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Eliminatorias. Qué gana y qué pierde la Argentina con la suspensión de la ventana de marzo
Aunque se da el beneficio de que el seleccionado no tendrá que viajar a fin de mes a Brasil, donde arrecia la pandemia, la AFA quería jugar: la no cesión de los jugadores “europeos” iba a perjudicar más al local.
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“Así, sin los principales futbolistas que juegan en Europa, no se puede”. La suspensión de la ventana de marzo de la eliminatoria sudamericana llegó por consenso, ante la certeza de que la Premier League y la Bundesliga no iban a prestar a sus jugadores con pasaporte de esta parte del mundo. A ellas podrían haberse sumado en las próximas horas otras ligas, como la francesa y la española. Quien más, quien menos, los diez países de Conmebol terminaron admitiendo el complejo escenario sanitario. Y patearon la pelota para más adelante.
A la Argentina, la postergación la perjudica bastante más que lo que la beneficia. Primero, porque la renovación que pretende imprimir Lionel Scaloni en el equipo con miras a la competencia se consigue en plena... competencia. Con rodaje. Con minutos en la cancha. Y con entrenamientos. Ahora, el próximo contacto del entrenador con sus dirigidos será en junio, antes de la Copa América que coorganizarán la Argentina y Colombia. Habrán pasado ¡siete meses! desde la última actuación, la del 2-0 sobre Perú en el estadio Nacional de Lima. Demasiado tiempo para un equipo que pretende consolidar su idea y su identidad en pos del Mundial de Qatar.
La AFA, que terminó apoyando la idea general de postergar por la ausencia de los apellidos más pesados del continente, antes quería jugar. Quería que el seleccionado se midiera con Uruguay y con Brasil. Claudio Tapia, su presidente, siempre abogó por dirimir las cuestiones deportivas en la cancha: lo expuso con los torneos de ascenso, en los que no hubo promociones de escritorio (más allá de aciertos y errores al armar los diferentes formatos). Además, en el predio de Ezeiza, donde se entrena el equipo, hicieron cuentas: Brasil habría perdido mucho más con las negativas de Inglaterra y Alemania que la Argentina.
Una breve inspección a las últimas convocatorias de Tite (DT del Scratch) y de Scaloni permite encontrar diferencias: nueve futbolistas brasileños provinieron de Alemania e Inglaterra, contra apenas cinco argentinos. Y además, esos nueve tienen decenas de partidos internacionales en sus currículum: Alisson Becker (Liverpool), Ederson (Manchester City), Alex Telles (Manchester United), Thiago Silva (Chelsea), Fabinho (Liverpool), Douglas Luiz (Aston Villa), Gabriel Jesus (Manchester City), Roberto Firmino (Liverpool) y Richarlison (Everton). Muchos de ellos son, incluso, titulares inamovibles.
Por el lado albiceleste, los convocados de Bundesliga y Premier League fueron Emiliano Martínez (Aston Villa), Exequiel Palacios (Bayer Leverkusen), Giovani Lo Celso (Tottenham), Lucas Alario (Bayer Leverkusen) y Nicolás González (Stuttgart). Apenas González y Palacios (se lesionó en La Bombonera frente a Paraguay) eran titulares. Y ninguno de ellos tiene el recorrido de un Firmino, un Alisson o un Fabinho. Nombre por nombre, la postergación beneficia más a Brasil que a la Argentina.
El partido contra el conjunto verde-amarelo iba a tener lugar el 30 de marzo en Recife (Pernambuco), en un momento en que la pandemia seguramente todavía estará pegando fuerte en Brasil. Su diferimiento reduce el riesgo sanitario para los futbolistas argentinos, más allá de que en lo deportivo jugar ese día sin los europeos iba a ser menos perjudicial que para el anfitrión.
Para cuatro días antes estaba estaba programado el encuentro Uruguay, en el flamante estadio Madre de Ciudades, de Santiago del Estero. Pocos rivales se conocen tanto y tan bien como argentinos y uruguayos. En cuanto a estudio previo, da igual que jueguen con futbolistas locales que el hecho de que lo hagan con los extranjeros o con una mezcla de ambos. Por eso es que con o sin europeos tanto la AFA como la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) querían jugar. La selección celeste tiene incluso una ventaja: no precisa tiempo de adaptación porque a su entrenador, Oscar Tabárez, lo conocen todos y saben de memoria su plan de juego. Otros seleccionados se encuentran en una situación opuesta, en ciclos con sus actuales entrenadores que recién comienzan, como Chile (Martín Lasarte reemplazó a Reinaldo Rueda) y Colombia (Rueda asumió en lugar de Carlos Queiroz).
El beneficio, relativo, para la Argentina de cancelar el programa de marzo radica en que la situación organizativa podría haberse agravado ya sobre la hora de los partidos. En ese caso, Scaloni habría tenido que improvisar una convocatoria a futbolistas locales o que militaran en clubes sudamericanos por el cierre de las principales ligas europeas. Habría sido una ventana de listas improvisadas y nombres impensados. Una suerte de banco de pruebas que incluso habría rebajado la jerarquía de una competencia que funciona como antesala del Mundial. Y la Argentina no tiene futbolistas locales que hagan miniciclos de entrenamientos en Ezeiza, cosa que sí ocurre con otros seleccionados del continente.
En junio el escenario deportivo será muy distinto al actual. Hoy las principales ligas europeas están en los prolegómenos de sus etapas de definición y eso reduce la voluntad de los clubes de ceder futbolistas. Son las entidades, en definitiva, quienes pagan los sueldos (muchas veces multimillonarios) de las estrellas. Además, cuentan con la invaluable ayuda de Gianni Infantino, el presidente de FIFA, que les aprobó la adenda al reglamento para que no fueran castigados económica ni deportivamente por no prestar a sus futbolistas durante la pandemia si las autoridades sanitarias de sus países disponían aislamientos obligatorios. Esa cláusula empodera a las potencias europeas y les permitió sentar el precedente actual: partidos postergados por la ausencia de los mayores talentos.
En junio, las principales ligas habrán terminado y los futbolistas entrarán en vacaciones. Los entrenadores locales ya estarán enfocados en la planificación de la siguiente temporada. Más allá de lo que ocurra con el semáforo epidemiológico y el avance del coronavirus y sus cepas, la agenda estará dominada por los compromisos internacionales. Habrá dos fechas de la eliminatoria a principios de mes, el 3 y el 8 de junio, y Copa América a partir del 11. No habrá derecho al pataleo de ningún club. Y a la vuelta los jugadores podrán hacer los aislamientos obligatorios sin problemas. Aunque eso implique un compromiso extra de los futbolistas: acortar sus vacaciones.
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