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Elecciones, candidatos que fueron arqueros y el fenómeno del deporte
“Llevo toda la vida esperando pronunciar esta sentencia, porque hoy, en nuestro país, nace el derecho al deporte”. Sucedió hace apenas un mes en Italia. El deporte como nuevo derecho constitucional. Y el diputado Mauro Berruto, DT medallista olímpico y mundial de selecciones de vóleibol y tiro con arco, lo celebra en el Parlamento con un discurso emotivo. El deporte como “el instrumento más eficaz de inclusión”. Vehículo de educación, salud, integración y emociones populares. Y también por “la belleza del esfuerzo”. Y “la necesidad de la derrota”. Porque se puede ser mejor o peor que el rival. Pero “nunca del todo”. Y “nunca para siempre”.
“Es un texto extraordinario”, me dice (y me lo envía) Jon Uriarte, voleibolista que fue bronce olímpico en Seúl 88 y entrenador coetáneo de Berruto. Uriarte apoya la campaña de Sergio Massa y estuvo en la reunión que el candidato oficialista celebró el 18 de septiembre pasado en Obras Sanitarias para anunciar su política deportiva. El deporte, sin embargo, no formó parte de los dos grandes debates de los candidatos presidenciales que participarán de la puja electoral de este domingo. Más que deportivo, Argentina, se sabe, es un país futbolero. Parece difícil debatir el deporte en medio de tanta crisis.
¿Será casual que cuatro de los cinco candidatos hayan sido arqueros en una nación que vive atajando penales? El más votado en la primera rueda electoral de las PASO, Javier Milei, ya fue dicho, fue arquero en Chacarita y también en San Lorenzo (en una categoría juvenil que competía en torneos paralelos de la AFA). Volador y audaz. “Callado” según registros de ex compañeros, “altanero”, según otros. Suplente la mayoría de las veces, hasta que, en 1989, plena hiperinflación que precipitó la salida anticipada del entonces presidente Raúl Alfonsín, decidió dedicarse a estudiar economía en la Universidad de Belgrano.
Massa fue arquero de fin de semana en reuniones con familia y amigos. El gobernador cordobés Juan Schiaretti confesó que solo se imaginó arquero en sueños y deseos, y Patricia Bullrich fue arquera de hockey sobre césped. Myriam Bregman es la excepción. ¿Equipos? Milei cuenta que, tras la tristeza por el retiro de Martín Palermo, dejó de ser hincha de Boca cuando Daniel Angelici recontrató en 2013 a Juan Román Riquelme, agravado en 2018 porque Guillermo Barros Schelotto hizo entrar a Fernando Gago en plena final de Libertadores en Madrid. “Fue otro acto de populismo, hinché por River” (sic). Massa, según sus biógrafos, hinchó primero por Chacarita, luego por San Lorenzo y, finalmente, por Tigre, del que fue presidente virtual. Schiaretti es de Racing (de Córdoba, claro). Bullrich es socia de Independiente (allí está Néstor Grindetti, su candidato a gobernador a la Provincia de Buenos Aires). Y Bregman es de Estudiantes de La Plata.
El CEO de World Eleven, Guillermo Tofoni, aceptó el viernes pasado en entrevista radial que él es “el representante” de La Libertad Avanza en el fútbol (apreciación algo audaz, avisan en el partido de Milei). Toffoni dijo que un eventual escenario de dolarización ayudaría, Congreso mediante, a la creación de Clubes SA, el modelo que impulsaron primero Carlos Menem y luego Mauricio Macri, ambos sin éxito. Milei sí contó que habló con Macri sobre Boca Juniors, supuestamente para vencer a Riquelme en las elecciones de diciembre. Román, que a su vez es muy amigo de Massa, puso fin en 2019 a 24 años de Macrismo-Angelicismo en Boca. Populistas, liberales o libertarios. La pelota atrae a todos.
El deporte, igual, es mucho más que fútbol. Lo saben los más de 750 atletas que representarán al país en los Juegos Panamericanos que comienzan este viernes en Santiago de Chile. A partir de ahora, sus becas estatales, vieja deuda, sumarán aportes para el sistema previsional. La despedida fue en el Cenard, la casa de los atletas que, a comienzos de 2019, otro gobierno imaginó vender para construir torres de lujo frente al río. El Estado que nivela y protege para algunos. O el Estado maldito que traba la iniciativa privada para otros. Debate difícil en tiempos de información confusa y discursos de odio.
Y en el medio, el deporte. Enseñar sus “valores educativos” en las escuelas evitaría tanta policía en los estadios. Niños que se pasan la pelota sin importar su color de piel, su religión ni la cuenta bancaria de sus padres. El deporte también como “cultura del movimiento” asumida como “verdadero sistema de bienestar”, generando “ahorros” a la salud pública. Todo esto lo decía un mes atrás Berruto en el Parlamento italiano. El diputado, que comenzó a elaborar su proyecto de ley en pleno dolor de la pandemia, se preguntó también cómo podía tolerar el Estado italiano que casi el cincuenta por ciento de sus escuelas no tuvieran gimnasio. Su mejor equipo, contó alguna vez Berruto, no ganó medallas olímpicas o mundiales. Fue el equipo de vóley del Hospital Psiquiátrico de Montichiari. Pidió entrenarlo en la excelencia del mismo gran palacio deportivo que gozaba su equipo de Serie A. El deporte fue la mejor medicación. Y “la lección más extraordinaria”, dijo Berruto, “me la terminó enseñando el peor equipo que he entrenado”.
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