El fútbol y la globalización

Ya en su momento se vanaglorió el ex presidente de la FIFA, Joao Havelange: "El fútbol es la principal industria del mundo". Como tal, mueve capitales millonarios y le cabe las generales de la ley de la globalización. Entendida por varios pensadores como una nueva forma de colonialismo, ya que concentra el poder y la riqueza en unos pocos y acentúa la precarización en muchos otros, los "excluidos del sistema".

Nuestro fútbol no escapa a ese mercantilismo despiadado, que hasta ubica al deporte, al juego, en una variable posible de ajustar a los intereses.

Hace unos días se conoció un pensamiento que se le adjudicó a Carlos Avila. Razonaba lo siguiente: "Para obtener mayor rentabilidad habría que sacar un decreto con los descensos de Huracán, Ferro, Argentinos y Platense". Y en lugar de esos cuatro equipos deberían promoverse a otros con mayor capacidad de convocatoria, preferentemente del interior del país. Es decir, afuera con los que menos producen. Enseguida, el magnate del fútbol televisado desmintió que esa frase fuera de su autoría. Es lógico, suena muy antipática. Hay que creer en su descargo. Pero también hay motivos para sospechar que esa idea se ajustaría a sus preferencias.

En definitiva, ya está bastante ejercitado en la práctica de la digitación. En la AFA se archivaron los bolilleros para los sorteos. Los fixtures de los campeonatos locales se cocinan de acuerdo a la conveniencia de Torneos y Competencias. Los partidos se programan como si fueran películas: los más importantes, en días y horarios centrales.

La creación de la Copa Mercosur es otro ejemplo. Torneos y Competencias se asoció con la empresa Traffic, su espejo brasileño, y cursaron invitaciones a los principales clubes de América del Sur. En Europa se sigue con inquietud y expectativas el nacimiento de una superliga entre los equipos más poderosos del continente.

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Como se ve, el fútbol vive sus días de globalización. Hay en gestación muchos embriones revolucionarios, que justamente no reivindican causas justas ni solidarias. Sí mayor explotación del negocio entre los que más tienen y marginación de los que luchan para subsistir. Los beneficios del sistema no abarcan a todos... simplemente porque tampoco está diseñado para que todos pertenezcan a él. El monopolio impone sus reglas y fuera de él sólo hay exclusión y marginalidad.

Por dictado de los balances, hoy, Huracán, Platense, Ferro o Argentinos pueden convertirse en mano de obra barata. Algún "contrato basura" los salvará circunstancialmente de morir de inanición económica. A ellos, como a tantos otros, cada vez les costará más reinsertarse en un mercado que les quita lugar, que tampoco tiene ganas de escuchar sus reclamaciones y derechos.

Un campeonato sólo es concebido como una empresa de la que únicamente se esperan ganancias. Entendible porque se trata de una actividad profesional. Rebatible si se repara que los clubes son asociaciones civiles, sin fines de lucro. Y de tan centralizada, esta globalización está negando uno de los principios básicos de la economía de mercado: la libre competencia. Se puede llegar al extremo de negar oportunidades, de competir para crecer y mejorar. De eliminar por decreto y acogotar a los equipos emergentes, a los que ya no los protege ni el beneficio de inventario.

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Porque el fútbol argentino calza a medida de una sentencia del escritor guatemalteco Augusto Monterroso: "En el mundo moderno, los pobres son cada vez más pobres; los ricos, más inteligentes, y los policías, más numerosos". Suscribo.

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