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El Sur vs. el Norte: la UAR lucha ante las tentaciones
Los contratos que pagan los clubes franceses e ingleses son muy superiores respecto de los que se pueden afrontar en la Argentina y la dirigencia de nuestro país se preocupa
HAMILTON, Nueva Zelanda (Enviado especial).- El rugby argentino continúa atravesando un profundo proceso de reconstrucción. Con los Planes de Alto Rendimiento la base de jugadores con futuro en los Pumas se va ampliando, todavía a un ritmo lento. En este contexto comienzan a aparecer los primeros problemas: cómo hacer para retener a un jugador que, en Europa, puede ganar más del doble de dinero del que consigue acá. Al igual que le pasa a las grandes potencias del sur, sobre todo Australia y Sudáfrica, la Argentina no puede competir con los presupuestos y salario de las potencias del norte. Por eso el convencimiento del cuerpo técnico, más la seducción de continuar defendiendo los colores de la Argentina aparecen como respuesta central a una cuestión sin solución.
Si uno mira los números en los contratos de los jugadores argentinos se puede sorprender. La UAR destina el 66% de su presupuesto, unos 300 millones de pesos, para el desarrollo de los Jaguares, la franquicia que disputa el Super Rugby, hoy la principal fuente de ingreso, y los Pumas. Allí, la mayor parte está destinada a pagarle los sueldos a los 58 rugbiers contratados. Desde hace un tiempo, se impuso una regla en el rugby argentino: para jugar en el seleccionado deben tener contrato con la UAR. Así fue como muchos, por elegir tener su presente y futuro en Europa, se alejaron del seleccionado.
“Estamos muy abajo en plata. Si es por dinero, los jugadores se tienen que ir”, cuentan desde la UAR. Lo que se paga en la Argentina para jugar en los Jaguares es considerablemente menor a los salarios que un jugador puede firmar en Francia o Inglaterra, en ese orden, las grandes potencias económicas en el rugby de clubes. Claro que esto también afecta a la formación de planteles propios en el Viejo Continente, como le sucedió al seleccionado galo, otra razón por la que se puede explicar lo que fue el dominio del rugby del sur ante el norte en la última Copa del Mundo. “Pensamos que después del Mundial, tras lo que sucedió con los europeos, invertirían en el rugby de base, pero no”, cuentan en los pasillos de la UAR.
Recientemente, Toulon, de Francia, el equipo con mayor presupuesto del mundo, contrató al japonés Ayumu Goromaru, quien firmó por un salario anual de casi dos millones de dólares. Se convirtió así en el mejor pago del planeta. Apenas un escalón por debajo está Dan Carter, quien eligió luego del Mundial pasado alejarse de los All Blacks para vivir en París. En el Racing Metro –donde es compañero de Juan Imhoff– se lleva poco más de 140 mil dólares por mes. Cifras impagables en la Argentina. De los 10 jugadores con mejores salarios del mundo, sólo uno no compite en Francia o Inglaterra. Es Jonathan Sexton, apertura de Irlanda, quien juega en el Leinster de su país.
La Federación inglesa tiene hoy un presupuesto casi 10 veces mayor al de la UAR. Francia cuenta con casi siete veces más. Los jugadores que disputan la tercera categoría del rugby francés cobran, por el último convenio de trabajo, como mínimo 18.120 euros, en promedio, tres veces menos que los argentinos. Por eso el gran temor reside en lo que puede suceder cuando estas potencias apunten a contratar jugadores que hoy, con la UAR, tienen salarios considerablemente menores.
Algo de esto ya comenzó a suceder. El poderoso Toulon, que tiene cuatro de los cinco sueldos más altos del mundo, apuntó a contratar a Guido Petti. Sin embargo el segunda línea de los Pumas decidió continuar defendiendo la camiseta argentina. Claro que para eso la UAR debió mejorar las condiciones contractuales que él tenía. No fue el único con ofertas concretas del exterior. También llegaron por Pablo Matera, incluso por Axel Muller, quien sin tener un minuto en los Pumas (jugó seven) se fue al Toulon. Incluso el cuerpo técnico de Daniel Hourcade fue tentado por una selección europea para que la conduzca.
“Estamos viendo cómo hacer para que se queden. Buscamos que los jugadores no decidan ahora para no distraerse en medio de la competencia. En caso de irse, sería post Rugby Championship”, dice José Santamarina, manager de los Pumas y uno de los dirigentes más cercanos al plantel que dirige Daniel Hourcade. “Acá tenemos un problema. Es que cuanto mejor juegan los Pumas, más sube el interés por ellos”, explica.
Más allá de un dinero que no pueden pagar, buscan convencer a los jugadores por la pasión y el patriotismo de defender los colores argentinos. “Desde la UAR tratamos de atajarlos no sólo por los contratos sino por los premios al jugar en los Pumas; el saber que si se van no podrán jugar en la selección ni perderse este sistema de juego”, cuenta Santamarina. Además de su sueldo, los jugadores argentinos reciben viáticos por jugar en los Pumas, que no son en absoluto despreciables.
La exposición en el seleccionado también los lleva a conseguir contratos publicitarios que sirven para aumentar los ingresos. Pero si se juega con los números, el salario promedio que tienen los 34 jugadores que hoy integran el plantel de la Argentina igualaría el contrato del japonés Goromaru, el mejor pago del mundo, con casi dos millones de dólares. Claro que en el plantel nacional algunos se llevan mucho más dinero que este promedio.
Con los contratos la UAR busca, además, no tener que negociar cada vez que se acerque un partido de la Argentina, con los clubes europeos. Forman así una base amplia para que los Pumas sean más competitivos. “No sacamos cuatro o cinco jugadores por puesto. Por eso apelamos, no sólo al hecho de jugar en los Pumas, sino a no resignar una idea o un sistema de juego por irse a Europa. Aquí se juega de una manera con los Jaguares que se traslada al seleccionado. Incluso si eligen irse y a futuro volver, nada les garantiza mantener su lugar. Hay varios que quieren regresar pero hoy su puesto en los Pumas lo perdieron”, argumenta la dirigencia.
Algo similar atraviesan Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica, aunque con el correr de los años, fueron flexibilizando sus posiciones. Hoy, por ejemplo, en los Springboks juega Bryan Habana, quien defiende los colores de Toulon o Morné Steyn en el Stade Français. Drew Mitchell y Matt Giteau son los Wallabies que juegan también juegan en ese equipo francés. “Cualquiera de los All Blacks puede tener contratos millonarios en Europa, pero eligen brillar en su casa y, ya avanzados en sus carreras, irse por el dinero que resignaron algunos años”, cuenta Carlos Araujo, presidente de la UAR.
El equipo de Nueva Zelanda es el que menos padece esto, ya que su base es mucho más amplia y la inserción de los juveniles en el seleccionado está más aceitada. Lo que pagan por defender la camiseta negra es mayor al resto de las selecciones y la identificación de los jugadores con el equipo es el principal activo. Suelen irse cuando ya el ciclo está completo, como es el caso del mencionado Carter, que con 33 años dejó la selección para continuar su carrera en Francia. Beauden Barrett, por ejemplo, una de las nuevas figuras de los All Blacks, acaba de firmar un nuevo contrato con la federación de Nueva Zelanda hasta el 2019.
A diferencia de las tres grandes potencias del sur, el problema para los Pumas no está sólo en competir con la billetera de los países del norte. En este lento crecimiento de la estructura del seleccionado, el recambio es uno de los puntos a tener en cuenta. En caso de perder jugadores, el costo de conseguir otros que sean igual de competitivos es mucho mayor. Si incluso Sudáfrica y Australia hace algunos años cambiaron su postura y aceptaron este “sistema mixto” de jugadores.
Hace siete años, comenzó el trabajo de la UAR con los Planes de Alto Rendimiento y el crecimiento del seleccionado. Este crecimiento sostenido que tuvo el seleccionado de los Pumas puede empezar a tener algunos problemas que deberá resolver de forma urgente, más allá de la pasión y el amor que los jugadores puedan tener por la camiseta.
tb
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