A los 15 años obtuvo una prueba en Chacarita, quedó, y durante un tiempo trazó un recorrido desde Palermo hasta San Martín para ir a entrenar. Más tarde se hizo amigo de un compañero del club y se enteró de que sus padres le habían sacado el pan y la Coca Cola para cuidarlo de que no engordara. No muy contento con este universo de imposiciones, un día llegó del entrenamiento y le dijo a su mamá que iba a dejar el fútbol profesional. Así, Matías De Cicco, después de ver frustrada su idea de ser futbolista, optó por buscarse una vida repleta de diversidades. Estudió medicina, se hizo psiquiatra, trajinó en la actividad comercial, fue mánager de la banda de rock Pier y conductor de un programa de radio –y aún lo es–. Pero desde el día que se cruzó con Marcelo Bielsa en un aeropuerto, se propuso, y lo hizo, ser el director técnico del club Lugano, equipo de la última división del fútbol profesional.
Cuenta Matías: "En 2011 estaba en el puesto de diarios que tiene mi hermano en aeroparque y mientras tomábamos un café, lo vemos al Loco Bielsa que se acerca a comprar una revista. Ahí aproveché y le dije: «Marcelo, cómo te va, te admiro mucho» y empezamos a charlar". A contramano de la reticencia del ex-DT para dar notas –excepto por sus famosas conferencias de prensa interminables–, Bielsa le contó algunos detalles del Mundial de Japón, de lo que había hecho desde entonces, de que había decidido recluirse en un campo porque a cualquier bar que iba escuchaba hablar de Argentina, de lo que había pasado, y terminaba a las piñas. "Se volvía loco, se tuvo que aislar –sigue De Cicco-. Ahí le comenté de mi formación y de cómo me gustaría incorporarlo en el deporte, entonces me aconsejó: me dijo que tenía que buscar un amigo que fuera técnico o que, directamente, me hiciera técnico yo. Ese mismo año me anoté para hacer el curso de técnico", recuerda.
De Cicco le comentó a Marcelo Bielsa una suerte de teoría de formación futbolística que venía pergeñando desde hacía tiempo. Una mezcla de todos los saberes a los que fue accediendo con cada cambio de piel.
Lo que De Cicco –porteño, 39 años, hijo de inmigrantes que se dedicaron al negocio de los puestos de diario– le comentó en ese entonces a Bielsa era una suerte de teoría de formación futbolística que venía pergeñando desde hacía tiempo. Una mezcla de todos los saberes a los que fue accediendo con cada cambio de piel. En esas capas había un poco del psiquiatra que con 27 años trabajó en el Borda y en el Rivadavia con pacientes crónicos ("ahí aprendí mucho sobre la locura más profunda"), pero también del que luego se alejó del universo hospitalario para dedicarse al comercio: puso negocios de bijouterie, hizo inversiones inmobiliarias y hasta manejó un local gastronómico en San Isidro. Y del que en su siguiente cambio de piel se volcó por otra pasión, el rock, y se convirtió en mánager de Pier, banda que seguía desde los 17 años.
El Loco me dijo que tenía que buscar un amigo que fuera técnico o que, directamente, me hiciera técnico yo. Ese mismo año me anoté para hacer el curso.
¿Cuál era ese método que De Cicco –y también Bielsa– pensaba que podía funcionar? Lo explica ahora: "La base fundamental está en crear condiciones acordes con lo que se le pide al equipo: no se puede entrenar y que los pibes vayan a un vestuario donde la ducha es un caño sobre un cemento frío y que cada vez que llueve se inunda todo. Eso hace que los jugadores no puedan desarrollar su capacidad futbolística porque están pensando en un montón de otras cosas", dice, y toma envión: "Y en lo deportivo hay otros aspectos, uno de ellos tiene que ver con trabajar cuestiones mentales. No en un gabinete psicológico, sino a través del entrenamiento mismo. Se trata de trabajar ciertos ejercicios para poder leer cómo el jugador se enfrenta a algunos desafíos y, a partir de ahí, articular condiciones de esa personalidad: no es que los sentás y les preguntás por su familia, sino que les das tareas específicas en la cancha".
Antes de toparse con el extécnico de la selección argentina, De Cicco había hecho algunos intentos para transmitir su idea. Por intermedio de su padre, se había reunido con Luis Seveso, en aquel momento médico de River, durante la gestión técnica de Daniel Passarella. Cuando Seveso escuchó su proyecto, le dijo que la propuesta le parecía "buena y novedosa", pero le aclaró que si le presentaba el proyecto al presidente de River, le iba a decir "que estaba loco y que para psicólogos ya había gabinetes".
La base fundamental está en crear condiciones acordes con lo que se le pide al equipo: no se puede entrenar y que los pibes vayan a un vestuario donde la ducha es un caño.
La llegada a Lugano
Para fines de 2017, De Cicco se reunió con una referente de Villa Lugano; quería involucrarse en algún trabajo social dentro del territorio. Se citaron frente al estadio del club Lugano. Cuando De Cicco escuchó que había partido, cruzaron a verlo: ahí aprovechó para observar el lugar, la hinchada, el público en las tribunas, los jugadores. Y tuvo su epifanía: tenía que presentarles su proyecto a las autoridades.
Lugano compite en la D, fue fundado el 18 de noviembre de 1915 y su estadio está ubicado en el barrio de Tapiales. De Cicco incorporó como técnico en junio de 2018 junto con Alejandro Segarra. A partir de ahí, con plata que salió de su propio bolsillo, fue el motor para que se impulsaran cambios edilicios y algunos arreglos en la cancha. "Hicimos el vestuario de inferiores, el buffet, el estacionamiento y, a través del municipio, nos dieron las máquinas para el nivelado. Después hicimos el sembrado de la cancha, el riego, la pintura de todo el predio y los vestuarios a nuevo", enumera.
La otra pata de su "método" se enfoca directamente en los jugadores. Lo llama trabajos mentales. "Por ejemplo, se les da una frase de un tema de Divididos para que piensen de qué se trata. Así yo los saco del universo del entrenamiento y los enfoco en otra cosa: en ese intercambio te expresan un montón de cosas, que a su vez te dan pautas de ellos como jugadores. Esas interpretaciones te muestran condiciones para la función que uno quiere que cumplan en la cancha".
Si bien los resultados no lo acompañaron -Lugano quedó fuera del Reducido- y De Cicco decidió dar un paso al costado a fines de marzo, está seguro de que este es un camino largo que quizá no dé sus frutos se vea en lo inmediato, pero su anhelo va más allá:"Si al final del camino, pasado un campeonato, les preguntan a los jugadores si se sienten mejor que cuando empezaron y la respuesta es sí, ya está cumplido mi rol de entrenador".
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