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El último recurso: un técnico extranjero para el seleccionado argentino
El seleccionado argentino de fútbol tiene una sola certeza sobre su futuro y además es sobre algo que nunca sucederá: jamás un técnico extranjero se hará cargo del equipo. No está escrito en ninguna parte y no es tema de debate en las intensas discusiones mediáticas. Tampoco se polemiza en las "mesas de café", ya de dudosa existencia, pero con mandatos que tienen la fuerza de la orden verbal de un rey. Hay cosas que no pasan en el fútbol argentino. Tal vez llegó el momento de que sí sucedan.
En un país como la Argentina, donde el fútbol organiza la agenda diaria y ecualiza las emociones de toda una sociedad, el fútbol siempre debe ser cosa de argentinos. El puesto de técnico del seleccionado es, en ese imaginario, el último lugar a entregar. Poco interesa que puertas afuera busquemos "argentinidad" en la vida de los otros. Argentinos en el draft de la NBA, argentinos en Manchester City, argentinos como árbitros en Roland Garros, argentinos en una expedición al Everest y, obviamente, argentinos como directores técnicos de otros seleccionados. En la Argentina, el rugby, el boxeo, la natación, el voleibol han tenido entrenadores y asesores extranjeros para conseguir grandes resultados. Algunos de ellos inéditos en la historia de esos deportes. El fútbol de selecciones no cruza esa frontera.
Pekerman, en Colombia. Sampaoli, en Chile. Bielsa, en Chile. Passarella, en Uruguay. Martino, en Paraguay (quizá dos veces). Gareca, en Perú. Borghi, en Chile. El listado puede continuar. ¿Entrenan a otros seleccionados porque son argentinos? ¿O porque son considerados buenos? La mirada desde acá desborda de sencillez: son buenos porque son argentinos. Pero el asunto se vuelve espeso, sin solución, cuando pensamos en la posibilidad de que un técnico extranjero pudiera dirigir al seleccionado. Los pensamientos son coincidentes: los jugadores se le rebelarían, la prensa lo "mataría", no duraría dos partidos seguidos si pierde. Nada que no haya pasado hasta ahora. Nada que no haya sufrido, por ejemplo, el Coco Basile, en 2008, amo y señor de la mesa de café. En definitiva son las propias estrellas del seleccionado las que diariamente y desde hace años conviven con técnicos de otras nacionalidades. Se adaptan a sus sistemas. Aprenden el juego en otro idioma y los revolean por el aire si todo termina bien.
Brasil casi saltó ese charco cuando Pep Guardiola estuvo en el radar de la CBF en 2012. Ya afuera del Barcelona. El asunto se veía como más natural: abundan los textos en los que Guardiola dice que su idea de equipo es que los jugadores se pasen la pelota como lo hacía Brasil del 70. De haber terminado en mejores relaciones con Sandro Rosell, ex presidente del Barcelona y de probadas influencias en el fútbol brasileño, tal vez Guardiola podría haberse hecho cargo de la casa matriz del fútbol asociado. Rosell fue en los 90 responsable de marketing de Nike para Latinoamérica y fue el encargado de firmar contrato con la CBF. Cuentan que boicoteó la llegada de Pep a Brasil . De todos modos, de haberse producido el desembarco, ¿habría llegado por ser español? ¿O por ser Pep Guardiola? Imaginar a la Argentina dirigida por Guardiola sería una fantasía erótica. Pero para otros el erotismo puede estar en una conducción a cargo de José Mourinho. Como fuera, hablamos de fútbol y no de documentos de identidad.
El mejor relato del mejor gol argentino de la historia de los Mundiales lo hizo un extranjero. Pero nadie lo piensa de ese modo, porque es apenas un detalle. Al mismo tiempo, es cierto que los Mundiales son un ordenador de equipos y técnicos en ese sentido: todos los campeones del mundo fueron dirigidos por técnicos de la misma nacionalidad (http://bit.ly/29vWjgd). Personajes como Bora Milutinovic y Gus Hiddink, especialistas en captar necesidades ajenas, recorrieron el planeta sin presiones para ganar títulos.
Un técnico extranjero probablemente no sea la solución para el seleccionado. Pero contemplarlo significa expandir los pensamientos en momentos en los que todos parecen estar contaminados por este desmoronamiento en cámara lenta del fútbol argentino. El modo correcto de formularlo sería: contratar a un buen técnico que también puede ser extranjero. En esa línea también está la AFA llamada a una normalización que viene desde el exterior con el suizo Primo Corvaro y la paraguaya Montserrat Giménez a cargo de orientar las reformas. El fútbol argentino, obra magna de dirigentes argentinos, quedó obligado a ser reparado con los manuales de otros. Sería conveniente no descartar opciones. Y en caso de emergencia apelar al único recurso que todavía no se utilizó: llamar a un Míster.
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