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Fernando Aguerre, en Tokio 2020: el argentino que llevó el surf a los Juegos y quiere provocar una ola de pasión
“Era el hombre invisible; nadie me veía”, reconoce el dirigente, cuando intentaba promover la disciplina en el Comité Olímpico Internacional; finalmente, ganó la batalla política y su deporte debutará en el programa
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Fernando Aguerre nació a ciento cincuenta metros del mar. Las olas fueron sus juguetes y la playa, su cobijo. En su Mar del Plata natal fue el precursor del surf en la Argentina, en la década de 1970. Durante años y años luchó para que lo que se consideraba socialmente como un pasatiempo cool, se lo reconociera como un deporte. De una gota de agua hizo un océano: en unas horas, el surf debutará en los Juegos Olímpicos. Aquel voluntario al que la aristocracia olímpica ignoraba cuando pedía audiencias –”era el hombre invisible; nadie me veía”- hoy está sentado en la mesa grande. Como dijo, emocionado, en el discurso de bienvenida al Comité Olímpico Internacional (COI), está terminando la ola más larga de su vida. “No puedo definir todavía lo que estoy sintiendo”, exclama Aguerre mientras cuerpo y mente viajan de Tokio a la playa de Tsurigasaki, en la localidad de Ichinomiya, a 100 kilómetros de la capital japonesa, donde el surf vivirá durante una semana su hora más gloriosa.
Nunca un argentino había llevado a un deporte a los Juegos Olímpicos. El surf debutará en Tokio junto al skate y la escalada deportiva. El COI, especialmente su presidente, el alemán Thomas Bach, busca en ellos la atracción que tienen en la juventud y el alto impacto que generan en la televisión y en las marcas que van por fuera de las tradicionales en el campo deportivo. Aguerre, presidente de la International Surfing Association (ISA), el norteamericano Gary Ream, titular de la International Skateboarding Foundation, y el italiano Marco Scolari, al frente de la International Federation of Sport Climbing, son los protagonistas de World Debut, un flamante documental de 1 hora y 28 minutos lanzado por YouTube.
Aguerre nació el 9 de febrero de 1958 en lo que hoy es la capital nacional del surf. A sus 4 años, sus padres se instalaron a 10 cuadras de El Torreón, donde él y su hermano Santiago empezaron a encarar las olas con tablas de madera. Norma, su madre, iba con ellos todas las mañanas a la playa y mientras sus hijos jugaban, ella nadaba mar adentro. “Al mediodía subíamos a almorzar y a la tarde nos volvía a dejar en la playa, así que el mar es mi lugar”, cuenta. Y agrega: “Yo no era bueno en los otros deportes. No jugaba bien ni al rugby ni al fútbol, por lo cual en el mar me sentía igual o mejor que el resto”.
Jugó al rugby en Mar del Plata Club y en Universitario. En el colegio fue compañero de Eduardo “Tato” Sanguinetti, un Puma que jugó en CUBA. “No era bueno al rugby, pero –se ríe- tengo tres amigos Pumas: Tato y Emo (Guillermo) Sanguinetti y el Gurí (Buenaventura) Minguez”. Otro Puma, Agustín Pichot, tuvo un gran protagonismo en la llegada del rugby a los Juegos anteriores, en Río de Janeiro.
Aguerre fue a competir al Mundial de Francia en 1992. Quedó eliminado temprano y una noche invitó a cenar a los dirigentes americanos para empezar a organizarse. A los pocos días fundó la Asociación Panamericana de Surf. Lo eligieron presidente. En 1993 organizó el primer Panamericano. En 1994, en el Mundial de Río, los norteamericanos lo propusieron como presidente de la ISA. Ganó la votación. De ahí en más cambió un deporte que, por esa época, había salido de sus fronteras a través de la película “Punto límite”, protagonizada por Keanu Reeves y Patrick Swayze, y en la cual el hilo conductor es un grupo de surfistas. De 28 países afiliados en este entonces se avanzó hasta los 110 de la actualidad. Y se calcula que lo practican más de 40 millones de personas.
La búsqueda olímpica de Aguerre se remonta a fines del siglo pasado, cuando el presidente del COI era el español Juan Antonio Samaranch. Su misión siempre fue cumplir el sueño del hawaiano Duke Kahanamoku, considerado el padre del surf moderno y quien pidió hace 100 años que esta disciplina sea incorporada a los Juegos. Kahanamoku fue campeón olímpico de natación en Estocolmo 1912 y en Amberes 1920. El día que dio su discurso en la bienvenida del COI al surf, en Río de Janeiro 2016, Aguerre rompió los moldes burocráticos y prusianos de la corte olímpica: a su clásico moño le agregó un collar de flores –el lei hawaiano, que es un símbolo de afecto- que le había dado Florencia, su mujer, antes de entrar.
La carrera vertiginosa de Aguerre como dirigente –siempre aclara que es ad honorem- es una foto de la de su vida. De chico coleccionaba estampillas y dice que a los 15 años ya había leído unos 300 libros y que discutía de política y economía con los amigos de su padre. Fue disc jockey, organizó fiestas y con su hermano primero empezaron arreglando tablas.
“Nuestro padre nos enseñó a ser buscas, a encontrar soluciones. Así fue como nos ayudó a comprar una máquina pulidora: arreglábamos las tablas en 5 minutos. Todos venían a nuestro negocio”. Luego abrieron un local –Ala Moana- que vendía camisas hawaianas y los primeros trajes de baño de surf que llegaron al país. Los diseñaban ellos y los mandaban a hacer. Fue otro éxito. Más tarde, a comienzos de los 80, cuando en la dictadura –que los corría cuando iban a surfear-, la economía de Martínez de Hoz arruinó la industria local, se fue a California. Allá ya estaba su hermano. Los dos tienen pie plano y nunca encontraban ojotas cómodas. Diseñaron unas e inventaron una marca que años después se hizo aún más famosa organizando concursos en los que las mujeres mostraban sus traseros. “El primer año vendimos 3.000, el segundo 15.000, pusimos publicidades en las revistas y el tercero vendimos 100.000. Al quinto año estábamos en 500 mil y al sexto año, en un millón “, relata.
“Seguimos con la ropa y el negoció funcionó todavía más. Después vendimos la empresa. Antes todos me conocían como el dueño de Reef, ahora por el surf, y eso me encanta”, completa. En el camino siguió los pasos de sus padres y se recibió de abogado. Vive entre La Jolla, en San Diego, y Mar del Plata. La frutilla del postre en estos Juegos es que también habrá compitiendo un argentino: Lele Usuna. “Lo conozco desde que nació. Lele vivió 10 años en San Diego y entró de casualidad, porque se liberó una plaza de los Panamericanos. Pero tiene chances en Tokio, claro. De todos modos, ya es un éxito para nosotros que haya un argentino en un lote tan reducido”.
Lo único que lamenta Aguerre es que a raíz del estado de emergencia que se instauró en Japón hace unas semanas y por la decisión de disputar sin público todas las pruebas, no se podrá realizar el Festival que había organizado al mismo tiempo de las competencias. “Íbamos a tener yoga, música, bandas, DJ’s, comida orgánica, ambientalismo y clases de surf, pero quedará para el futuro. Ya estoy pensando en París 2024 y soñando con llevar las pruebas a Tahití, en la Polinesia Francesa”, remata.
El surf tiene la ventaja de ser un deporte relativamente accesible desde lo económico. Una tabla buena ronda los 40 mil pesos. Aguerre completa: “Y el mar es libre, nadie te pide un carnet para entrar”. En estos tiempos de pandemia que tanto tememos cuando escuchamos que se viene una nueva ola, el surf llevará a millones de personas en todo el mundo el verdadero disfrute de las olas.
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