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Tres años pasaron desde que Cecilia Rognoni ganó el Olimpia de Oro. Aquel premio significó el broche al año más brillante de su vida y de su carrera, que incluyó el título en el Mundial de Perth 2002 con el seleccionado femenino de hockey sobre césped y la distinción que recibió por la Federación Internacional de Hockey (FIH) como mejor jugadora del mundo.
Pero todo cambió desde principios de 2003. Ya casi no se habló sobre esta formidable líbero de las Leonas, de 29 años. Y mucho tuvo que ver su progresivo alejamiento del equipo debido a los cortocircuitos con el ex director técnico Sergio Vigil y a su mudanza a Holanda, en donde jugó en la liga y trabajó en una agencia de turismo durante dos años y medio.
En julio último volvió al país para reincorporarse a Ciudad de Buenos Aires y al seleccionado, ahora dirigido por Gabriel Minadeo, pero la osteocondritis en la rodilla izquierda la colocaron en una encrucijada: se operaba para ponerse a punto para la próxima temporada, en la que se realizarán el Champions Trophy y el Mundial, o convivía con esos dolores que sólo le permitían entrenarse y jugar a medias. Decidió lo primero para restablecerse y dejar atrás tres años en los que, a su criterio, el seleccionado extravió el rumbo.
-¿A qué le adjudicás tu desconexión con el seleccionado?
-Hay que hacer un repaso. Desde 1998 hasta el Mundial 2002 hubo una etapa de crecimiento de todos: del cuerpo técnico y de las jugadoras. En ese período ganamos la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, el título del Champions Trophy 2001 y en 2002 fuimos subcampeonas en Macao y campeonas en el Mundial, que fue perfecto porque todas estábamos diez puntos a todo nivel. El problema empezó a principios de 2003, cuando diez jugadoras nos fuimos a jugar al exterior.
-La cuestión es que en 2002 jugamos por última vez una final de un torneo importante; después, nunca más. En 2003 yo estuve fuera de la selección porque partí a Holanda y 2004 no fue un buen año, porque por más que obtuvimos la medalla de bronce en Atenas teníamos equipo para ganar la medalla dorada caminando. Este año casi no hubo actividad y en el Champions Trophy finalizamos cuartas. Yo escucho a mis compañeras cuando les hacen notas o las veo. Trato de entender el concepto del grupo: dicen que "nos llevamos bien y que estamos bárbaro". Sí nos llevamos bien, eso lo aseguro, pero no estamos bárbaro. Entonces me pregunto: si el grupo dice que estamos bárbaro y somos todas amigas, ¿por qué no jugamos más una final en los últimos tres años? ¿Qué hicimos mal? Evidentemente algo no funcionó.
-En un equipo se cumplen ciclos. Vos programás un proceso y tenés un fin, en el que debés empezar de nuevo y proyectar otro objetivo. Se cometió el error de que, después del Mundial 2002, se siguió con la metodología de entrenamientos que veníamos haciendo hacía seis años: a la misma hora, con las mismas formas, con la misma gente, las mismas voces? Llega un momento en que te cansás. Hoy por hoy, cada jugadora está cómoda en su lugar, sabe que nadie la va a sacar y eso no es bueno. Esto no es un club, esto es una selección y tienen que estar las mejores. Y si hay una con 150 mil partidos internacionales y de repente surge otra que tiene sólo diez partidos, pero es diez años más joven y está jugando igual, y bueno? apostá al futuro. En esta selección los nombres están pesando mucho. Más de lo que deberían.
-Yo no soy el técnico, pero hay que hacer un recambio. ¿Qué jugadoras nuevas tenemos? Una sola: Rosario Luchetti. Hay un promedio de edad de 27 o 28 años. Necesitás formar una base con gente experimentada y promover una camada nueva. Pibas jóvenes que te corran todo, que te muevan el piso y que te hagan entrenarte al ritmo de ellas. Y si no te la bancás, da un paso al costado. Yo creo que es necesario. ¿Por qué Holanda salió campeón en los últimos dos Champions Trophy? Porque hubo un recambio y se mantuvieron jugadoras de la base. En nuestro caso, si no les das posibilidades a las que vienen de abajo nunca podrán mostrarse. Ojo, a lo mejor aparece una líbero de 18 años que juega bárbaro y yo me tengo que ir. Pero no me voy a ir sola; hay alguien que tiene que tomar una decisión, y en los últimos 8 años no se tomó ninguna.
-¿Cuál es la imagen que te queda de Vigil?
-Es el mejor entrenador junto con el holandés Marc Lammers. Los dos la tienen muy clara. La diferencia es que Marc es mucho menos sentimental. A mis compañeras les dije, que para mí, la selección no es un grupo de amigas, vos no podés elegir con quién jugar. Si tenés una amiga dentro del equipo, mejor. Pero vos tenés que jugar con la que mejor está en la cancha, no con tu mejor amiga. Después del Mundial pasó eso: para Cacho siempre fue un trauma el tema de las listas, él sufría un montón al dar a las convocadas. Pero es parte de tu trabajo como entrenador. Si no, andate a un club y no saqués a nadie. En cambio, Marc modificó a todo el cuerpo técnico y quedó él solo; eligió a una base de siete jugadoras y después a todas pibas. Acá estamos muy aburguesadas. Me gustaría entrenarme con gente nueva, que tenga otra sangre, que venga y me pechee. Yo también voy a pechear, porque me exige mucho más.
-¿Por qué te surge contar esto?
-Siempre dije lo que pensaba. En algún momento me autoimpuse: Bueno, debo estar mal yo; tengo que cambiar la mentalidad, a adaptarme con este tema de que el grupo está bien. Yo no tengo amigas ahí adentro, sí tengo más afinidad con unas que con otras. Cuestiono en el buen sentido, para tratar de que todo vaya mejor, no para tirar cosas negativas porque sí. Imaginate si alguien pusiera en orden la casa? No nos ganaría nadie porque tenemos un equipo terrible. No lo digo de soberbia, es así.
-¿Viste algún cambio significativo desde que asumió Minadeo en 2005?
-No, por lo menos no se advierte en el día a día. Y en el último Champions Trophy de Canberra, en el que no estuve, vi que las chicas jugaron a lo que les salía instintivamente, y eso significa pasársela a Luciana Aymar, aunque ella no estuviera en la mejor posición. El desgaste físico que hizo fue terrible; le mandé un mail y le puse: "Lucha, me gustaría acompañarte", porque corría de un lado para otro. Me parece que nos olvidamos de jugar en equipo. En este sentido, Alemania nos dio una gran lección en Atenas 2004, porque no disponía de las mejores jugadoras, pero sí del mejor juego de conjunto y salió campeón.
-Con este panorama que trazás, ¿qué puede pasar en 2006?
-Ojalá que logremos un cambio; yo lo espero desde hace tres años. Supuestamente, los próximos partidos internacionales nos permitirán jugar más en equipo. Haciendo las cosas bien, regresando a las bases, podemos ser campeonas del mundo en Madrid 2006. Pero para eso hay que sacarse de la camiseta el número y el apellido y volver a entrenarnos en el sótano, como en la primera película de Rocky. Prefiero que nos llamen "las chicas del hockey" y ganar, y no que nos digan "las Leonas" y terminar cuartas. Yo me muero por jugar en la selección, sentir de nuevo esa adrenalina y explotar en Madrid.
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