El Tigre

A Ricardo Gareca , cultor del bajo perfil, alguna prensa popular peruana no tuvo mejor idea que apodarlo "Laura Bozzo", por un supuesto parecido con la animadora de programas de TV donde la gente dramatiza supuestas miserias a cambios de miserables pesos. Los llaman "realities". En Perú hay cuatro diarios deportivos. Uno de nombre inequívoco, El Bocón. El fútbol, en muchos casos, es una simple excusa para publicar chismes, farándula, mujeres semidesnudas, pronosticar el fin del mundo, hablar de la mujer vaca o, como vi una vez en una visita a Lima, anunciar en portada la primera lámina de la colección Animales Asesinos. A poco de asumir como DT de Perú, Gareca fue asediado por algunas fotos de jugadores bebiendo unas copas de noche. "No me interesa la vida privada de los jugadores." Con El Tigre, cero chance de polémica.

La Teta Teresa, una especie de Pulpo Paul de la Copa América, oráculo venezolano que tiene espacio en la prensa "chicha" (popular), seguramente pronosticará derrota peruana hoy ante la Vinotinto. Si acierta (una banderita peruana debe caer del pecho amplio de la dama), Perú quedaría rápidamente eliminado del torneo. Salvo catástrofe en el partido de cierre el domingo ante Colombia, Gareca igual seguirá firme. El goleador que dejó a Perú fuera del Mundial 86 con un tanto agónico en coautoría con Daniel Passarella fue contratado ahora como DT para llevar a la selección a Rusia 2018. Tal vez ya sepa que el vicepresidente de la Federación, Agustín Lozano, es un político. Precisa resultados rápidos.

"Flaco", así lo llaman desde pibe, conoce como pocos el insulto del fútbol. "Gareca tiene cáncer, se tiene que morir", llegaron a cantarle fanáticos de Boca, furiosos porque se fue a River con su amigo Oscar Ruggeri después de una huelga. Los de River lo silbaron y la barra hasta lo apuntó con revólveres, creídos de que jugaría en el Monumental con la camiseta de Boca debajo de la del América de Cali. Con el equipo colombiano de los hermanos narcos Rodríguez Orejuela, si bien perdió tres finales de Libertadores, fue campeón seis años seguidos como jugador. Volvió como ídolo ya DT. Ocho victorias en diez partidos. Pero se volvió porque no le gustaron algunas cosas. Hinchas de River y de Boca se unieron para silbarlo el día de su debut en la selección de Menotti en 1980. Hizo el gol del boleto a México, pero Bilardo lo dejó fuera del plantel que fue campeón en el 86. Jugador goleador y calentón, se despidió campeón con Independiente, pero duró nada como DT, todavía inexperto. En Tucumán, cuando dirigió a San Martín, le tiraron en un clásico un balde de pis. Y en Córdoba, Talleres (con el que había sido Gardel en un primer ciclo) lo dejó ir a los 45 días cuando volvió. Ni hablar de su último paso por Palmeiras: ocho derrotas en 13 partidos.

Su lugar en el mundo fue Vélez, su equipo del corazón. Ganó cuatro títulos y duró cinco años. Juego aguerrido, de pelota al piso y simple. Siempre entrenó a puertas abiertas. Una vez, eso sí, suspendió para el jueves la conferencia semanal de los miércoles: no estaba el periodista que debía hacerle siempre la primera pregunta. Ahora es Perú. Al uruguayo Sergio Markarian, predecesor, le decían El Mago. "Suponíamos -me cuenta el colega Daniel Titinger, director de El Depor- que debía hacer algo para sacarle lustre a su apodo. Nos dolió a todos su fracaso. A Gareca le decimos «El Tigre». Con él no ingresamos al terreno de lo esotérico, sino de lo posible."

PL

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