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Es árbitro en el ascenso y, por las noches, realiza tributos de Joan Manuel Serrat en los bares
Germán Bermúdez logró congeniar el arbitraje con el canto a lo largo de su vida; sus inicios en ambos oficios y el día que el cantautor español lo llamó por teléfono
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Germán Bermúdez es árbitro, locutor, cantante y docente. Sus días son frenéticos, de aquí para allá, lleva a cabo varios de sus oficios que hasta la actualidad le permiten vivir de lo que a él le gusta. “Creo en la versatilidad y mucho más en este país donde hay que diversificarse a la fuerza”, le explicó a LA NACION mientras se toma un tiempo para sentarse y analizar, en retrospectiva, cómo fueron sus inicios en el mundo del arbitraje y las “casualidades” que lo llevaron a estar arriba de un escenario para interpretar a Joan Manuel Serrat.
Bermúdez se formó en la Asociación del Fútbol Argentino en la década del 90′, previo al proceso de desregularización del menemismo que derivó en la formación de gremios para que las escuelas se hagan cargo de las capacitaciones. Al mismo tiempo, en el ISER, comenzó su carrera para ser locutor, en un camino que lo llevaría a los medios de comunicación. “Empecé a trabajar en Crónica y a la semana siguiente me tocó anunciar la muerte de (José Luis) Cabezas cuando aparece el cadáver, me desempeñaba como locutor de piso de 22 a 6 de la mañana”, relató el protagonista de esta historia que conoce de desafíos, como así también de imprevistos.
Al no ser compatibles en el tiempo, Bermúdez decidió continuar con el arbitraje, donde se introdujo en una aventura que lo llevó a recorrer las canchas del Ascenso profundo. “Mi primer partido como árbitro principal fue en 2002, en la Primera D, en cancha de Ferrocarril Urquiza contra Puerto Nuevo. Era un día lluvioso y se empezó a inundar porque las canchas eran un desastre. La gente empezó a colaborar poniendo colchones de goma espuma en el pasto para absorber el agua”, sostuvo el árbitro al relatar una de sus tantas experiencias dentro de un campo de juego.
Sumergido en dos oficios “sin red”, Germán explicó que tanto el arbitraje como su faceta artística en los tributos musicales están expuestas directamente al público, sin existir un intermediario que pueda oficiar como escudo. Como árbitro, los hinchas suelen utilizarlo como chivo expiatorio y descargan en su persona la furia por el rendimiento de sus jugadores; caso contrario, en un escenario donde los presentes aplauden su repertorio y establecen un contraste entre las dos profesiones.
Establecido en la Primera “B”, la tercera categoría de AFA, Bermúdez transita sus últimos años como referí. El próximo sábado será cuarto árbitro del partido entre Estudiantes de Buenos Aires y Atlético de Rafaela, perteneciente a la Primera Nacional. A lo largo de un trayecto que comenzó a principios de los años 2000, Germán aclara, sin dudas: “Para entender a un árbitro nada mejor que otro árbitro”.
Sus orígenes en la música y la veneración a un referente que resiste un archivo
En su adolescencia, Germán Bermúdez acompañaba la tarea del colegio con las melodías de Joan Manuel Serrat. Sobre sus reconocidas pistas, él, automáticamente, empezaba a tararear las letras. “Es un compañero de vida”, detalló al recordar esos momentos que luego lo llevarían a interpretarlo arriba de un escenario.
Producto de los imprevistos, una circunstancia que empezó a palparla siendo árbitro, Bermúdez coincidió en un evento del ISER con Sebastián Elmek, quien era musicalizador y con su piano comenzó a tocar fragmentos de un tema de… Serrat. Sin pensarlo, él, como lo hacía en su casa, comenzó a cantar por lo bajo la letra, sin saber que su actual pianista lo estaba escuchando. La conexión de ese momento los transportó días más tarde a un centro cultural del barrio de Versalles.
“Fuimos a cantar temas de Serrat a ese lugar para darle alegría a la gente del barrio. Se ve que les gustó lo que hicimos y por el boca en boca nos llamaron de nuevo. Eso trajo más convocatoria en las siguientes funciones”, explicó Germán, quien dio el puntapié en el año 1996 y su tributo lo llevó a tocar en lugares de gran importancia como el mítico Café Tortoni.
Germán Bermúdez no se considera músico, a pesar de haber estudiado seis años violín. A su vez, se define: “Yo lo que hago es interpretar a Serrat, algo que se considera más cálido. En cambio, la imitación suele ser fría. La interpretación es la elaboración de ese producto, cuando venís a un concierto ves que lo que se hace es con compromiso”, aseguró.
Sentado en una silla de madera o parado frente al micrófono, Bermúdez se saca la remera de árbitro y deja las tarjetas en su camarín para usar una camisa o vestimenta para la ocasión arriba del escenario. En su amplia recorrida por bares y centros culturales tuvo la oportunidad de cruzarse con el representante del cantante español, quienes decidieron presentarle, en persona, a Serrat. “Lo conocí y traté en varias oportunidades. Él sabe lo que yo hago. No tengo un vínculo de amistad, ni tampoco hablo por teléfono, porque también me gusta separar al artista del hombre. Me parece un hombre sensato, coherente y una persona que resiste archivos”, desarrolló.
En 2015 fue la última vez que se cruzó con el autor del tema “Pueblo Blanco”, entre otros éxitos. Al terminar su función en el Teatro Argentino de La Plata, Germán recibió la noticia del fallecimiento de su padre. Con el profundo dolor por la pérdida de su ser querido, a los dos días su celular sonó y en la pantalla observó un número desconocido. “Recibí un llamado del propio Serrat que me sorprendió. Él me dio el pésame y me alentó a seguir con la frase ‘te pasa lo mismo que a mí, vivimos de lo que nos gusta’”, recordó.
Polifuncional e incansable, Germán admite que va a extrañar el día que no arme su bolso para dirigirse a un vestuario e ingresar a la cancha para dirigir un partido. El final se acerca, pero su historia seguirá vinculada a la música. “Joan sabe que en Argentina hay una persona que, en su ausencia, canta sus canciones y se llama Germán Bermúdez”, objetó, con orgullo, para finalizar el contacto.
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