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Ezequiel Fernández Moores: "Todos somos Messidependientes"
Escena 1: sos adolescente y estás en la playa de Miramar, junto con un amigo, mirando el horizonte. Entonces él te dice: "Creo que deberías estudiar periodismo". Escena 2: año 2017. Te entregan el Kónex de Platinoal periodista deportivo más importante de la década. Conectá del modo que quieras ambas situaciones.
La de la playa es mucho más auténtica: un adolescente que terminó el secundario y que no sabe qué hacer de su vida. La otra, qué sé yo, si uno tiene que creer en los premios y en las sentencias de el mejor y el peor, estamos en el horno. Lo tomé como un reconocimiento y no lo desprecio, pero de ahí a creer esa sentencia, es una tontera. Siempre defendí las cosas que escribí. Y eso me parece más valioso que cualquier otro premio.
¿Cómo te llevás con los elogios?
Incómodo. No me gusta ser el centro de la escena. Yo no soy un famoso, no soy un televisivo, lo mío es más de nicho. La persona que me lee elogia un trabajo, no una cara. Tuve como primer jefe periodístico a Horacio Tato, director de NA (Noticias Argentinas) y de DyN. En el 82 hicimos una investigación profunda que provocó gran impacto sobre los gastos del Mundial 78, entonces venían de revistas importantes para hacer algo así como El Watergate argentino, y poco menos que éramos Woodward y Bernstein. Yo no sabía qué cuernos responder, entonces Tato me ayudó cuando me dijo: "El periodista nunca es noticia; la noticia es la noticia". ¿Cuál es mi fuerte? A mí me gusta intentar salir del lugar común y provocar desde las preguntas más que desde las afirmaciones. Incomodar.
Boxeo. Primero te interesaste en el daño neurológico que provoca ese deporte y hasta fuiste a investigar el tema con los neurólogos del Borda. Pero después te fascinó la historia de Bonavena y escribiste Díganme Ringo. ¿Por qué?
El boxeo tiene un arte también. Yo había visto mucho a Locche, a Muhammad Alí, y había visto ese… Norman Mailer habló una vez de "diálogo de cuerpos". Pensar al boxeo como un diálogo de cuerpos me hizo verlo de otra manera. Y la entrada a la vida de Ringo me hizo ver cómo el boxeador era un deportista como cualquier otro. Y que hay otros deportes con muy buena prensa, cuyos reglamentos no dicen que el deportista está autorizado a golpear, y que provocan riesgos muchos más grandes que el boxeo.
En un artículo tuyo recordás un diálogo de Alí con los periodistas. Él les dice: "Me voy a llamar Muhammad Alí, voy a ser musulmán y negro. ¿Y saben qué? No voy a ser lo que ustedes quieren que yo sea, voy a ser lo que yo quiero ser". ¿Vos creés que el periodismo tiene la pretensión de modelar a su gusto al deportista?
Sí, completamente. Lo pretendemos al deportista como un hijo ejemplar, un padre maravilloso, un deportista probo, íntegro y gran compañero. Nos empeñamos en construirle un castillo y después, cuando deja de ser ganador, lo demolemos. Nunca creí ni en los demonios ni en los ángeles. Me parece que son personas como todos, más expuestas. Los estadounidenses lo llaman roll model, que sean modelos sociales. A mí, si el deportista es como Muhammad Alí, que además de ser un gran deportista, es un tipo que tiene una voz fuera del deporte e incomoda al establishment, me atrae. Pero no están obligados a hacer eso los deportistas.
¿Hay alguna figura que cumpla estas características en el deporte argentino de hoy?
[Piensa] No, hay casos… Por ejemplo, Ginóbilli para mí es un deportista admirable, de lo más extraordinario que he visto, pero nunca le interesó tener un activo rol en términos sociales. La figura de Messi me atrae muchísimo también. Pero Messi jamás será como Maradona, para bien y para mal. Por ahí no nos dé nunca un Mundial, como Diego. Por momentos Diego me parece que jugó tanto un personaje, un rol sacrificial para todos nosotros, sacrificial en términos de su persona, que todos estamos eternamente agradecidos, pero le chupamos la vida. Me parece que Messi no está dispuesto a eso.
¿Qué es lo sacrificial de Maradona?
Esa cosa de un argentino que infla el pecho y dice "acá estoy". Él jugaba por nosotros, por Dalma, por Gianinna, por la patria, y si era contra los ingleses, mejor, y era extrovertido. Diego era la argentinidad al palo. Creo que él pagó un precio alto por eso. Me parece que Messi, cuando siente que hay algo que está muy alto, tiene algo que lo frena. El último Mundial me pareció muy impresionante, estuvo casi ausente. Le pasó algo personal a él en el último Mundial. Para mí no fue futbolístico, sintió un límite. ¿Pero qué le estamos exigiendo? Con Messi hay una especie de cuestionamiento, de reproche, porque nos dejó de chiquito. Todos somos Messidependientes. Y no le permitimos, entonces, que de repente nos diga "no dependan de mí". En el Abasto había una pintada de la cara de Gardel con una leyenda: "No me lloren, crezcan". Messi podría decirnos lo mismo.
Hablando de tu condición de incomodador, ¿podés recordar aquella anécdota con los ingleses sobre el fair play y la mano de Dios?
Suele invitarme una organización danesa que se llama Play the Game, que se preocupa mucho sobre la ética, la corrupción y el género en el deporte. Un día me invitan a Coventry, Inglaterra. Entonces yo digo: "¿Cómo los incomodo en este lugar?". Entonces empecé a buscar manos de Dios inglesas, o sea, sus trampas. E hice una ponencia donde se mostraba que los ingleses son tan humanos como nosotros, pero que a la hora de la competencia también afanan. Cuando les mostré sus jugadas dudosas en el Mundial 66, los escoceses que estaban en la sala estaban conmovidos y agradecidos. Y los ingleses, furiosos [se ríe] Y al final les terminaba diciendo algo así como "tenemos mucho en común, ustedes nos han traído el fútbol y Maradona es la expresión más alta que tenemos de ese fútbol. Y los estafó en su propia cara, delante de millones, y los reglamentos no lo vieron. En su estafa hubo arte". Les pedí que se reconociera el arte de la estafa. No les gustó mucho, pero fue entretenido.
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