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El triunfo más soñado: cuando Guillermo Vilas fue campeón de Wimbledon
La tensión domina el ambiente en la cancha central del All England. Se llevan jugadas más de cuatro horas de la final. Chris Christensen, la promesa americana, saca 5-6 y 30-40 en el quinto set. Match-point en contra. Su zurdo rival llega exigido a un par de tiros, pero alcanza a ejecutar dos globos seguidos. El segundo smash forzado explota en la red y Christensen se toma la cabeza. Su sueño queda trunco. Del otro lado de la red, el flamante campeón de Wimbledon inicia una carrera con la sonrisa dibujada en el rostro y pega un salto a la eternidad. La vincha, el pelo largo, la remera son inconfundibles: ¡es Guillermo Vilas , el mejor tenista argentino de la historia! Celebra en la Catedral. Un triunfo de todos los tiempos. Unico.
De pronto, los amantes de la estadística no entienden nada. Buscan en la web. Exploran en el historial de campeones. Hurgan en la biografía personal de Vilas. Y, contrariados, se preguntan: "¿Cuándo fue que el gran Willy ganó Wimbledon que nunca me enteré?". Todos sabíamos que el marplatense conquistó cuatro Grand Slams: Roland Garros 77, el US Open 77 y el Abierto de Australia 78 y 79. Pero, ¡¿Wimbledon?! Detrás de todo gran campeón siempre hay una historia.
Vilas y el pasto, una relación particular
En la enorme carrera de Vilas, que incluyó 62 títulos, Wimbledon constituía un dolor de cabeza. Por su formación en canchas lentas, a nadie le llamó la atención que se propusiera ganar, y lo consiguiera, Roland Garros en ese 1977 mágico. Un año en el que no fue reconocido como N° 1 del ranking mundial, pero que en la práctica sí lo fue. Porque además conquistó el US Open cuando se jugaba sobre arcilla en Forest Hills venciendo a Jimmy Connors en la final, cosechó 16 torneos y se mantuvo invicto durante 46 partidos. Una grosería deportiva. Pero el césped...
"El pasto es para las vacas", dijo Willy un día, atormentado por una derrota imprevista en la Catedral, donde debutó en 1970. Aunque muchos le asignaron la autoría de la original frase que para los británicos sonaba a irreverencia, en realidad Vilas la había tomado del español Manuel Santana, campeón en Wimbledon 1966. Ese día, en la conferencia de prensa, Manolo confesó: "Pensar que cuando yo veía todo este verde me decía 'qué buen alimento para las vacas'. Y ahora pienso tan distinto...". La gloria también cambia ideas.
En rigor, si bien no se trataba de su superficie favorita ni mucho menos, Vilas era tan tozudo, profesional y perfeccionista que fue capaz de jugar razonablemente sobre césped. Por eso, a los 22 años, ganó el Masters en el pasto del mítico estadio Kooyong, en Melbourne, Australia. Fue en 1974, ante el talentoso rumano Illie Nastase, campeón del US Open 72 y de Roland Garros 73, tras lo cual llegó al N° 1. Y también registra, en el mismo estadio, dos conquistas en el Open australiano. Aunque con un detalle significativo: no compitió contra los mejores.
Por esos años, el Abierto de Australia se iniciaba en Navidad y terminaba durante la primera semana de enero. Vilas se preparaba durante un mes y se amoldaba criteriosamente al césped, que requiere de cambios de ejecución en los golpes y en los desplazamientos. Compitió contra mayoría de tenistas locales, que sí sabían cómo desempeñarse en pasto, pero que no tenían el nivel de Björn Borg , Jimmy Connors , Vitas Gerulaitis, Ilie Nastase, Adriano Panatta o Roscoe Tanner, los mejores de esa época. Vilas le ganó la final de Australia 78 al australiano John Marks (180°) y la del 79 al norteamericano John Sadri (45°), nombres que pasaron de largo en la historia del tenis. Ya en 1988, el Open pasó a jugarse en el complejo Melbourne Park, sobre cemento.
La verdadera complejidad para Vilas en el césped se manifestaba en Wimbledon, allí donde los mejores solamente se ausentan por lesión. Participó en 11 ocasiones y en cinco de ellas fue eliminado en el debut. Sus máximas producciones habían sido en 1975 y en 1976, cuando alcanzó los cuartos de final y fue derrotado por Roscoe Tanner (6-2 en el quinto), el furibundo sacador de esa época, y por Björn Borg en tres sets, como preludio del primero de los cinco títulos que lograría el "Hombre de Hielo" sueco en el All England.
Ni en el mágico 1977 Vilas, como 3° preclasificado, logró empatizar demasiado con el césped: semanas después de ganar Roland Garros con un nivel superlativo, el estadounidense Billy Martin lo despachó en Londres por 6-2, 6-4 y 6-2 en la tercera rueda. Las satisfacciones escaseaban en el All England. Hasta que llegó ese triunfo por 7-5 en el quinto set de la final sobre Chris Christensen que lo catapultó a la gloria...
Un triunfo de película
Viernes 7 de julio de 1978. Cancha central de Wimbledon. La atracción principal del día es la final de singles femenino entre las norteamericanas Chris Evert y Martina Navratilova (oriunda de Praga y nacionalizada). Pero todavía faltaban algunas horas para que la legendaria Martina ganara el primero de sus 18 títulos de Grand Slam. Es un día especial en el All England. Los casi 15.000 espectadores se transforman de pronto en extras de "Players". Cámaras, asistentes, megáfonos, indicaciones del director Anthony Harvey. La central devenida en set de filmación.
En el vestuario, Chris Christensen, un tenista cuyo ranking está fuera de los 200, espera ansioso que el reloj de pared marque las 2 PM. Está por jugar el partido de su vida. Enfrente, el mejor de todos: Guillermo Vilas (que también está por disputar el partido que siempre soñó). Se miran. Analizan sus movimientos. Lucen nerviosos como si en realidad estuvieran en una sala de espera de partos. Los vienen a buscar. Un asistente lleva sus raquetas. Entran en la central de Wimbledon a jugar la gran final, en la que Vilas es el favorito. Pero Christensen ha tenido un torneo que superó las expectativas y fue dejando en el camino a figuras como Nastase, un adolescente John McEnroe (EE.UU.), John Loyd (Inglaterra) y Vijay Amritraj (India), todos profesionales como Vilas.
El argentino gana los dos primeros sets. Christensen reacciona y se lleva los dos siguientes. En el quinto, Vilas luce más entero. Su rival está como perdido hasta que en un cambio de lado mira hacia el sector donde se ubica su coach (Pancho González, extenista y entrenador) y allí la ve a Nicole, su gran amor. Una escena con puntos de conexión con un film más contemporáneo, de 2004: "Wimbledon", donde Peter Colt (Paul Bettany) gana el torneo ayudado por su pareja, la campeona Lizzy Bradbury, interpretada por Kirsten Dunst. No todas las ideas son originales: sería imposible.
Pero el impulso del corazón no alcanza y Vilas logra su sueño: es campeón de Wimbledon. En "Players" consigue el Grand Slam esquivo de su carrera. La película se estrenó el 8 de junio de 1979 en salas estadounidenses. Hace poco más de 40 años. Un film que generó más de 7 millones de dólares en taquilla, pero que no alcanzó gran suceso. De hecho, ni siquiera llegó a verse en las salas de la Argentina, a pesar de tener a un prócer deportivo como protagonista secundario.
Las imágenes de tenis en la que se lo ve durante la película no son muchas. La trama transita por otro lado. Es el tenista en ascenso (interpretado por Dean Paul Martin, hijo del actor Dean Martin, compinche del recordado Jerry Lewis) que se enamora de Nicole (Ali Mac Graw), a quien conoció en una carretera mexicana y le salva la vida. Nicole es diez años mayor que Chris, lleva una vida de jet set y está en relación con un empresario millonario.
Las críticas de los especialistas en cine de Estados Unidos fueron despiadadas, con la idea de la película y con la actuación de sus protagonistas. Dean Paul Martin, que nunca fue tomado en serio como actor a diferencia de su padre, supo ser tenista junior, por lo cual podía pelotear sin trucos de imagen. Luego fue piloto de avión y falleció en 1987, a los 35 años, en un accidente aéreo mientras piloteaba en montañas de California. Ali Mac Graw, exesposa del actor Steve McQueen y también del productor de "Players", Robert Evans, lo cual terminó de explicar muchas cosas para la crítica.
En un pasaje del film, lo entrevistan a Vilas. Le preguntan: "¿Qué es la magia que hace a Wimbledon diferente?". Willy responde: "La magia de Wimbledon". Esa magia que un día lo llevó a ser campeón. El título que se les escapó a los historiadores y acopiadores de datos. Fue, a no dudarlo, un triunfo de película.
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