El escándalo y el nuevo lugar de la Conmebol

Joseph Blatter jamás le daría el gusto a una audiencia, convocada por él y con traducción en simultáneo en todos los idiomas del fútbol, de poner su propia cabeza en la guillotina .No iba a permitir que se corte el último eslabón de la cadena de la felicidad para la elecciones de sedes y los repartos de derechos televisivos de la FIFA. Si ese día llegara para él, quedaría el recurso de la sábana blanca y la salida por la parte trasera de un hotel de lujo. Blatter abrió el Congreso de la FIFA en Zurich, justo un día antes de una nueva elección, con el argumento siempre eficaz de las manzanas podridas que deben ser separadas del cajón. Le faltó un agradecimiento explícito al Departamento de Justicia de los Estados Unidos por señalar con el dedo cuales son los parientes que avergüenzan a la familia del fútbol.

Blatter dijo que vendrán malos días y noticias peores para la FIFA. Tal vez haya leído el tweet del periodista escocés Andrew Jennings, el principal investigador de trapos sucios de la FIFA, publicado este jueves poco antes del discurso del dirigente suizo: "Le di al FBI los documentos cruciales que provocaron los arrestos de ayer. Habrá más. Blatter es un objetivo". Después de muchos años, como se sabe, la tarea de Jennings queda justificada y reivindicada. Se coronó, vaya paradoja, con una invasión de Estados Unidos celebrada por casi toda la humanidad. Sin misiles y con información judicial.

El "FifaGate" describe, en el ambito de la Conmebol, un sistema de corrupción que se origina en 1991. Un esquema de otorgamiento de sedes para la Copa América y su posterior explotación comercial alimentado a sobornos. Estalla justo cuando el poder dirigencial del fútbol sudamericano está diezmado. Meses después de la muerte de Julio Grondona. Con Nicolas Leoz con su salud débil. Con Eugenio Figueredo alejado de la toma de decisiones. Se cierra un ciclo iniciado en 2012 por Ricardo Teixeira cuando abandonó la dirección de la Confederación Brasileña de Fútbol. Por consejos legales o por el inevitable trabajo de la biología, los dueños del fútbol sudamericano perdieron espacio y poder. Grondona, Leoz, Figueredo, Teixeira. El fútbol era manejado por ellos. Hoy Blatter finge no conocerlos.

El "postgrondonismo" era esto. Allá y acá. Grondona aparece en la lista de los sobornados en el escándalo de la FIFA. Aquí, en el consumo interno, el final de su era tiene como legado un fútbol demacrado, violento por donde se lo mire, sin visitantes, casi sin locales y con dirigentes que se consideran herederos del viejo orden y vacilan cada vez que deben tomar una decisión. Sin Grondona estalló el escándalo en la FIFA y se fue de madre el fútbol argentino. Nada era bueno antes. Sucede que el dique del poder absoluto fue quebrado y las aguas bajaron turbias.

Es probable que Blatter cumpla otro mandato como presidente de la FIFA. Lleva 17 años en esa oficina y todo parece sorprenderlo como si fuera apenas un pasante. La UEFA hizo sus advertencias y comienza con vehemencia a marcar ciertos límites. En Sudamérica es imposible adivinar si existirán otras maneras de proceder para elegir sedes y comercializar derechos, fuera de esta lógica de vencedores y vencidos del mundo de la TV y el marketing. En la Argentina es un enigma descubrir si los modos cambiarán simplemente porque la corrupción ensucia reputaciones. El punto de inflexión es un horizonte que se corre con cada paso que se da y siempre queda lejos.

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