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Federico Gil, tras consagrarse en la Copa del Mundo de tiro: "Nos jugaron sucio desde la federación, es de mala gente"
El tirador se coronó en el torneo de Chipre ante las principales figuras, pero su alegría no es total: estuvo a punto de no viajar porque su padre y coach había sido excluido de la delegación
La Argentina consiguió un resultado histórico en tiro. Y por poco no lo logra porque el tirador y su entrenador casi no viajan. Una interna entre la Federación Argentina de Tiro (FAT) y el coach que consiguió más logros para ese deporte en los últimos años hubiese sido la principal razón de esa ausencia. Esta vez, a diferencia de otras épocas, el dinero no era el problema. El Enard, como lo viene haciendo desde 2010, solventaba todo. La dirigencia argentina quedó otra vez bajo la lupa.
Estas líneas deberían destacar solamente el logro de Federico Gil , que en skeet –disciplina del tiro que consiste en dar en el blanco a platos que son lanzados al aire– ganó la Copa del Mundo de Chipre. El torneo más importante para el tiro –que tiene 15 disciplinas olímpicas– son los Juegos Olímpicos. Después, en relevancia, le sigue el Mundial, que se lleva a cabo todos los años. Y luego las Copas del Mundo. Son tres anuales. El domingo pasado, Federico, que desde 2015 se está afianzando en el mejor nivel internacional –ya había disputado tres finales de Copa del Mundo y una final del Mundial–, se subió a lo más alto del podio. Existe otro detalle que vale subrayar: los tiradores que compiten en unos Juegos Olímpicos, en un Mundial y en las Copas son los mismos, con lo cual el logro de Gil cobra una dimensión aún mayor.
Horacio Gil es el padre y coach de Federico. A su vez, entrena a su otra hija, Melisa, quien también compite en skeet y consiguió un diploma olímpico en Río 2016, y a Fernando Borello, que se desempeña en la modalidad trap o fosa olímpica (también se dispara a platillos). Son los tres mejores tiradores de los últimos años. Sin embargo, hasta 2015, cuando Federico se clasificó para la final del Mundial, sus hijos le pagaban los viajes a Horacio Gil porque la Federación no lo incluía en el seleccionado nacional. “Era irrisorio que nosotros tuviéramos que seguir pagándole el pasaje de nuestro bolsillo cuando teníamos resultados de nivel internacional”, comenta a la nación Federico Gil. Y añade: “Ahí, después de llegar a la final del Mundial de 2015, fue cuando Ciriaco Caporaletti –el otro entrenador que los acompañaba entonces– se hizo a un costado. Y todo empezó a fluir mucho más. Pudimos empezar a armar las giras, establecer las prioridades. El tiro es un deporte muy complejo, muchas veces no podés entrenar en la cancha. Entonces tenés que ver dónde prepararte, necesitás aclimatarte. Es de los deportes que más concentración exige porque el porcentaje de error es nulo”, señala.
La noticia inesperada
Cinco días antes de viajar a la Copa del Mundo, Federico se enteró por un mail de la Federación Argentina de Tiro (FAT) de que su padre no viajaría y que en su lugar lo haría Caporaletti. Esto motivó que los tres dirigidos por Horacio Gil decidieran no viajar. “Nunca en 17 años me bajé de una gira. No sólo yo y mi hermana tomamos esta decisión. Fernando Borello dijo lo mismo: hasta acá llegamos, nos bajamos”, cuenta Federico. ¿Cómo se resolvió que finalmente los atletas viajaran? El Enard habilitó un pasaje más para Horacio, y los tres tiradores se subieron al avión, junto con su coach. Desde Chipre, Federico atiende el llamado de la nación. Explica que luego de las tres finales de Copa del Mundo y del Mundial que disputó en los últimos dos años, pudo vencer una presión que ya empezaba a sentir. Y admite que “esta final tuvo un plus especial”.
–¿Y eso tuvo que ver con la casi no ida de tu padre?
–Claro, tuvo que ver con una jugada muy sucia de la Federación. Nosotros volvimos de la Copa del Mundo de la India, en marzo, con Fer Borello, que venía de ser finalista en una disciplina donde la Argentina nunca lo había conseguido. Y con Meli (su hermana Melisa) habíamos conseguido la plateada en categoría estilo mixto, en la que competían los mejores del mundo. Y a pesar de esto, nos enteramos de que la Federación, en los formularios que había mandado al Enard, ponía como entrenador a otro –Ciriaco Caporaletti– para la Copa del Mundo de Chipre. Ya había estado en el equipo trabajando unos seis años, sin ningún resultado, ni siquiera a nivel sudamericano. Nos jugaron sucio no sólo por esto, sino también porque en todo el mes no nos dijeron que no nos iban a mandar con mi padre. Pregunté a qué se debía, porque técnicamente no había ninguna razón, y la respuesta que me dio el director técnico nacional (Ariel Martínez) es que querían probar. Me dijeron que no había ningún criterio técnico, pero que el presidente de la Federación quería probar” (ver aparte).
Desde Chipre, todavía furioso, Federico sigue sin pausa con el relato: “Obviamente, en todo momento, en la final, cuando tenía un instante para pensar, pensaba en eso. En bueno, esta es la oportunidad de demostrarles quién soy. Porque pareciera que todas las otras finales se las habían perdido (se ríe)”, aliviana con humor.
–Lejos de desconcentrarte, ¿te fortaleció?
–Sí, claro. Porque cuando a vos te pegan tan duro… Se supone que tu federación te tiene que contener. Tiene que estar para que vos llegues a los resultados que se esperan. Porque el Estado invierte en mí, pagándome todos los insumos, entonces la lógica es que ellos me tienen que cuidar.
–El sitio web Olímpicos Argentinos publicó que hay una interna con tu padre por parte de la Federación. ¿Es así?
–Es cierto. Mi papá fue deportista por 30 años representando a la selección. De hecho, tiene igualado el récord del mundo. Es 12 veces campeón nacional y fue quien toda la vida nos entrenó. El problema es que a la Federación hace 40 años que la dirigen las mismas personas y mi papá se cansó de pelear con ellos por la manera que tienen de dirigir. Vivimos en un país donde si vos decís las cosas como son siempre te tildan de rompe pelotas, el loco, nunca te ven como alguien que pretende que las cosas salgan bien. Nunca fue querido. Además, de las tres grandes ramas del tiro, que son el rifle, la pistola y la escopeta, la suya, que es la escopeta, no tiene representantes en la Federación.
Un acto de cobardía y palabras que no olvidará
Pero la rabia de Federico es aún mayor por la situación de salud en la que se encuentra su padre: “Si hay algo que me molesta, y por eso estoy así de dolido, es que ellos saben que mi papá está atravesando una enfermedad muy difícil. Y hacerle esto es de mala gente. Porque si me la hacen a mí, me la banco. Pero ellos saben que mi papá está recuperándose ni más ni menos que de un cáncer. Y también saben que aún así acomodó todo su tratamiento a lo largo de este tiempo para no faltar a una sola de todas las giras y dar absolutamente todo. Entonces, que ahora, a una semana del viaje, le dijeran que tenía que desarmar las valijas, me pareció de los actos más bajos y cobardes que viví en mi vida”, se sincera el ganador de la Copa del Mundo.
La primera vez que Federico compitió internacionalmente fue a los 12 años. Y justo un día antes de consagrarse campeón de la Copa cumplió 29. Hace 17 años que practica tiro. Su salto de calidad lo dio en los últimos cinco. Mucho tiempo pasó desde aquellos primeros tiempos en los que su madre fabricaba platos para ahorrarles dinero. Los insumos son muy costosos y la cantidad de tiros que se entrenan son fundamentales para lograr el nivel internacional que actualmente exhibe Federico Gil.
El tiro, por las características propias del deporte, es una actividad longeva, que se puede ejercer por décadas. Por eso, el camino de Federico, además de ya ser fructífero, también es promisorio. Cuando el Enard comenzó a repartir becas, los Gil advirtieron que los primeros resultados importantes llegarían en cinco años. Así fue. Desde 2015, Gil llegó a cuatro finales de Copas del Mundo y a otra del Mundial. Para llegar a ese nivel, practica unos 250 a 400 tiros al día, y entre 40 mil y 60 mil por año. El próximo gran desafío será el Mundial de Rusia, en septiembre. Y después, la serie final de la Copa del Mundo, en India, a la que se clasificaron los tres podios de las tres Copas.
Además, “como los futbolistas que se quedan pateando penales después de la práctica”, ejemplifica Federico, él entrena la final que disputó el domingo unas cinco veces en la semana. Tira a unos 60 platos y su promedio suele estar entre 58 y 60 aciertos. Necesitó 56 para ganar esta Copa del Mundo. Son seis finalistas. Luego de los primeros 20 platos que se lanzan, en las tres posiciones centrales de tiro, que son las de mayor dificultad, se elimina al peor tirador. Y así sucesivamente en bloques de diez tiros hasta que se consagra un campeón.
Para llegar a la final disputó 5 series de 25 platos. En la última serie, necesitaba una excelente performance para clasificarse. Las palabras de su padre y entrenador, Horacio, fueron claves. Así lo relata Federico: “Era la última ronda…Y ahí ves cuando tener un entrenador te marca la diferencia. Porque en ese momento, antes de tirar, mi papá empieza a putearme, a decirme lo que tenía que hacer y es ahí donde me dice Bueno, ahora salí a la cancha –Federico se quiebra en el relato– y tirá como un campéon porque si no te quedás afuera. Si no pegás un 25, no entrás. Quiero que te la juegues toda y hagas un 25 o no hagas nada”. Federico respira hondo. “Me cuesta no emocionarme”, dice mientras otra vez suspira profundo. “Y salió. A veces no sale. Pero esta vez salió”.
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