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Eliminatorias: la historia de Scaloni, Pekerman, y el discípulo menos pensado del maestro
Una relación que comenzó en 1996 y conoció de consagraciones y de fracasos; de la ‘Quinta de Malasia’ a los 120 minutos en el Mundial de Alemania 2006
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Los que estaban en el Antiguo Convento de Boadilla del Monte, en las afueras de Madrid, tenían el lugar asegurado en el Mundial. Faltaba algo más de un mes para el torneo en Alemania y José Pekerman había organizado una concentración de dos jornadas. Uno de esos días en el viejo claustro religioso, devenido en un moderno hotel, coincidió con el cumpleaños de Leandro Cufré. En la madrugada, mientras dormía el defensor de Roma, Lionel Scaloni no tuvo mejor idea que rociarle el pelo con aceite para los masajes. Justo a Cufré, que cuidaba su cabello con la paciencia y el esmero de un monje tibetano. Ese era Scaloni en aquel plantel que jugaría la Copa del Mundo 2006, un bromista incansable. “Pero tampoco quiero que se piense que estoy acá con el bonete y la nariz de payaso porque la gente se va a creer que vine para divertir al grupo. Es importante que eso se entienda” advertía poniéndose serio. Pekerman siempre lo había tenido en sus planes.
El entrenador había resuelto tres nombres de la defensa: Ayala, Heinze y Sorin. En realidad, Sorin sería casi un volante más. Por eso Javier Zanetti se quedó afuera del Mundial de Alemania, porque en la banda derecha necesitaba a un zaguero reconvertido, no un lateral, para diagramar una línea de tres. Burdisso, Coloccini y Leandro Cufré fueron sus elecciones. Y un apellido más, mixto, capaz de cubrir el lateral o sumarse a la franja de volantes: Scaloni. Nueve años después de coronarse con Pekerman en el Mundial Sub 20 de Malasia ‘97, el ‘Gringo de Pujato’ también sería protagonista de una Copa del Mundo de mayores. De la mano de “Dios”.
“¿Dios?” En septiembre de 2018, cuando ni Scaloni podía imaginarse que sería el entrenador de la Argentina en Qatar 2022, cuando cumplía la función de DT ocasional tras el derrumbe en Rusia, después de un amistoso 0-0 con Colombia en New Jersey –el segundo partido de una era que hoy suma 43–, la prensa cafetera le preguntó si esa selección en transición, entonces dirigida interinamente por Arturo Reyes, podía ser superior que la anterior. “Ni mejor ni peor que el equipo de José, faltaría más. José para mí es Dios”, señalaba con admiración. Pekerman se había marchado muy poco antes, tras el exitoso ciclo 2012-2018 que había devuelto a Colombia al contexto internacional, a los mundiales.
José y Scaloni construyeron una historia, y el fútbol con sus singularidades los enfrentará mañana en la Bombonera. A finales de enero de 2006, ya en el año del Mundial, Scaloni, pese a ser símbolo y capitán de La Coruña, club al que había llegado en 1997, no jugaba. El entrenador Joaquín Caparrós lo tenía postergado. Y Pekerman necesitaba que juegue. Así surgió un préstamo a West Ham hasta el final de aquella temporada, una mudanza a Londres por cuatro meses. Y funcionó: fueron 17 partidos, 13 por la Premier League y otros cuatro por la FA Cup, donde alcanzó la final y perdió por penales con Liverpool. Con cinco presencias en su foja de selección –tres con Bielsa, quien lo hizo debutar en 2003 contra Libia–, Pekerman lo incluyó en su nómina mundialista. Esa sobre la que cierto día Julio Grondona ironizó: “Tengo que aprobar la lista, a ver si [Pekerman] me manda un jugador de rugby en vez de uno de fútbol”.
En la Copa, la Argentina disputaría cinco partidos. Scaloni fue suplente en cuatro y titular ante México, en los octavos de final que se resolvieron en el alargue con el inolvidable bombazo de Maxi Rodríguez. Estaba lesionado Burdisso y, con el N°13 en la camiseta, participó de los 120 minutos como lateral derecho. LA NACION lo calificó con un 5. En cuartos, en la despedida contra Alemania, estuvo en el banco. Años más tarde, ya como DT de Argentina, con la piel del entrenador, entendió y compartió la decisión de Pekerman de no utilizarlo a Messi en Berlín… “Te queda el último cambio, vas ganando. Alemania te empieza a poner torres... Nosotros teníamos a Crespo que iba al primer palo en los córners. Claro, sacar a Crespo y poner a Leo o poner a otro chico, en los córners... Vos de entrenador pensás: ‘Que el partido se termine ahí, quedan diez o doce minutos y no vamos al alargue’. El partido había que terminarlo ahí. Era uno por uno, sacar a un jugador alto, que las pelotas al primer palo las sacaba todas, y poner al ‘Flaco’ Cruz que era igual. Queríamos terminar el partido ahí, yo hubiera hecho lo mismo”.
Scaloni y Pekerman se habían conocido una década atrás, en 1996, cuando el DT, ya campeón del mundo Sub 20 un año antes en Qatar, preparaba a la nueva camada para el torneo de Malasia ‘97. Lo citó a Scaloni, que jugaba en Estudiantes. No lo convocó para el Sudamericano de Chile –viajaron en su puesto Luis Calvo, de Boca, y Martín Román, de Colón–, pero sí lo eligió para la Copa del Mundo juvenil.
El ‘Gringo’ fue titular en el debut con Hungría y convirtió un tanto en el 3-0. En la victoria 2-1 ante Canadá lo reemplazaron en el entretiempo. Para el tercer juego recuperó la titularidad en la caída 4-3 con Australia. En los octavos, éxito por 2-1 frente a la Inglaterra de Michael Owen, entró tras el entretiempo por Diego Quintana. En los cuartos, con Brasil, su gran actuación: ingresó a los 22 minutos por Markic y abrió el camino para la victoria por 2-0. En las semifinales (1-0 a Irlanda) estuvo todo el encuentro en la cancha, y en la final ante Uruguay fue sustituido en el minuto 84 por Pablo Rodríguez…, pero solo dos minutos antes desbordó por la derecha y tiró el centro para que Quintana marcara el gol de la consagración.
También compartieron una frustración: el Preolímpico de Londrina-Cascabel, en 2000, los bajó a José y a Scaloni de los Juegos Olímpicos de Sidney. Hoy la ‘Quinta de Malasia’ conduce a las selecciones, desde distintas funciones, con Scaloni, Samuel, Aimar y Placente, y hasta Romeo como coordinador de juveniles. Legado Pekerman, que jamás aceptará algún mérito. “Hay un grupo de trabajo que está haciendo las cosas bien, que tiene una armonía. Vienen de una conquista que se añoraba, la Copa América, y se vislumbra un contagio interno y externo entre el grupo y la gente que no se consigue fácilmente. Es para felicitarlos y desearles lo mejor”, cuenta el hombre que creyó en ellos cuando no los conocía nadie. Seguramente la Bombonera será el marco para un cálido abrazo entre Pekerman y Scaloni. Entre “Dios” y, quizás, el discípulo menos pensado.
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