Consiguen el material de utileros y familiares de los jugadores; las diferentes maneras que tienen para identificar la autenticidad de una prenda y las razones por las que creció el mercado
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El 4 de mayo de 2022 el sitio de subastas británico Sotheby’s vendió la camiseta con la que Diego Armando Maradona le convirtió los dos goles a Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de México 86. El comprador, que pagó la cifra récord de 9,2 millones de dólares, destinó la mítica casaca a la colección permanente del Museo Olímpico y del Deporte 3-2-1 de Qatar y marcó un hito para el mundo de los coleccionistas.
“Hoy la atracción que generan Maradona y Messi trasciende a nuestro país. Los principales coleccionistas están en Oriente y eso disparó el mercado”, le dice a LA NACION Fernando, un fanático de la selección argentina que cuenta con más de mil de camisetas de la celeste y blanca y prefiere mantener su apellido en reserva.
En los últimos años el coleccionismo de remeras de fútbol atraviesa un enorme crecimiento empujado por el fanatismo por Lionel Messi, por los triunfos de la selección argentina y por la muerte de Diego Maradona. “La Copa América 2021 y el Mundial fue el disparador, pero además la pandemia también ayudó al crecimiento del coleccionismo. La gente tuvo más tiempo para desarmar armarios y se encontró con cosas que no sabían que tenían, como camisetas de fútbol. Cuando a esto le agregás la falta de plata la combinación fue explosiva”, explica Fernando. “Algunos coleccionistas elegimos ser cuidadosos y no exponer lo que tenemos porque, a veces mostrar una camiseta de un jugador permite desandar el recorrido que hicimos para obtenerla y puede ocurrir que la persona que te la vendió no quiere que eso se conozca”, explica Fernando justificando su hermetismo.
Los caminos para acceder a una camiseta son diversos, pero en origen no son muchos. Por un lado, los familiares, amigos y allegados que en algún momento recibieron como regalo de un protagonista la remera y por dificultades económicas o por oportunismo, deciden venderla. El segundo gran abastecedor de camisetas son las utilerías de los clubes (y de la AFA, en el caso de la Selección) que cuentan con un stock importante de camisetas y en muchos casos se derivan a una venta informal, o a obsequios de cortesía.
Luego, la camiseta puede tener un largo recorrido y pasar de mano en mano entre coleccionistas que se dedican a revender cuando encuentran una oportunidad de hacer una diferencia económica y para esto los principales canales son internet y la cadena de contactos.
“Estoy atento a lo que se publica por las diferentes redes sociales y en los portales de venta on line porque muchas veces el que vende no es una persona con información detallada y lo publica con cierto desconocimiento”, cuenta Patricio un especialista en camisetas de la selección que vende a argentinos, pero también tiene clientes en el exterior. Como Fernando, pide mantener en reserva su identidad. “Una de las grandes colecciones de la selección y de Messi es de un brasileño que paga muy bien por piezas interesantes”, afirma Patricio que cambió de rubro a partir de la pandemia y desde ese momento se dedica a la compra y venta de camisetas.
Los especialistas explican que inicialmente hay tres tipos de camisetas. La primera, y a las que se puede acceder con más facilidad, son las que se compran en los comercios de deportes. A estas les llaman “de tienda”. La segunda, que no siempre está disponible para todos los modelos, es la que denominan “oficial”, se trata de una casaca igual a la que usan los jugadores y también se las encuentra en los locales de indumentaria deportiva. Las “oficiales” son de una tela diferente y cuentan con detalles como escudos y etiquetas que las distinguen, y también las encarecen. Por último, están las camisetas que llaman “de utilería, o de juego”, y son las que buscan incansablemente los coleccionistas. Estas son las que usan los jugadores, aunque muchas quedan en los depósitos de las utilerías de los clubes y que luego se regalan o se venden.
Hay una cuarta categoría y son las “usadas por un jugador”, pero aquí los especialistas explican que validar esto es complicado, aunque existen evidencias que permiten acercarse a la idea de que una camiseta fue realmente vestida por un futbolista en un partido específico. El primer indicio lo dan los detalles propios que los coleccionistas conocen a partir de la observación y la investigación. Etiquetas, escudos, “parches” y particularidades de diseño son algunas de las claves.
Se trata de un mercado informal, donde los reflejos para encontrar las oportunidades en el océano de las redes sociales y la posibilidad de cerrar con rapidez un acuerdo son las claves de éxito. “El mundo de las camisetas es sumamente informal y a veces complicado. Casi siempre, el que se desprende de una camiseta lo hace porque está en una mala situación y la vende al mejor postor. Cierra un valor con vos, la vas a buscar, y cuando llegás te dice que se la vendió a otro por unos pesos más”, explica Patricio.
¿Cuánto vale una camiseta de colección? Ese es un aspecto controvertido. “Depende”, dicen los conocedores. El club o selección a la que corresponde, el jugador y el partido en que se usó son algunos de los elementos que definen el valor. “Una camiseta del Mundial de Qatar usada por Messi, o alguno de los jugadores más destacados, se puede vender entre 3000 y 5000 dólares”, explica uno de los coleccionistas conocedores de este mercado. “El precio final depende del entusiasmo del comprador”, remata.
Una camiseta de River de 1986, o de Boca de 1981, puede costar alrededor de 5000 dólares, pero contar con el dinero y las ganas por tenerla no alcanza. Se trata de piezas difíciles de encontrar. A la inversión hay que sumarle paciencia para ubicar al vendedor.
Amor por la celeste y blanca
Visitar el espacio donde Fernando expone su colección de la selección argentina es emprender un viaje en el tiempo. Al entrar, sorprenden unos botines Puma negros y blancos que Diego Maradona usó en 1995, en el comienzo de su última etapa en Boca. Pegados a los del 10 asoman otros botines Adidas blancos, que al alzarlos casi levitan, con sus grabados en la cara interna del derecho: Thiago, 02 11 12 y Mateo 11 09 15; y en el izquierdo: Ciro 10 03 18 y Anto. La familia Messi plasmada en un par de zapatillas
Enfrente de los botines de los dos futbolistas más emblemáticos de la historia argentina, en un enorme exhibidor, descansan más de 40 pelotas mundialistas, desde la Tango 1978 hasta la Al-Rihla de Qatar 2022.
El buzo verde que Ubaldo Matildo “Pato” Filliol usó en el Mundial 1978 se destaca en medio de dos percheros interminables, donde casi todo es celeste y blanco. El museo privado de Fernando es un templo pagano dedicado a la pasión por la selección, donde cada detalle transporta a otros tiempos, mientras suena de fondo el murmullo de una hinchada imaginaria entonando el Himno a capella.
“El Mundial 86 me marcó a fuego y fue el momento en que comenzó mi pasión por Argentina. Entiendo que alguien piense que el paralelismo es forzado, pero para mí la selección es el país”, cuenta Fernando, poseedor de más de mil casacas del conjunto nacional.
El coleccionista despliega una camiseta de la selección argentina con el número 14 en el frente que, asegura, usó Javier Mascherano. “En primer lugar, se ve que es de utilería porque Adidas indica los talles en letras para las vende en tiendas (XS, S, M, L y XL) y en números para las de uso de los jugadores. Por otro lado, tiene el parche del día de ese partido: Nigeria - Argentina, 26 de junio 2018, San Petersburgo. Y finalmente posee unas pequeñas manchas de sangre que me permiten estar, casi seguro, de que fue la que usó Mascherano en ese partido”, explica Fernando.
En el mundo de las camisetas, las rarezas y particularidades son muy frecuentes, y la posibilidad de adueñarse de esas piezas únicas son la debilidad de los coleccionistas. Fernando atesora una remera de Argentina cuando ganó la medalla de oro olímpico en Pekín, que tiene algunas peculiaridades. “En los Juegos Olímpicos 2008, la selección jugó el primer partido con una camiseta que tenía el escudo de AFA y tuvieron que modificarla por pedido del Comité Olímpico porque en esa competencia el equipo representa al país y no a la asociación, como ocurre en un mundial”, explica Fernando. “Por este motivo ocultaron el escudo pintando una a una las camisetas, pero mantuvo el relieve. El utilero me contó que tuvo que hacerlo a las apuradas con la ayuda de un chino”, cuenta Fernando.
“Mi vida gira alrededor de las camisetas de fútbol”
La mayoría de los coleccionistas comenzaron tímidamente hasta que la cantidad de camisetas y el lugar donde guardarlas se convirtió en un problema. “Tu vida comienza a girar en torno a las camisetas, y para todo coleccionista el lugar donde guardarlas es un desafío. Hace poco me mudé y tengo una pieza dedicada a la colección con un mueble que preparé para exhibirlas, con pasto sintético en el piso y todo ambientado. Es el templo”, cuenta Torres. Y de inmediato aclara: “Mi colección no es de las más grandes, pero sí es de muy buena calidad. Tengo camisetas muy valiosas”.
Federico cuenta las dificultades que enfrentan algunos colegas en el momento de justificar, en su entorno, el dinero que dedican a la compra de camisetas. “Tengo amigos y clientes que podrían tener más camisetas, pero la familia les pone un freno, o no pueden blanquear lo que pagan por una camiseta para evitar discusiones. Lo mismo sucede con el riesgo que a veces asumimos, yendo a lugares que el sentido común te dice que no conviene. Me metí en barrios muy ásperos a a buscar una camiseta con la plata en el bolsillo, una locura”.
La tarea de un coleccionista, y de quien compra y vende, es sobre todo, un trabajo de investigación. Por un lado, identificar oportunidades, pero además chequear a partir de imágenes, videos y de una observación detallada, que lo que ofrecen cumpla con lo que prometen. “Si no investigás, te comés buzones. Algunos compran cualquier cosa y se creen el cuento”, afirma Federico, que se considera un conocedor del mundo River y de la selección argentina, lo que le permitió construir una colección importante.
Las camisetas de la final de la Copa Libertadores de 2018 son de las piezas más buscadas por los riverplatenses, junto con las pocas que se encuentran de los títulos de 1986 (Libertadores e Intercontinental). Las de ambas finales ante Boca tienen como curiosidad el ajuste que hubo que hacerles a los “parches” con la fecha que identifica el encuentro. El primer partido en la cancha de Boca se corrió un día por lluvia, y el segundo en el Monumental se suspendió y se mudó a Madrid. “Hay camisetas de utilería con la fecha original sin corregir que no se utilizaron, otras que le pegaron un parche encima para corregirlas que no se usaron, y por último con el parche correcto que llegaron a tiempo”, explica Federico Torres, que atesora en su colección alguna de las casacas que se usaron en el Bernabéu.
La historia y el espíritu del fútbol de pueblo
“Tengo unas 3400 camisetas de equipos argentinos. No colecciono de jugadores específicos o de partidos en particular. Lo que yo busco es tener camisetas de todos los clubes de nuestro país, y el corte lo hago en clubes afiliados a AFA, que en total son unos 6000″, cuenta Hernán Braunsteni, un médico oncólogo que pasa sus días entre el hospital, su consultorio y una pila interminable de remeras de fútbol.
“Cuando entrás en el mundo de clubes de pueblo y de ligas del interior descubrís una realidad distinta a la de equipos de primera, jugadores estrella y de las marcas reconocidas. Lo que a mí me interesa es rescatar las historias y el espíritu de un fútbol más romántico y menos comercial; el de los pueblos”, explica Hernán que es médico clínico, oncólogo y geriatra, con un posgrado en medicina del dolor y cuidados paliativos. “Mis pacientes son un camino para conseguir camisetas, y además una forma de establecer un vínculo diferente”, explica Braunsteni.
Hernán tiene una memoria que sorprende y su cabeza es un gran archivo de localidades, clubes y camisetas. “Tiempo atrás atendí a un paciente operado de un tumor que acudió a mi consulta para el tratamiento de recuperación. La madre me dijo que jugaba al fútbol y que eran de Gualeguaychú. Pensé que me iba a decir que era de Juventud Unida, que es el club más grande, pero me explicó que jugaba en Pueblo Nuevo. ‘El de la camiseta blanca y verde’, le respondí. Me miraron sorprendidos, porque es un club chiquito. En la siguiente consulta me trajeron la camiseta.”
“Otro paciente de Río Gallegos me consiguió camisetas, que no tenía, de Independiente de San Julián y de Hispano Argentino, y a partir de ese contacto pude completar todos los clubes de la liga de San Julián, que es una de las tres de Santa Cruz”, detalla Hernán, que de su extensa colección atesora una remera: “La que más quiero es una del Club Platense Porvenir de Reconquista, firmada por Gabriel Batistuta, el equipe donde se inició, y que también me regaló una paciente”.
El principal recurso de Hernán para conseguir las camisetas que buscan son las redes sociales de los equipos. “Me contacto con un club y les planteo mi intención de comprar la camiseta. Prefiero no aceptar los regalos, porque comprando esa camiseta estoy ayudando, y para mí eso es muy importante”.
El canje es otro camino que Hernán propone a los clubes. La camiseta del club Puerto Piray de Misiones, que juega en la Liga de Eldorado, la consiguió a cambio de un botiquín, y la de El Potrero de Las Flores, por dos pelotas de fútbol.
Hernán cuenta con muchas camisetas con historias por detrás: “Me gusta mucho la de River Plate de Bell Ville porque combina el nombre de los Millonarios con los colores de Boca, pero dos de mis preferidas son la de Las Tapias de Villa Dolores, que tiene una imagen de soldados en Malvinas, y la del Club Atlético Salta de Santa Cruz, con el General Miguel de Güemes en el pecho”.
Unos pocos peleando por lo mismo
Federico Fucci, es hincha y coleccionista de camisetas de Tigre. Su primera remera es una de 2002, cuando el equipo de Victoria no atravesaba un buen momento y el proveedor de indumentaria era una marca que ya no existe, EZ, que se dedicaba a fabricar para equipos de barrio. “Tengo 230 camisetas de Tigre, lo que de por sí es una rareza, porque no somos muchos. Cuando aparece algo interesante nos peleamos por llegar primero, pero a esta altura me enfoco solo en aquellas que realmente me interesan y que son muy especiales”, explica Federico.
“La camiseta que más valor tiene para mí es la de un partido de 1982 cuando Tigre jugó contra San Lorenzo en cancha de River, que se considera como el encuentro de mayor concurrencia en la historia del fútbol de ascenso. Es una camiseta Adidas blanca con las tiras rojas, sin el escudo de Tigre y con la publicidad de Passarini Azpiazu Seguros. Es una reliquia”, afirma Fucci, que no había nacido cuando se jugó ese partido.
Federico cuenta que dedica entre media y una hora por día a bucear en redes sociales y sitios de compra y venta: ”Estoy todo el tiempo atento a pescar cualquier cosa interesante que aparezca porque si me duermo, aparece otro y lo pierdo. El mundo de Tigre es menos complejo si lo comparamos con la selección o con equipos como Boca o River, pero tiene la contra de que somos pocos peleando por lo mismo”.
La que nadie tiene
Eugenio Palópoli es uno de los autores de Camisetas legendarias del fútbol argentino que escribió junto con Diego Silber, Sebastián Ruggiero y Santiago Chichizola. Para Palópoli, el mundo de las camisetas lo lleva a su adolescencia y cómo llamaban su atención detalles y elementos que otros no miraban. Los logos, las marcas y los primeros diseños que rompieron con la monotonía fueron el disparador que lo llevaron a convertirse en un especialista de las marcas deportivas y a escribir un libro que repasa la historia de las camisetas legendarias de nuestro fútbol. “Para mí, el Mundial 1982 fue un punto de quiebre. Recuerdo que al ver el partido con Bélgica me llamó mucho la atención lo diferente del diseño de esa camiseta. Fueron cosas que me quedaron en la memoria emotiva, y recién de grande retomé el interés, que se potenció con la llegada masiva de internet y que me posibilitó comenzar a investigar y juntar información de páginas web, de coleccionistas y de investigadores”, le cuenta a LA NACION.
El investigador, que es hincha de Racing, cuenta con algunas camisetas de la Academia que atesora, pero la estrella que le falta a su modesta colección es una figurita difícil de la que solo tiene una réplica: “La de la final que le ganó a Banfield en 1951. En ese partido Racing usó una camiseta alternativa azul, con una franja celeste en el centro del pecho. No tengo noticias de nadie que la tenga”, dice.
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