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El pato abrió sus fronteras y vivió una increíble experiencia en Turquía
Cuesta imaginar la escena, pero es real. En los parlantes se escucha la cumbia de Damas Gratis: "No te creas tan importante…". Miles de turcos sonríen y bailan en las tribunas de un predio gigante montado en el aeropuerto Ataturk, en Estambul. Todos se divierten. Los de adentro del terreno de juego y los de afuera. Los de adentro son un grupo de argentinos montados a caballo que corren de un lado al otro y sueñan con expandir el pato, el deporte nacional. En una experiencia inédita, exótica, el destino inicial fue Turquía. No resultó un detalle al pasar. Al cabo, fue la primera aparición oficial del deporte nacional en tierra europea.
Muy lejos de los campos que vieron nacer al pato en el siglo XVII –de la mano de la tradición gauchesca– se realizó el IV Festival de Deportes Étnicos del mundo, con la presencia de una gran cantidad de países orientales: Rusia, Kazajastán, Mongolia, India y Arabia Saudita, entre otros. Dentro de este contexto, la Federación Argentina de Pato fue invitada por la WEC (World Ethnosport Confederation) para realizar una clínica y una demostración del juego.
La Argentina –jugaron dos partidos por día– estuvo representada por jugadores de alta, media baja ventaja: Matías Freixa (La Tribu, Henderson), Darío González (Barrancas del Salado, General Belgrano), Ariel Tapia (La Guarida, 9 de Julio), Tomás Liñeiro, (Los Baguales, Roque Pérez), Luis Sabatier (El Fogón, Chivilcoy), Tomás Healy (General Las Heras) y Juan Ignacio Lanfranco (El Relincho, Rawson). "Vivimos 10 días maravillosos. En principio nos adaptamos a sus caballos porque estos eran más chicos. Hicimos un juego abierto con el pato volando lo más alto posible. Tratábamos de hacer buenos pases y muchos goles. Eso les llamaba la atención y se divirtieron. Inclusive fueron a filmarnos de los noticieros de Turquía. Mucha TV, muchas redes sociales", explica Tapia, oriundo de 9 de Julio y patero de ley (10 goles de valoración).
El evento, desarrollado en Estambul, fue todo un suceso durante los cuatro días. Se celebró con la participación de 16 naciones, incluida la Argentina, el país invitado. Varias estrellas actuales del fútbol turco como Radamel Falcao y Fernando Muslera (Galatasaray), Emre Belozoglu y Vedat Muriqi (Fenerbahce) se unieron al festival y lanzaron flechas con arco. Así, cerca de 1000 atletas compitieron en 12 deportes tradicionales, incluyendo tiro con arco, lucha de aceite, lucha de cinturón, lanzamiento de jabalina montada, mancala y tiro con arco a caballo. Se calcula que por los juegos pasaron más de un millón de espectadores. "Cuando caminábamos con el uniforme de pato la gente nos pedía fotos y autógrafos. Fue increíble, porque nos hacían sentir como estrellas y nos cuidaban en todo momento", agrega Tapia.
Otra de las particularidades que vivieron los argentinos sucedió cuando jugaron al buzkashi (o kokpar), un deporte tradicional de Asia central de ciertas similitudes con el pato: el objetivo es llevar una cabra sin cabeza y sin extremidades desde un extremo del campo al otro. En la película Rambo 3 se puede ver una escena de este juego. "Fuimos a un lugar muy tradicional, de hecho todos los colegios de la región tenían la obligación de ir a verlo. Viajamos una semana antes de los juegos para practicar su deporte. Hay una realidad: es su cultura y tiene muchísimos años. Antiguamente acá se disputaba con un pato vivo, hasta que se fue readaptando y se colocó una pelota de voleibol, por ejemplo", dice Bautista Risso, ex jugador y ahora dirigente. "Es un juego muy difícil, tanto el atleta como el caballo tienen que tener mucha fuerza. Lo disfruté mucho. Eso de levantar un chivo de 20 kilos fue una experiencia inédita. Y nuestros rivales fueron muy amistosos", confiesa Tapia.
El principal objetivo argentino, cuentan, resultó el intercambio cultural y la apertura internacional del pato. Las anécdotas, claro, se fueron multiplicando. "En la primera noche nos invitó a comer Bilal Erdogan, el hijo del presidente Recep Tayip Erdogan. Fuimos a a una carpa junto a los agregados de otras delegaciones. Hicimos intercambios de regalos y le pusimos un poncho que llevamos desde nuestro país", cuenta Guillermo Bracuto, presidente de la Federación Argentina de este deporte.
Así como en el pato desean cambiar la imagen y derribar ciertos preconceptos para que la gente se acerque al mismo, también surge la idea de relanzar la propuesta con la expansión de la competencia a otros países. Y la mirada se enfoca fundamentalmente en el mercado asiático: "Ahora nos invitaron a otro evento en Uzbekistán, pero será en pocos días y no podemos viajar porque además durará tres semanas. Pero el interés de ellos es grande. Conversamos con gente de Qatar, Kazajastán y fundamentalmente de Turquía. Ya estamos invitados para asistir nuevamente el año que viene, y nuestra idea es llevar nuestros caballos", detalla Bracuto.
El pato, con más de 400 años de historia, es autóctono de las pampas argentinas. Deporte prohibido en sus inicios, cuando en lugar de la pelota se usaba un pato vivo, en 1937 tuvo su primer reglamento. En 1941 se fundó la Federación Argentina de Pato. Doce años después el presidente Juan Domingo Perón lo declaró deporte nacional mediante un decreto. Ya en 2017 el Congreso sancionó una ley que dictó ese reconocimiento. "La de Turquía resultó una experiencia muy positiva para el pato. Pasaron más de 45 años para que volviera a salir del país, porque la última vez se dio en Uruguay en 1973. Es algo que nos movilizó mucho. El grupo que llevamos fue hermoso, con chicos de diferentes edades y proyectos, con distintas cosas en sus cabezas", explica Risso. "Se había intentado llevar el deporte a Europa hace mucho tiempo, pero esa vez no funcionó", recuerdan los directivos.
Actualmente, la Federación Argentina de Pato cuenta con más 30 campos (equipos) afiliados y 500 jugadores que participan activamente en los torneos (entre 30 y 35) que se realizan anualmente. Los más relevantes son tres: la Copa Capital Nacional de Pato, que se juega en General Las Heras; la Copa Senado de la Nación, que tiene lugar en Campo de Mayo, y el Abierto Argentino de Pato, que disputa su final en Palermo. "Estamos muy contentos. Lo que pasó nos abrió una puerta en Asia. Nos pidieron que les enseñemos esto que tanto nos apasiona. Y claro, nos gustaría que la gente se enganche tanto en la Argentina como en el exterior. Quedó todo muy abierto a futuro. Este viaje fue un premio a nuestro deporte", añade Risso.
¿Qué detalle fue el que más llamó la atención de los argentinos en este viaje innovador? "La posibilidad de conocer tantas nuevas culturas. Sus deportes, comidas, vestimentas, y costumbres", coinciden. "Y que nos conozcan a nosotros", finalizan. Un pato de exportación que sueña con expandirse.
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