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Federico Bruno, yo no te voy a juzgar
Una mirada tras la carrera que realizó el atleta de Concordia de 23 años; el futuro lo ilumina en medio de la oscuridad en la que se siente por los manejos de la CADA
Bastó con que Federico Bruno cruzara la meta del maratón olímpico de Río 2016 corriendo lateral, ante un Sambódromo sorprendido, para que estallen las opiniones, de un lado y del otro sobre cómo había finalizado su carrera. Si se trata de glorificar o crucificar, los argentinos somos especialistas. ¿Qué debió hacer Bruno? ¿Fue conmovedora su llegada o en cambio, fue una vergüenza para el espíritu olímpico? Algunos fueron más allá, reflotando premoniciones y algunas notas periodísticas previas a estos Juegos: “Bruno se equivocó de sendero”: Lo cierto es que, como pasa en muchos órdenes de la vida, necesitamos que alguien haga lo que nosotros no podemos hacer para volcar todas nuestras miserias incluso si se trata de un chico de 23 años con todo por delante. En mi opinión, no fue ni una cosa ni la otra. Fue valentía pero también una enseñanza que seguramente guardará él.
¿Acaso Bruno debía hacer lo que nosotros opinábamos que debía hacer o queríamos que hiciese? Probablemente debía hacer lo que él quería: ir al maratón –no tuvo otra opción– terminarlo a cualquier costo y ser olímpico. Quizás, en el proceso de clasificación, Bruno tenía que hacer lo último que le quedaba para ser un atleta olímpico, su anhelo desde chico: buscar la marca en una distancia que no era la suya y que ni siquiera había corrido alguna vez, una marca posible en su esquema pero que suponía un cambio trascendental en su manera de entrenar y sobre todo lo haría crecer de golpe y a los golpes. Federico Bruno, con una conducta intachable, viene corriendo desde hace muchos años en la pista, con marcas sorprendentes e incluso compitiendo en escenarios primermundistas del mediofondo como Europa y Estados Unidos. ¿Qué pasó? La versión oficial llegó de Bruno y la CADA ensayó una respuesta que sonó laxa. Más allá de quién tuvo la razón o si es a medias, Bruno hizo lo que probablemente cualquier mortal disfrazado de súper hombre haría: correr a cualquier costo con tal de llegar a su objetivo. Y lo pagó. Y lo sabe, lo sufre y lo admite con cierta vergüenza. Sobre su decisión en la carrera, podemos tener opiniones disímiles, pero juzgarlo por eso supone un acto engañoso y vil contra, insisto, un chico de 23 años que tiene todo por delante. ¿Es igual abandonar un maratón en el kilómetro 19 que en el 37? No, no es lo mismo. Abandonarlo en el kilómetro 19 implica una situación al borde, habla de que el atleta no puede seguir más. Lamentablemente, le pasó a Marita Peralta. Pero en el kilómetro 37, y les propongo el ejercicio de ponerse en el lugar del que está corriendo, probablemente haya que terminar la carrera porque "sólo" faltan cinco kilómetros para la meta. ¿Abandonaría alguno de ustedes el maratón de un Juego Olímpico después de haber luchado tanto, como cualquier atleta, para ir? Entendamos, igualmente, una cosa es ser amateur y otra muy distinta atleta de elite.
La pregunta suena una y otra vez en mi cabeza: ¿debemos juzgar a un atleta que tiene 23 años, un futuro inconmensurable y el talento suficiente en su prontuario? Quizás Bruno, que llegó a sus primeros Juegos Olímpicos después de muchos años de esfuerzo, contra las maniobras de la CADA y contra sus propias sombras (a último momento decidió "probar suerte" en el maratón ya que no tenía liebres en Sudamérica para conseguir la marca en 1500 que se le exigía), pueda equivocarse. Errar, equivocarse, probar experiencias, no es un pecado. Federico Bruno, a esa humillación por parte de la entidad que rige el atletismo en nuestro país, respondió con una sobria clasificación en Hamburgo, en su primera incursión en la distancia y tras bajar el ritmo por calambres. Clasificación tan válida como las de Luis Molina y Mariano Mastromarino, con más experiencia y que también denunciaron el destrato de la CADA. El atleta con mejores marcas nacionales en 1500 y 5.000 metros, medallas en sudamericanos y un dominio abrumador en 10.000 metros en pista y 10k en calle, pagó caro el domingo 21 de agosto pasado su decisión inevitablemente empujada por razones externas. Pero atención: no es problema nuestro, ni siquiera podemos, repito -y es mi opinión- juzgar a un chico que corrió un Juego Olímpico, que tiene un equipo que lo conduce y que en sus primeras declaraciones post maratón, hizo su mea culpa por la forma de llegar. Además, Bruno ya anunció, para que nos quedemos tranquilos y como si tuviese que darnos explicaciones, que volverá a la pista.
Los argentinos tenemos la triste costumbre de criticar resultados y métodos para con todos los deportes y sin distinción, aunque resulte más injusto en algunos casos, como el del atletismo, que cuenta con el 1% del presupuesto que se le destina al fútbol. Queremos que los deportistas o atletas hagan lo que nosotros haríamos o, mejor dicho, lo que nosotros no podemos hacer. Quizás también aflore la miseria por lo ajeno, ya sea bueno o malo. Bruno tiene un talento inexorable y las personas que trabajan con él a su alrededor tienen que ayudarlo, conducirlo, encausarlo como al resto de los atletas. El estado tiene que invertir más, los empresarios del running y las mega carreras de calle tienen que apoyar al atletismo, los medios periodísticos tienen que difundirlo más, pero nosotros, que estamos detrás de una computadora tuiteando, que hablamos en el trabajo sobre Río 2016 y que practicamos running como aficionados, debemos ser más responsables en nuestras opiniones, ya que a veces podemos hacer daño. Ojalá Bruno siga haciendo lo que él decida, y que siempre sea feliz y nos dé muchas alegrías, que siga siendo noticia por sus récords, sus carreras ganadas y no por haber terminado una carrera acalambrado, un suceso deportivo que en este país fue más importante que la carrera de Mariano Mastromarino, segundo mejor tiempo de un argentino en un Juego Olímpico. Porque tampoco creo que vale glorificarlo en demasía.
En Tokio, Bruno tendrá 27 años, un año menos que la edad actual del campeón olímpico en 1500, Matt Centrowitz. El futuro le sonríe, pero depende de muchos factores. Uno de ellos es dejarlo en paz, que ejecute con sapiencia, recursos y apoyo su carrera. En el camino hacia ese futuro, elijo no juzgarlo.
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