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Es argentino y cumple el sueño de muchos en Uzbekistán: “Jamás imaginé que iba a estar acá”
Gonzalo Ritacco jugó en muchos equipos de la Argentina y Ecuador; sin embargo, una propuesta inesperada lo catapultó a al Qizilqum de la Liga uzbeka; cómo son los días entre goles y una cultura diferente
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Gonzalo Ritacco jamás pensó que pisaría Uzbekistán. Y mucho menos que jugaría en su liga. Sin embargo, por estos días y desde hace cuatro meses, es el único argentino que se desempeña en esa competencia. Instalado la ciudad de Navoí, a 300 kilómetros de Taskent, la capital uzbeka, el mediocampista ofensivo del club Qizilqum, equipo que compite en la Primera División del fútbol profesional de ese país, respondió a la llamada de LA NACION, con una diferencia horaria de ocho horas mediante, para hablar sobre cómo fue su llegada y la adaptación a una cultura totalmente ajena a lo que era su día a día en Buenos Aires.
De Belgrano a Navoí
Su carrera futbolística comenzó en Defensores de Belgrano, continuó en Argentino de Merlo y dio un salto significativo en Defensores Unidos de Zárate -conocido por sus siglas CADU -cuando, en 2018, logró el ascenso a la Primera B Metropolitana en un plantel donde se encontraba, entre otros nombres, el de Andrés Franzoia, ex Boca. Con la experiencia adquirida, llegó el turno de emigrar a Ecuador, donde conoció al coterráneo Julio César Toresani en el Orense y de ahí migró a Rampla Juniors de Uruguay.
En cuatro años, Ritacco acumuló millas en varios equipos ecuatorianos como Manta, Guayaquil City y 9 de Octubre y tuvo un breve paso por Grecia en el Rodos, donde logró el ascenso a la máxima categoría, pero la situación económica endeble del país europeo lo obligó a regresar al Delfín de Ecuador.
A finales de 2021, un intermediario le acercó una propuesta exótica: seguir su carrera en Uzbekistán. “Lo primero que se me pasó por la cabeza es: ‘Voy a ir a la guerra’. Me sonaba el país como así también Afganistán, pero conocía poco. Realicé un estudio de dónde iba a ser mi destino y cuál era mi objetivo. Al no tener hijos, junto a mi esposa, que es un pilar para mí, pensamos si cerraban los números y comencé a ver si la liga era importante”, manifestó.
En esta ocasión, a diferencia de los demás destinos que tuvo en su carrera futbolística, Ritacco se encontró con que no había ningún otro argentino por esas tierras y ni siquiera algún sudamericano para poder cruzar algunas palabras sobre la cultura de ese país. Como suele acostumbrarse en el ambiente, los técnicos deciden llamar a los refuerzos del plantel para que conozcan las metas a encarar en la temporada. “Me llamó porque había coordinado con mi agente y me comentó que estaba interesado en que juegue acá. El DT (Nikola Lazarevic) al ser de nacionalidad serbia, es medio seco al trato, frío; fue todo muy raro y en mi vida me imaginé que iba a estar acá”, comentó el volante, que coincidió con Ariel Ortega en su estadía en Defensores de Belgrano.
Una cultura diferente
Su estadía en Uzbekistán lleva cuatro meses y aún el idioma es una barrera a sortear. En su gran mayoría, los habitantes manejan el ruso. Sin un traductor designado, él intenta tirar paredes adentro y afuera de la cancha con los tres extranjeros del equipo nacidos en Nigeria, Estonia y Serbia. ¿El idioma? El inglés.
“Me hice muy amigo del serbio, le regalé un mate porque le encanta. Ellos no conocen esa cultura, entonces le mostré una foto de (Lionel) Messi tomando uno y le dije: ‘Esto es lo que le gusta a Messi’. Y ahí fue cuando lo probó y le gustó. A partir de ahí se puso a averiguar, hasta darse cuenta que en su país venden yerba”, contó Gonzalo, que actualmente vive en el hotel que le consiguió el club y está en búsqueda de un lugar para poder mudarse junto a su mujer.
Uzbekistán tiene al 95 por ciento de su población musulmana y ello lleva a los extranjeros a adaptarse a una cultura completamente diferente. Las mujeres, por caso, van tapadas por la calle, y los hombres no pueden exhibir sus partes íntimas en ningún ámbito, ni siquiera en el vestuario. “En el vestuario tenés que estar tapado, no podés mostrar nada. Me pasó de terminar mi primer partido, desnudarme para irme a bañar y escuchar un ‘no, no, no’. Ahí fue que me comentaron que me tenía que tapar y entonces me fui en calza a la ducha, que están todas separadas y no como en la Argentina que se duchan todos en un mismo lugar”.
Como parte del rito de jugar al fútbol, sus compañeros se aferran a la fe y le dedican un tiempo antes o durante el partido para rezar: “Tengo compañeros que rezan antes de los entrenamientos o mismo en los entretiempos de los partidos. Cuando los vestuarios son grandes, van a un cuarto aparte, se sientan en fila y se ponen sus manos en la cara haciendo el movimiento de un círculo sobre su cara, pero sin tocarla”.
La vida del futbolista desafía al desarraigo constantemente. Una buena actuación en un torneo puede cambiar completamente la ecuación y en cuestión de días, el deportista se encuentra con su valija de pertenencias en otra parte del mundo. El escenario cambia drásticamente como así la cultura y las vivencias.
En términos económicos, Uzbekistán maneja como moneda oficial el Som. “Un dólar es aproximadamente 10.000 Som. Es una locura por la cantidad de billetes que podés manejar. Si uno quiere salir a comer afuera tenés que pensar en gastar alrededor de 15 dólares”.
La charla finaliza en la madrugada uzbeka. Con ocho horas de diferencia entre los países, llegó la hora de descansar y preparar la rutina del otro día, que comprende una sesión de gimnasio y una práctica en doble turno. Mientras ostenta el logro de ser el primer argentino en ese país asiático, su objetivo está fijado en poder retornar a la Argentina y lograr su sueño de jugar en la Primera División.
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