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Espiar el futuro
Por Enrique Macaya Marquez De nuestra Redacción
Según el filósofo japonés Daisaku Ikeda existen en cada semana dos días de los cuales no tendríamos que preocuparnos jamás. Uno de ellos, el ayer, del que no podemos borrar uno solo de nuestros actos ni quitar una sola palabra de la que pronunciamos. El ayer no está más. El otro es mañana, con sus adversidades posibles, sus cargas, sus promesas y sus realizaciones. No tenemos poder sobre el mañana porque aún está por llegar.
Nos queda un solo día: hoy. Cuando todos podemos librar el combate, pero sin cometer el error de añadir el peso de esas dos eternidades terribles que son ayer y mañana. Claro, si nos quedamos en la superficie del concepto despreciaríamos la experiencia de lo vivido y las previsiones para lo que aún nos resta vivir. Y ambas cosas tienen un gran valor. Pero no como para matar el hoy.
Pero peguemos un brinco desde Ikeda, que de fútbol, nada, a este hoy que nos llega detrás de un Martín Palermo y nos pone a nuevas instancias por vivir mañana, otra vez con la presentación de un seleccionado al que no le podemos adivinar el gusto y un hito que la administración comercial-deportiva del fútbol tomará como punto de partida en lo que se refiere a cubrir vacíos de ayer pensando en el mañana.
Imaginemos que sobre la mesa hay 25.000.000 de dólares; quince para el club y diez para el jugador. Este, casi exige que cada uno tome su parte ya. El club, con una lógica cantidad de razones, determina que se postergue. Un mal día el jugador se despierta con sus sueños rotos y la mesa queda vacía. Perdieron los dos, pero la decisión de esperar el mañana la tomó una de las partes a pesar de la otra. En el medio, quedó un vacío sin asegurar. Aquí comenzará la nueva historia que ante certezas deberá tomar recaudos para que los sueños rotos no sean pesadillas y para lo que va de hoy a mañana esté garantizado y no lo tome desguarnecido como ayer.
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Mañana volverá a probar la selección nacional. Inasible para el análisis en su partido con Espanyol. Con tan malas actuaciones individuales, con tan confusa producción colectiva, es fácil deducir que jugará mejor. Porque se supone que se advirtieron los errores, se modificarán las conductas, se alzarán los niveles, se incentivarán las predisposiciones, se alimentarán las voluntades. Crecerán las ambiciones... y porque hoy podemos advertir que mañana no se puede jugar tan mal como ayer. Así de simple y preocupante.
Un fútbol agrio, malhumorado, impotente y confundido no es un producto genuino que puede elaborar este grupo de jugadores ni supone la expectativa generada por su DT. Pero si lo fue, aunque circunstancialmente, debe reconocerse en la faena improductiva una respuesta coherente con las carencias previas. Un plan sin planes. Una obra de actores que van al toro. Convocados con lesiones, con dolores, con vocación dudosa para integrar este equipo. Posiblemente más prestos para responder llamados en otras ocasiones.
Seguramente, frente a una selección española que debió ganarle a Brasil, el equipo mejorará. España es una muy buena selección que pondrá a prueba, quizá la última, la capacidad de algunos supuestos protagonistas argentinos. Llegó el momento de las correcciones. La desprolijidad del juego irá desapareciendo cuando se entienda que todo lo previo tiene influencia en el resultado y está muy lejos de ser un juego.
Acordemos olvidar parte del ayer, no nos desesperemos hoy pensando en lo abrumador del mañana. Pero, entre nosotros, con un pie sobre la pelota y sin que se dé cuenta Ikeda, sería bueno que hoy mirando de soslayo el pasado, intentemos disimuladamente espiar el futuro.
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