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La estrategia del partido a partido, la peor solución
Era más difícil que en un par de semanas se agotara el crédito que tenía Arruabarrena que dilapidar en el mismo tiempo la fortuna del empresario Carlos Slim, ubicado en el podio de la lista Forbes. Pero lo que parecía improbable, ocurrió. El título local de un torneo anual y la Copa Argentina obtenidas por el técnico parecen del pleistoceno.
Una explicación es que el fútbol se puso tan urgentemente caníbal que se devora hasta a quien todavía no se le secó la sudoración por haber dado dos vueltas olímpicas. Es un fenómeno del que todos los actores del fútbol dicen sentirse un tanto avergonzados y del que nadie quiere hacerse responsable, pero está ahí, palpitante y amenazante. Empecemos por casa. Cierta prensa se horroriza de la inestabilidad laboral de los entrenadores, pero se codea para decir primero que nadie que Fulano o Mengano corre riesgo en cuanto pierde dos partidos seguidos.
Angelici, unas horas antes de la final ante San Lorenzo, dijo públicamente que era una barbaridad que se cuestionara la continuidad del Vasco. Consumado el 4-0, le hizo saber al DT que ya no contaba con un respaldo irrestricto. Desde la noche previa al cisma que acentuó el caldeado verano de Boca, al presidente no se lo volvió a oír, como si hubiera delegado la palabra en Tevez, que tiene demasiados temas que explicar: lo mal que está jugando y si Arruabarrena debe seguir o no. Tevez llegó en julio y se puso el equipo al hombro para que fuera campeón. También adoctrinó al club para que replicara el método de avanzada que utiliza Juventus con su plantel profesional. Hizo de Carlitos de Fuerte Apache y de familia Agnelli. Toda esa responsabilidad hoy parece excesiva, y él reconoce que él y el equipo entraron en "una relajación" de la que está costándoles salir.
La situación tiene sus peculiaridades: Arruabarrena está en la cuerda floja sin que haya un clamor popular de la hinchada por su cabeza. Obviamente, no hay que hurgar mucho para encontrar simpatizantes disconformes, pero no proliferan los extremistas que quieren hacer sangre con el director técnico.
La Bombonera ni siquiera se soliviantó tras el duro y amargo 0-1 ante Atlético Tucumán. Existe una sincera gratitud hacia Arruabarrena. Los hinchas de Boca utilizan el descenso de River, con la implosión que fue la serie en Córdoba y en el Monumental contra Belgrano, como un elemento diferenciador: en los malos momentos no se atenta contra el propio patrimonio, ni el futbolístico ni el material.
El plantel, más de palabra que por rendimiento, se la juega por el Vasco. Quizá no le convenza verse a las órdenes de Guillermo Barros Schelotto. Mientras, Boca-institución está sumido en la confusión de ir a partido a partido, una agonía, el peor remedio para una enfermedad que demanda dos tipos de cura extrema: se despide a Arruabarrena o se lo sostiene bajo juramento hasta el final del torneo.
cm/ae
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