Raúl “Pacha” Cardozo se lo llevó puesto en una de sus salidas por la pelota y lo inhabilitó de jugar por varios meses. “Estaba medio chivo, me fracturó la parte de la tibia, no era una lesión grave, pero eso me cortó la buena racha con Boca. Estuve tres meses parado. Esto me cortó un poco la energía que traía de la juventud. Fue una lesión más”, expresa el futbolista que hace hincapié en el trabajo mental.
¿Fue mejor que Riquelme?
Se dice que al asumir con el primer plantel del xeneize, Carlos Bianchi tenía mejor conceptuado a La Paglia que a Juan Román Riquelme, pero el destino quiso que las cosas fuesen a la inversa. “Yo sé que si estoy bien voy a tener la posibilidad de jugar. Si bien Boca tiene un plantel numeroso, Bianchi siempre pone en el equipo al que mejor está”, dijo el volante hace más de 24 años luego de un partido. Y en este caso, el que mejor estaba era su amigo de las inferiores de Argentinos con quien mantiene hasta ahora una excelente relación.
En aquel equipo donde había varias estrellas del fútbol argentino estaba él, con apenas 19 años, comenzando a hacerse un nombre y haciendo historia con los más grandes que hoy vagan por su mente. “No me olvido nunca el día que jugamos un partido en Formosa: entramos al vestuario y estaban las camisetas ordenadas desde 8, 9 y 10. El utilero puso la lista y los botines y yo me doy cuenta que estaba entre Diego Maradona y Claudio Paul Caniggia. Estaba en el medio. Para mí, que era un pibito, era cambiarme al lado de Dios”, narra.
Su paso por Wuhan, China
Hasta hace unos años resultaba impensado que un futbolista argentino de primer nivel terminara jugando en la liga china. La Paglia fue uno de los primeros en abrirse camino en ese continente. La experiencia, dice, no fue la más placentera de todas, pero rescata entre risas las anécdotas que lo impulsaron a volver a la Argentina apenas siete meses después de su partida a Wuhan.
“En ese momento era durísimo todo, ahora con la experiencia y la madurez lo veo bien y no quiero hacerme malasangre. Pero me pregunto por qué no disfruté más esas cosas. En el momento ese no lo disfruté, ahora sí”, sostiene. En sus palabras se nota algo de reproche por lo que vivió junto a su familia en Asia. Por ejemplo, su esposa tenía que salir con un papelito anotado para poder hacer las compras en el supermercado, o él tenía que manejarse con un intérprete las 24 horas para comunicarse con la gente. “Si no hubiese sido por el fútbol no hubiese conocido China. Pero sí, lo aproveché porque son experiencias que te da la vida, ahora no te pagás ni loco un viaje a China para hacer turismo”, extiende.
Esa ciudad fue el epicentro del coronavirus. Y si bien pasaron muchos años desde 2008, la noticia del virus no dejó de impactar a la familia. “Cuando me enteré me generó una sensación increíble. Me puse a pensar, sin creerlo, que de ahí haya salido la pandemia más gran de la historia. Tal vez habré pasado alguna vez por el mercado [donde se dice que surgió el virus]”, sostiene.
A pesar de que pasaron tantos años de haberse alejado del fútbol, cada tanto se encuentra con un fanático que lo reconoce en la calle. “La gente me tiene un gran cariño, pero cada vez me pasa menos. Sé que van pasando los años y la etapa nuestra se va quedando en el camino. Pero soy un agradecido con la gente de todos los equipos”, resume.
Tras su desgastante etapa como futbolista, La Paglia se quedó con varios aprendizajes en el medio que hoy comparte con la chicos que representa. “Se aprende a ser futbolista. No todos los jugadores son talentosos, pero si se aprende a hacer cada cosa que se tiene que hacer, pasas a amar el fútbol. Tenés que saber competir, estar fuerte mentalmente. Hay muchos aspectos que mejorar. Pero esto primero se siente en el pecho, se ama y después se ve si tiene o no las condiciones naturales”, sentencia.
Luego de su retiro, el volante encabezó junto a Jorge March, de la comisión directiva, las obras del Club Parque para recuperar las instalaciones tras varios años de deterioro. Ahora intenta resarcir a la institución por los viejos tiempos. Hace unos años presentó un proyecto para licitar la reestructuración y el manejo del Club, ubicado en el barrio porteño de Villa del Parque después de permanecer 10 años cerrado. La obra consistía en armar cinco canchas de fútbol, gym, bar, aulas para el instituto para los cursos de técnicos e inglés. Finalmente, el plan se puso en marcha y en tres años consiguieron el objetivo; hoy ya suman más de 500 socios.
“Eso me generó un desgaste importante. Pero es devolver al Club un poco de todo lo que me dio. Es un agradecimiento”, explica sobre su gestión en el club donde se formó entre los 6 años y los 13 años con Ramón Maddoni el “cazatalentos de cracks” del fútbol.
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