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El tranquilo aporte de Mora
Las penurias por las que atravesó River en estas últimas semanas se explicaron en el desbarranco futbolístico del equipo y en la mala suerte; el desenlace feliz de la odisea, en la reacción de último momento y en la buena suerte. También hubo razones encarnadas en nombres, como el de Barovero, varias veces imprescindible y salvador, o los de algunos pocos que contribuyeron oportunamente con la causa, aunque más no fuera en apariciones ínfimas.
Pero en lo que concierne a los artífices individuales, en River hay bastante consenso sobre algo: ninguno fue tan importante como Rodrigo Mora. A estas alturas y antes de que al valor efectivo de su aporte lo pongan en juego los futuros resultados, hay muchos motivos por los que el delantero uruguayo merece un reconocimiento.
Ya nos hemos acostumbrado a ver la imagen de Mora en la TV sosteniendo un trofeo después de los partidos. Invariablemente lo oímos hablar con una inflexión reposada, casi ausente, que contrasta con lo que acaba de sudar en la cancha. Escuchar a un futbolista expresarse de una forma tan relajada no deja de ser un placer, un remanso en un ambiente enviciado, habituado a la agitación verbal. No parece casualidad en el caso de Mora. Todo lo contrario. Esa templanza habla mucho de él, se condice con lo que es jugando.
Mora se conoció con un River que apenas salía del túnel del descenso, apurado por reivindicarse y hambriento de referentes que le devolvieran el orgullo. Como prueba no habría sido fácil para nadie, porque apretaba la urgencia de descubrir otro Caniggia u otro Francescoli y ahuyentar la pesadilla. La ansiedad obró en ojos que a las tres o cuatro buenas jugadas tal vez exageraron la nada despreciable capacidad futbolística de este atacante rápido, tenaz y corajudo. Ajeno a miradas generosas o críticas, Mora pasó el examen con humildad y constancia hasta que Ramón Díaz, disconforme, le abrió la puerta de salida; el buen recuerdo que quedó de él lo devolvió al club casi con naturalidad tras el portazo del Pelado. Y retomó el trabajo donde lo había dejado, con perfil bajo, goles fundamentales y un aporte general positivo.
Cuando al River ostentoso que encaró esta Copa Libertadores de golpe le aparecieron achaques, ahí estuvo el servicial y productivo Mora, no para adornos ni lujos pero sí para dar casi siempre lo que el equipo pedía. El problema físico que le impidió jugar ayer contra Banfield -y que de paso le permitió un descanso necesario, pensando en lo que viene- desembocó en el esperado lucimiento de un compañero, Cavenaghi. Que el cambio haya salido tan bien quizá no estaba en los planes de nadie, pero no deja de simbolizar el espíritu solidario y generoso que distingue a Mora, tan valioso en él como lo mucho que produce con la pelota.
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