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Es plomero, fue campeón con San Lorenzo y vivió en la Argentina un hecho que lo cambió para siempre
El hondureño Eduardo “Balín” Bennett es recordado por los “Cuervos” por sus dos goles a Boca en La Bombonera; en diálogo con LA NACION, rememoró su bautismo en Flores y sus días en el país
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En los años ‘90, en Argentina se hicieron manifiestos los efectos de la globalización, y el ámbito del fútbol no quedó exento. Así, se abrieron nuevos mercados, y jugadores de países con poca tradición en el mundo de la redonda llegaron al país. Uno de los máximos exponentes de ese fenómeno fue Eduardo “Balín” Bennett. Campeón con San Lorenzo en 1995, este potente delantero hondureño supo brillar por sus cualidades como jugador, y también, por su innegable carisma.
Tal fue la conexión que entabló con el país, que el propio exfutbolista admite que le cuesta mirar atrás y recordar su paso por el “Ciclón”, Argentinos Juniors (donde fue clave en el ascenso del “Bicho”) y Quilmes. “Te voy a decir algo que me dije cuando salí de allá: no voy a llamar seguido, no me voy a poner sensible a ver fotos, porque me voy a querer ir de vuelta para esos lados”, admite ahora a la distancia en diálogo con LA NACION desde su Honduras natal, mientras aprovecha para tomarse un licuado de naranja, zanahoria y remolacha.
Para Bennett, Argentina significa mucho más que un lugar de paso en su exitosa carrera como jugador. Aunque admite que siempre estuvo en la búsqueda de Dios, aquí fue donde afianzó su fe. “Me bauticé y todo. El pastor Rubén Kassabian, en la iglesia armenia que estaba en avenida Avellaneda y Acoyte, en Flores, fue el encargado de hacerlo”, dice, casi como un porteño que sólo se fue de vacaciones de la Ciudad por un tiempo. En ese sentido, el rol de Paulo Silas, otro de los jugadores emblema de aquella época, fue clave. “Me apoyó para poder crecer espiritualmente, y todavía sigo perseverando”, asevera.
En el relato de Bennett, la relación entre nuestro país y Dios son prácticamente lo mismo. Quizás, por eso, el sentimiento nostálgico aflora cada vez que se le menciona Argentina. Incluso, no descarga la chance de venir pronto de visita.
“Hace poco me pasó eso. Tuve la posibilidad de ponerme a ver un álbum de fotos, de los amigos, gente que compartió conmigo, y te ponés sensible, te dan ganas de irte de vuelta, ¿verdad? Pero sabés que es parte de la vida, el proceso de cambio, de transición, de que tienes que mudarte de un lado a otro, y aprender a convivir con el momento que te toca vivir. Yo sé que la situación no está fácil, está difícil, pero sé que al menos por lo que pude compartir, convivir, con la gente que me llevé, no es tanto el aspecto económico, sino que el aspecto espiritual, social, como me relacionaba, el trato de la gente, y eso tiene un precio que no me puedo quejar, sino que puedo decir que me trataron muy bien, y por eso siempre ha estado en mí la posibilidad de viajar”, relata.
Un futbolista técnico en plomería
Siempre inquieto y cercano a la pelota, Bennett tuvo dificultades para terminar el colegio. Por ese motivo, fue enviado por sus padres desde La Ceiba a la capital, Tegucigalpa, para que al menos termine una tecnicatura. “Todo era jugar a la pelota. Mi familia dijo: Eduardo no estudia, no se aplica”. Por eso, acudió al Instituto Nacional de Formación Profesional (INFOP), un centro de capacitación creado en 1972, cuyo objetivo es “contribuir al desarrollo social” de Honduras. Ahí trabaja actualmente, enseñando fútbol. El resto del tiempo lo dedica a ser comentarista deportivo.
Más allá de que su talento, perseverancia y destreza lo llevaron a ser deportista profesional, Balín se llevó de aquellos días de juventud una herramienta de trabajo que, al día de hoy, le sirve para ahorrarse los gastos de la manutención de su casa. “Yo soy técnico en plomería. Aprendí carpintería, cavado de madera, parte de electricidad, soldadura; y aún hoy, algunas veces, cuando estoy en mi casa lo desarrollo y lo ejecuto. Lo hago para mí, para mi casa. Porque no le tengo que pagar a alguien para que lo haga si no que yo lo hago personalmente”, señala.
El día que se enfrentó a Miele con ayuda de Ruggeri
Hombre de carácter, Bennett se sintió en condiciones de hacerle un reclamo por los premios, en medio de una comida informal, al entonces todopoderoso presidente de San Lorenzo, Fernando Miele. Sin embargo, la reacción del dirigente no fue la que esperaba, y uno de los líderes de aquel plantel, el exdefensor Oscar Ruggeri, salió a defenderlo.
“Era un asado con todo el plantel y ya terminaba. Estaba Miele, que me dice despectivamente: ‘El Negro ahora anda pidiendo premios, si están hambreando allá (en referencia a su país)‘. Entonces, llegó Ruggeri y lo paró: ‘No lo podés tratar así’. Me defendió y dijo: ‘Mirá, vos acá sos el jefe, pero cuando llegues a Ezeiza (NdeR: el predio de la AFA), el que manda, soy yo’. Abrí la boquita para decir los premios y me llevé una regañada por parte de nuestro presidente”.
A pesar de su imponente estado físico, Bennett fue uno de los tantos futbolistas que sucumbió ante la imponente personalidad de José Luis Chilavert. En ese momento, no dudó en acudir al Oscar, con quien el arquero ya tenía una tensa relación. “Trabo a la mitad de la cancha, se lesiona Acevedo al costado, viene Chilavert con todo a buscarme. Cuando miro a Chilavert, yo digo ¡Ruggeri! para que el ‘Cabezón’ me salvara. ¿Viste que Chilavert era grande? En ese momento, ¡lo veía enorme! Me fui a esconder, y se fue a enfrentar con Ruggeri”.
La tecnología, una aliada en la relación con sus excompañeros
Más allá de la reticencia a mirar para atrás, se alegra por el presente de sus excompañeros (’ver a Mariano Herrón ser asistente del técnico de Boca’), y comparte un grupo de WhatsApp con el histórico plantel del ‘Ciclón’. “Tenemos el chat de San Lorenzo del 95′. Nos alegramos en las alegrías que se cuentan, y algunas cosas que son tristes, también se comparten. No me gusta hacerlo de manera seguida. Prefiero solo leer los chats, reírme, disfrutarlo a la distancia”, concluye con un dejo de añoranza.
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