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El hincha que vendió su colección de camisetas, perdió el trabajo, hizo dedo una semana y ya diagrama la travesía Lima-Mendoza
LIMA.- Algo de fruta por el camino, milanesas cocinadas en casa en un tupper "que duren, al menos, unos tres días" y el dedo pulgar, siempre dispuesto para arriba, para "hacer dedo". Así recorre el mundo, detrás de los colores. Fernando Saldivia tiene 28 años, es de San Fernando y es –o era, en realidad-, camarero en un catering de eventos sociales. Era porque no lo pueden sostener: cada vez que viaja River, vuela. Y lo despiden. La pasión lo lleva a perder el trabajo en tiempos de tesorerías estrechas, pero poco le importa: la pasión es más fuerte. Tardó seis días en llegar a Lima. Salió de Zárate: unos 4.000 kilómetros de aventuras, robos probables, estómago vacío, desierto, altura y mareos.
El sábado pasado llegó a Jujuy, siempre, pero siempre a dedo. "En Perú no tienen tanta onda, en Chile y la Argentina son más confiados", cuenta. Solo, en un camión, de Zárate hacia el Norte argentino. Dedo a Pumamarca. Dedo a Calama, Chile. Ómnibus a Arica, Atacama. Frío, calor, ansiedad, miedo. Altitud de 4200 kilómetros. "Es como el desierto del Sahara: no hay nada, es espectacular", recuerda. Otro volante comprensivo y, ahí sí, un micro de más de 24 horas a Lima. Ya se le habían acabado las milanesas, compraba fruta en el trayecto. "Lo peor es la frontera con Chile: a algunos los retienen horas. Mirá si no llegas al partido…", dice.
Abrigado, como siempre, por la camiseta de River. Contó hasta la última moneda para el ómnibus final. "No tengo un peso: era casi, casi, un semicama", confiesa. "Pero por River hago lo que sea. Estuvimos en la lona y ahora estamos en el paraíso", se levanta, minutos después de cantar hasta la disfonía en el banderazo millonario, que reunió a unas 4000 personas en Miraflores. Allí se reencontró con su novia, Priscila, que llegó vía Ecuador.
Casi una semana para recorrer unos 4000 kilómetros. "No tengo un peso para la vuelta", se divierte. Descansa un par de noches en una habitación que alquila a través de una web especializada. Claudine es la anfitriona. "Hoy comimos unas hamburguesas", se entusiasma. Hace un puñado de semanas, su figura provocó una pequeña revolución en las redes: vendía la colección de camisetas de River con tal de llegar a la finalísima. Ya se había perdido la histórica estación de Madrid ("todo lo que intenté vender, no me alcanzó"). Tenía que juntar dinero para la travesía y, sobre todo, la entrada. "La pagué 80 dólares", acepta. Tenía 50 camisetas históricas, le quedaron 10. "Las regalé a 3500 pesos", cuenta. La que más extraña, ahora mismo, es la del título de 1997. La campaña en Facebook y en Twitter dio resultado. "No me interesa lo material, yo quiero ir a ver a River a todos lados", admite. Eso sí: la camiseta de la Libertadores 2015 y la de la súper final contra Boca en Mendoza, por ahora, no las toca.
Fernando lo acepta: "estoy loco". Por River perdió empleos, pero gana otras cosas. "Gallardo hoy habló de nosotros: es lo más grande que hay", cuenta. El DT se refirió a la travesía de los 18.000 hinchas que andan dando vueltas por Lima. Cada una es una historia en sí misma. "Es algo que no deja de sorprendernos: la pasión del hincha. Quiero decirles que sabemos del esfuerzo que hacen, sabemos lo que están viviendo. Nos sentimos identificados con ese esfuerzo. Por eso cada vez que salimos a la cancha los jugadores saben, sienten y juegan por eso. Y en cada partido importante han dejado la piel. El hincha se siente representado. Por eso hacen el esfuerzo que hacen. Por eso atraviesan desiertos y siguen remando. Este equipo los representa. Esperemos que les podamos dar una buena alegría para que vuelvan felices", había contado.
La locura mayor, cuenta, fue la travesía rumbo a Belo Horizonte, luego de que River perdiera 1 a 0 con Cruzeiro, en el Monumental, por los cuartos de final de la Copa Libertadores 2015. Unos 2811 kilómetros separan esa ciudad de Buenos Aires. Con su novia desde hace diez años, "sin un peso", empezó el prólogo de la aventura en Zárate. Fueron cinco días a dedo por el Mato Grosso, Curitiba, San Pablo, en camiones y automóviles. "Aprendí el portugués en el viaje: sé casi todas las palabras", se entusiasma. Llegó un día antes, disfrutó del histórico 3-0 y se volvió, siempre a dedo. Fueron, exactamente, 500 kilómetros por día.
En Qatar no se imagina. Pero ya espía el plan de viaje rumbo a Mendoza: probablemente el próximo 4, River definirá la Copa Argentina contra Central Córdoba, de Santiago del Estero. "Nos vamos directo de acá: salimos el domingo. Algo se nos va a ocurrir", dice, mientras espía el mapa extendido.
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