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El Polaco Stupaczuk, otro argentino que quiere llegar a la cima
El chaqueño asoma como el heredero de Belasteguín, N° 1 del mundo de pádel desde hace 16 años; cómo llegó a la elite
De punta a punta. La Argentina había transitado un tiempo en el que no quedaban rincones del país sin que millones de personas se volcaran a la práctica del pádel. Promediaba 1995. La apacibilidad de Juan José Castelli, en Chaco, no era la excepción. Buena parte de sus 25.000 habitantes todavía sentían atracción por un fenómeno impresionante que, sin embargo, comenzaba a disminuir su furor. No fue así para Jorge Stupaczuk y su esposa Graciela, ajenos a todo eso, quienes disfrutaban a diario de una cancha pegada a su casa. La cercanía del escenario con el hogar los llevaba a jugar al pádel cada vez que el tiempo se los permitía. Hasta que los amigos tuvieron que ponerle un freno a la mujer: tenía que dejar de practicarlo porque estaba embarazada.
A 22 años de aquel momento, Franco Stupaczuk (25 de marzo de 1996), uno de los mejores jugadores del mundo, lo recuerda con una sonrisa. A la distancia, puede asegurar que mamó su gran pasión incluso antes de ver la luz. “Mis papás eran muy fanáticos. Cuando yo nací este deporte todavía era furor en la Argentina y mi pueblo se volcó masivamente. En aquel momento contábamos con seis canchas. Hoy sigue teniendo bastante actividad: tenemos más de pádel que de fútbol”, asegura el número 7 del ranking a la nacion.
Stupaczuk, presente esta semana en el Buenos Aires Pádel Master, una de las últimas etapas anuales del World Pádel Tour, que se desarrolla en la Sociedad Rural Argentina, en Palermo, es una de las grandes revelaciones en este deporte. En un circuito dominado por otro argentino, el pehuajense Fernando Belasteguín –número uno del mundo desde hace 16 años–, el chaqueño asoma como uno de los firmes candidatos a sucederlo en el trono.
“La nueva sensación de pádel mundial” y “el mejor jugador del momento” son algunos de los titulares que se utilizan en estos días en la prensa deportiva española, allí donde se centra todo. Junto con Cristian Gutiérrez, Stupa consiguió esta temporada sus dos primeros títulos profesionales del WPT: el Gran Canaria Open y el Mijas Open. “El pádel me da adrenalina y placer”, destaca.
Una gran pasión por el deporte
Stupaczuk, asegura, siente pasión por cualquier deporte en el que una pelota esté volando de un lado a otro. Fanático de River, el fútbol también forma parte de sus devociones. A los 6 años tomó una paleta por primera vez. Talento precoz, sus enormes condiciones se hicieron visibles velozmente: a los 7 ganó su primer torneo en Castelli. Y con sólo 8 fue campeón Sub 12 de la Argentina. Arrolló en cada competencia en la que se presentó y fue campeón del mundo en cada una de las categorías de menores. En el medio, a los 14, una decisión marcó su vida para siempre: entendió que el pádel era su mundo y dejó su tierra para trasladarse a Buenos Aires. Se potenció junto con otro talento argentino, Martín Di Nenno. Se mudó a su casa en Ezeiza y compartieron canchas. Pero, lógicamente, sufrió con el desarraigo. “Fue un poco inconsciente, le dije a mi papá me voy y se dio. Al principio se hicieron los duros, pero luego aflojaron. No fue fácil moverme a 1500 kilómetros de mi casa, aunque siempre tuve en claros mis objetivos”, dice.
En el mundo del pádel , a la dupla Stupaczuk-Di Nenno se los conocía como los ‘Súper Pibes’. Las miradas volvieron a posarse sobre ellos en 2013, cuando levantaron el título mundial en Bilbao. En un torneo inmaculado, se marcharon del certamen sin ceder sets. “Terminé la secundaria en Ezeiza y en 2012 ya empezamos con los viajes a España para probarnos. Fue progresivo”, indica. A la distancia, el Polaco lamenta el hecho de haber perdido algunos amigos chaqueños por su partida a Buenos Aires. Por los partidos o entrenamientos no pudo asistir a una gran cantidad de eventos sociales, aunque hay uno que fue cita obligada: el viaje de egresados a Bariloche. Lo pagó con dinero que ganó en varios torneos. “¡Eso es una vez en la vida!”. Su talento quedó exhibido a los pocos días: regresó y ganó un torneo con Di Nenno. “Me tiraban globos y no veía la pelota”, dice sonriendo.
Stupa reside en Madrid y selecciona dos sitios para describir lo más cercano a su felicidad: la visita a su casa en Chaco y la presencia permanente en una cancha de pádel. No obstante, juega mucho y mira poco: dice que recién en estos tiempos empezó a estudiar a sus rivales. “Siempre extraño mi tierra. Ahora aproveché para visitar a mi gente porque llevaba ocho meses sin verlos. Veo a mis padres dos veces por año y eso es una locura. Mis hermanos más grandes, Nicolás y Julieta, estudian en Chaco”.
En España el pádel fue adoptado y conquistó nuevos mercados: cuenta con 4,5 millones de aficionados que juegan en 20 mil canchas. Hacia ese epicentro viajan los argentinos que sueñan con establecerse de manera profesional. A los premios del circuito se le añaden los contratos con patrocinantes. “En nuestro país para vivir de este deporte tenés que ser siempre campeón. Allá, con un buen ranking, conseguís rápidamente el sponsor de una marca de autos, por ejemplo”, explica.
El año pasado, Stupa fue la revelación del World Pádel Tour y en 2017 su crecimiento fue constante, ya que comenzó la temporada ocupando el puesto 17 del ranking. Muchos de los jugadores asentados en las primeras posiciones superan los 35 años y Stupaczuk es la cara visible de una nueva camada que intenta irrumpir entre los mejores. En diciembre disfrutará de su primer Masters, una competencia que reúne a las ocho principales parejas. “Tengo los pies sobre la tierra. Mi sueño es llegar al número 1, claro. No es sencillo pero espero que sea lo antes posible”.
Su carrera y cómo la viven sus afectos
Amante del tereré de cualquier fruta o agua saborizada, Stupaczuk suele ir a pescar cuando el tiempo se lo permite. Y en sus listas de reproducciones nunca falta su canción preferida: “Sinfonía Silvestre”, de Los Manseros Santiagueños. Se emociona al hablar de la gente que lo rodea y del esfuerzo por seguir sus desempeños. “Mi amigo Rubén es muy humilde y no puede tener wifi en su casa de Castelli. A la hora de la siesta se sienta en la vereda del vecino, que le pasa la clave, y sigue mis partidos con su teléfono, por streaming”, cuenta. En la consagración de este año en el Costa Del Sol Open, la reunión fue en la casa familiar: “Terminaron todos llorando, después me pasaron videos. Fue hermoso”, rememora. “Cuando sos campeón empezás a pensar en tus orígenes, dónde comenzó todo. Son muchos años de sacrificio y es muy duro irte de tu casa dejando a la familia con sólo 14 años”, agrega.
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