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Fue cartero, brilló a puro esfuerzo y quedó fuera de Boca por TV: Jorge Vivaldo, el hombre que atajaba imprevistos
El Flaco, emblema del fútbol argentino, nunca vistió la camiseta xeneize, pero fue ovacionado en La Bombonera; una mezcla del Loco Gatti y Axl Rose que pateó el ascenso como nadie
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Jorge Vivaldo no nació en una familia de futbolistas profesionales. Aunque su padre y su abuelo despuntaron el vicio de arquero de manera recreativa, ninguno de ellos llegó al arco de manera profesional. En rigor, el papá del Flaco era ingeniero, y trabajaba en una empresa fabril.
Siendo el mayor de cinco hermanos, El Yuri nació, imprevistamente, en la ciudad de Luján. Camino a Mercedes, donde vivía la familia, su mamá tuvo que detenerse a mitad de camino para dar a luz al niño, un 16 de febrero de 1967. Casualmente (o no), Vivaldo es un hombre de fe.
Al poco tiempo, la empresa donde trabajaba el papá de Vivaldo lo trasladaría a él, y consecuentemente, a toda su familia, a la ciudad de Sarandí, municipio de Avellaneda, donde el inquieto y entusiasta Jorge se formaría como persona y futbolista. Allí, en una larga “casa chorizo”, el niño golpeaba incesantemente la pelota contra la pared. Su destino parecía escrito.
Así, con esa convicción, empezó su recorrido en las inferiores de Racing Club, uno de los dos equipos grandes de Avellaneda. Su promisorio recorrido en la novena, octava y séptima división hacía suponer que La Academia, en algún momento, tendría bajo sus tres palos a este joven, “mezcla de Axl Rose y Gatti”, como se define en diálogo con LANACION. Sin embargo, la vida tenía otros planes.
Cuando transitaba su camino por la séptima división, a los 15 años, los padres de Vivaldo se separaron, el padre se fue de la casa, y el mayor de los cinco tuvo que salir a trabajar. En ese tiempo, el futuro arquero oficiaría de cartero. Cualquier apetencia personal había quedado a un lado por la apremiante situación familiar.
Unos años después, los padres reestablecerían provisoriamente su vínculo, y Jorge pudo retomar sus aspiraciones. A decir verdad, con 19 años, ya había perdido toda esperanza de volver al sendero de futbolista. Se sabía “grande”. Su propia vocación lo llevó a seguir entrenando en Sarandí, donde lo sedujeron para retomar la actividad y probarse para atajar en Arsenal, el equipo de la ciudad.
De indudables condiciones, Vivaldo pasó la prueba y quedó en la Primera División de Arsenal. Aquella temporada iniciática, sin embargo, no fue lo auspiciosa que hubiera deseado. Sin contrato, jugó apenas tres partidos, y ocupaba el cuarto lugar en la consideración del director técnico. Al año siguiente, logró afianzarse en el primer equipo, y en ese momento, en palabras del propio Vivaldo, “empezó su carrera”.
Un vínculo trascendente
El comienzo de la carrera de Vivaldo fue, también, impulsado por parte de su familia. En tiempos de vacas flacas para Arsenal, el Flaco tenía que comprarse sus propios guantes. Se los facilitaría su tía, que vivía en Europa. Tampoco tenía botines. Ahí, fue Fabiana, su joven novia, que trabajaba en una casa de deportes, quien le consiguió un par de zapatos aptos para la actividad profesional.
Vivaldo habla, todo el tiempo, en primera personal del plural. No es forzado. Después de todo, transita su vida desde hace 38 años con Fabiana Pérsico. El inclaudicable apoyo de “Fabi” (así la llama cariñosamente) es un pilar esencial en el discurso del arquero.
Junto a Fabiana, cuyo “cable a tierra” es la práctica periódica del tenis, son padres de dos hijos: Nacho, músico y líder de una banda de rock que lleva su nombre; y Matías, arquero del Football Primetime FC, de Suecia. Con inevitable orgulo, Vivaldo cuenta que ambos heredaron sus dos pasiones: “El rock y el arco”.
Su relación con Boca
En su juventud, Vivaldo se confiesa como hincha de Boca Juniors, y en particular, admirador de Hugo Orlando Gatti. Su época como jugador no permite mentir. La vincha y el pelo largo parecen ser una innegable influencia del Loco.
Cuando ya parecía demasiado tarde, con 37 años, Vivaldo tuvo la oportunidad de jugar en Boca. Tras una gran campaña en Olimpo (”El mejor momento de su carrera”, según le dijo Fabiana), Carlos Bianchi, entrenador xeneize, posó sus ojos en él, ante la posibilidad de que su arquero titular, Roberto Abbondanzieri, fuera transferido al exterior. El ayudante del Virrey, Toti Veglio, había sido colaborador de Ricardo Rezza en Colón, donde Vivaldo se lució a mediados de los años ‘90. Todo cerraba.
Por ese vínculo, fue el propio Toti quien llamó a la casa de Vivaldo, a sólo seis días de que Boca disputara la final de la Copa Libertadores 2004. Cuando Fabiana le pasó el teléfono a su marido, sin saber de quién se trataba, la sorpresa invadió al futbolista. Sólo con mímica pudo transmitirle (a medias) la alegría a su esposa, al ensayar el gesto de una franja en el medio de la camiseta. ¿Gimnasia (LP)? No, Boca.
Los siguientes días fueron maratónicos. Boca tenía una gira programada por Estados Unidos. A contrarreloj, Vivaldo gestionó su visa para poder acompañar al plantel. Incluso, llegó a probarse el traje de Boca para la foto. Sin embargo, la renuncia de Bianchi, tras la inesperada caída ante el humilde Once Caldas, alteraría, otra vez, el destino.
Esa semana, Vivaldo fue invitado al programa Palco de prensa, del extinto Canal de Boca. Allí, el conductor Marcelo Palacios lo presentó como “uno de los refuerzos de Boca”. Sin embargo, el Flaco intuía que la dimisión de Bianchi podría torcer el curso de las cosas. “Cuando me enteré de que había renunciado Bianchi no me morí de casualidad. Porque digo, por ahí se cae todo. Entonces lo llamé a José Beraldi (en ese momento, secretario del club), que me dijo que lo mío seguía igual”, relató en aquella entrevista
Menuda sorpresa se llevó Vivaldo, en vivo, cuando Beraldi se desdijo al aire: “El técnico (por Miguel Brindisi) dijo que él no podía tener otro arquero más dentro del plantel”. Sereno, Vivaldo contestó: “Para mí, al menos, valió la pena. Es muy duro, seguro, porque tenía una ilusión enorme, pero fue una experiencia. Me sentí jugador de Boca sin siquiera haber pisado ese vestuario, y yo sé que las cosas en la vida pasan por algo. Seguramente, Dios tendrá preparado para mí algo muy importante”.
El insólito fragmento fue rescatado en su momento por varios programas de archivo. Hoy en día, se encuentra fácilmente en YouTube. Para Vivaldo, por supuesto, no fue un grato momento. En diálogo con LA NACION, reveló que había sido acompañado a aquella infausta entrevista con un amigo, a quien él tuvo que consolar pizza mediante en un restaurante de Buenos Aires.
Increíblemente, el arquero se había tenido que pagar su propio pasaje desde Bahía Blanca a Buenos Aires. Recién el miércoles, el presidente xeneize Mauricio Macri se comunicó telefónicamente con Vivaldo para pedirle disculpas por lo sucedido.
Aquel 2004 sería “el peor año de su vida”. El Yuri regresó a Chacarita, el dueño de su pase, pero tras una discuisón con Jorge Barrionuevo, cabeza del club, quedó apartado del plantel. Así, se entrenó en GEBA durante cuatro meses, deuda mediante, hasta que en 2005, por la lesión de los arqueros titulares, el capitán del equipo, Fernando Gamboa, sacó al Flaco del ostracismo. Ese año, escribiría una de las páginas más gloriosas de su carrera, al ser decisivo en la definición por penales del desempate contra Defensores de Belgrano para salvarse del descenso a la B Metropolitana. El último capítulo de una historia de idolatría y amor entre el arquero y Chaca.
Vivaldo aseguró que su actitud frente al hecho (jamás elevó una queja formal) le valió el implícito reconocimiento de la gente de Boca. El afecto se materializó, primeramente, en los pasillos de la Bombonera, cuando el futbolista asistió al estadio para ver la final de la Copa Sudamericana 2004. Allí, revela, los hinchas le “pedían disculpas” por el comportamiento que tuvo el club en el accidentado pase. La segunda muestra de cariño la vivió en carne propia en su visita a la cancha con el buzo de Tiro Federal. Aquella tarde de miércoles, con Diego Maradona en el palco, la hinchada que había insultado al ídolo de Chacarita con la camiseta del Funebrero, esta vez, ovacionó a Vivaldo (”olé, olé, olé, Flaco, Flaco”).
A partir de ese día, su nombre y el de Boca quedarían inevitablemente vinculados, a punto tal de que, hasta antes de la pandemia, Vivaldo atajó en el equipo senior del club.
El día a día del Flaco: entre la enseñanza y la oportunidad
Una vez que colgó los guantes, Jorge Vivaldo se volcó a la dirección técnica. Estudioso, metódico y trabajador, busca todo el tiempo superarse, ya sea a través de posgrados o cursos de perfeccionamiento online en pleno asilamiento.
Sin embargo, tras su última experiencia en Acassuso, decidió tomarse un tiempo hasta volver a dirigir. En los hechos, espera por una nueva oportunidad en el exterior. Sabe que la posibilidad de dirigir en la Liga Profesional (LPF) depende, en buena medida, de lograr un rutilante ascenso, y admite que la oferta de entrenadores, en el país, “es muy buena”. En 2014, estuvo al frente de Sud América, de Uruguay, y en 2017, dirigió al Atlético Huila, de Colombia. En ambos clubes, contó con las comodidades necesarias para ejercer su trabajo, por los recursos con los que disponía, y por los proyectos deportivos que lo cobijaron. Hoy, busca una experiencia similar.
Mientras tanto, Vivaldo no pierde el tiempo. Por supuesto, mira fútbol todos los días (”prefiero no ir a la cancha, así puedo ver tres partidos en un día”), y al mismo tiempo, abrió una escuela de arqueros en Canning, donde vive. El 80% de los chicos, asegura, tiene el buzo del Dibu Martínez. El lugar de enseñanza está disponible para toda persona de ocho años o más que tenga interés en el puesto (”mujeres, varones, seniors”). Vivaldo es, también, un docente por naturaleza.
Un arquero con personalidad
Prócer de Chacarita, ídolo de Olimpo e Independiente Rivadavia, y Colón de Santa Fe, Vivaldo tiene pendiente volver al club de sus orígenes, Arsenal. “Me junto una vez por mes con mis amigos de la infancia en Avellaneda, o vienen a Canning”, revela. Sin embargo, no tuvo la oportunidad de regresar al club que le devolvió la ilusión de volver al arco.
A Vivaldo la vida lo llevó por lugares inesperados. No fue el arquero de Racing que, en un principio, se imaginaron él y sus coetáneos. Tampoco se imaginó que tres veces tendría lesiones graves en sus rodillas. A fuerza de talento y trabajo, saltó de la B Metro a Deportivo Español, que por entonces militaba en Primera División. Compartió plantel con Marcelo Pontiroli y Gustavo Campagnuolo. Integró el plantel de Colón que despegó a Primera, donde fue compañero de Hugo Ibarra. Se retiró en Temperley.
Aun así, si algo aprendió Vivaldo, es de imprevistos, y de cómo adaptarse a las circunstancias, desde aquel novelesco nacimiento hasta su frustrado paso por Boca, pasando por el épico regreso a Chacarita. Vivaldo talló su historia con personalidad. Algo que pocos pueden presumir.
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