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Enzo Pérez y 10 más. El valor del caudillo y el plan de River para jugar contra un Boca entonado en la Bombonera
La derrota contra Argentinos resultó un sorpresivo paso atrás, días después de salir campeón y en la antesala del clásico con un entonado Boca; la urgencia de los tres cambios en el entretiempo representa todo un símbolo
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Días atrás, River era una maravilla. La consagración en la Supercopa Argentina frente a Racing -un 5 a 0 fenomenal- confirmó la tendencia del poderío millonario, del ojo clínico de Marcelo Gallardo y de alguans piezas indispensables, como Enzo Pérez, que derrota al tiempo, a lo 35 años. De su liderazgo, entre gambetas y amagos como si se tratara de un número 10 de los de antes, creó la estructura del segundo gol, el que cambió definitivamente la historia.
“Justo me había arrimado diez segundos antes y le decía a Gallardo que nos faltaba un jugador en el medio. Nos miramos y... creo que no le gustó mucho... Justo se dio la jugada del gol y lo abracé como diciéndole ‘dame una, dame una’”, contaba el volante entre risas, el líder de una generación de época en el Monumental. Leonardo Ponzio, su reemplazante natural, lo admira: “Es parte de este mundo River. La competencia hace que él cada día sea mejor y que uno no pierda el ritmo, porque realmente cuando hay que suplantar a jugadores como él hay que estar a la altura, y entonces eso le da valor a todo”.
Una derrota inesperada
Enzo fue una de las figuras de un equipo que tocó las estrellas en el segundo tiempo. Pasaron apenas cuatro días. River pisó el Monumental con una flaqueza imprudente y perdió -un golazo de Gabriel Florentín en el final- con Argentinos en un encuentro de la Copa de la Liga, en la antesala del clásico del domingo próximo en la Bombonera. Boca era un bostezo y, de pronto, le marcó siete goles a Vélez en Liniers. River era un reloj y, de pronto, quedó tendido -en el juego y en el resultado-, sólo sostenido por el ímpetu de Enzo Pérez.
En la frialdad del análisis, no hay lugar a dudas: que Enzo Perez sea la figura de River no es una buena noticia para la intimidad, para el equipo, que tiene recursos audaces de sobra, pero que cuando falla -en lo individual, en lo colectivo-, no solo se marea en el ataque, se desnuda atrás. Enzo es el caudillo, que quita -salvó una situación clara de gol arrojándose sobre el césped a 10 minutos del final-, ordena, se la juega como número 10 y se para delante de los zagueros para que no haya demasiados sobresaltos. Los hubo. Rojas es inconstante, Díaz suele equivocarse y el joven Martínez no defiende: sufre. Los pelotazos a Ábalos -un recurso viejísimo del fútbol-, que ganaba casi siempre de arriba, fue todo un símbolo. En consecuencia, el ingreso de Maidana fue una certeza. A los 35 años, el caudillo solucionó un problema: sacó todo de cabeza.
Fue uno de los tres cambios que dispuso Gallardo en el entretiempo, algo poco habitual: Maidana, Palavecino (algunos toques sutiles) y Borré, guardado por sus molestias físicas y en reemplazo de Suárez, que pudo haber sido expulsado. Las modificaciones le dieron otro aire, pero la diferencia no fue abismal. Y mucho más, en el juego de las comparaciones contra Boca, sorprendentemente brillante en Liniers. Vigo (todavía) no tiene confianza, Casco dispuso de un remate en el travesaño y de varios descuidos, sin juego en el mediocampo y sin prepotencia en el ataque, River demostró que es el mismo buen equipo de siempre, pero con cicatrices varias. Los que se dan cuenta, las explotan.
La línea de tres defensores es una moneda al aire. Con los cambios, en el desatado 0-0 que pudo ser también triunfo de River -hubo un penal a Borré ignorado-, el equipo millonario -cómodo, más allá de su juego, en el flamante césped del Monumental- acabó con una suerte de 4-1-3-2 desordenado y confuso, que igual, de todos modos, convirtió a Chaves en una de las figuras.
Si la última imagen es la que cuenta, el nivel de Cardona y de Villa, al aura de Tevez y la estructura de un equipo que se despertó mágicamente una noche, Boca es el favorito. Hoy, ahora mismo, Boca es el candidato. Pero nunca hay que cerrar los ojos con el River de Gallardo. Tiene la mala fortuna que arrastra un excesivo protagonismo de Enzo Pérez, lo que no es bueno. Pero el volante experimentado hace mejores a los demás. Y detrás del número 5, hay un ejército de caciques que suelen destacarse en las grandes citas.
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