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“El fútbol según Bielsa”, un libro desde el corazón del vestuario de Leeds
La obra pertenece a Salim Lamrani, un intelectual francés que se hizo conocido como el ‘traductor’ del entrenador rosarino; el relato desde adentro de la primera campaña, la que no consiguió el ascenso a la Premier League, lo que refuerza el valor del concepto
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Un viaje al mundo de Marcelo Bielsa siempre es fascinante. Salim Lamrani propone bucear en la dimensión más íntima del rosarino. Al corazón de su sensibilidad y a toda la capacidad del entrenador que despierta admiración. Lamrani, un intelectual francés que se hizo conocido como el ‘traductor’ de Bielsa en Olympique de Marsella, Lille y la primera temporada en Leeds, acaba de escribir un libro de lectura obligatoria: “El fútbol según Bielsa. La extraordinaria epopeya en el Leeds United”.
Entrevistado por LA NACION hace un tiempo, Lamrani contó cómo nació su relación con el, DT argentino. “Descubrí la figura de Bielsa en 2014, cuando fue nombrado entrenador del Olympique de Marsella, lo que ilustra la extrema pobreza de mi cultura futbolística. Y a él lo conocí cuando leyó un libro sobre Cuba, que yo había escrito, y le interesó”. Una pasión, el fútbol, reunió a dos personas que de otro modo jamás se hubiesen conectado. Salim se sumergió en un océano que no era el suyo. Lamrani es doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV. Académico, profesor y políglota. Ese hombre se convirtió en el “traductor de Bielsa”, un reduccionismo mediático. Su obra es mucho más atrapante y este libro lo demuestra. Salim vive en la isla de La Réunion, un departamento de ultramar francés, en medio del Índico, frente a los costas africanas de Madagascar.
“El fútbol según Bielsa”
— Salim Lamrani (@SalimLamraniOff) July 29, 2021
Salida: 01/08/2021
Penguin Libros Argentina
Aguilar pic.twitter.com/akbYGbDUpw
A continuación, LA NACION comparte el prólogo del libro -de editorial Aguilar-, escrito por Rafael Bielsa, hermano de Marcelo, embajador argentino en Chile actualmente:
Doctorado en la Sorbona, profesor universitario, historiador minucioso y obstinado, conferencista internacional, ensayista y cultor contracultural de las redes sociales pluritraducido, Salim Lamrani es un hijo tardío de la Ilustración y el Siglo de las Luces. Sapere Aude (¡”Atrévete a saber!”) pareciera su divisa y es su heráldica, como lo fueron de Denis Diderot, Gottfried Leibniz y Cesare Beccaria.
Su universalismo, sus talentos, y su creatividad lo llevaron por caminos abruptos, desde la margen oriental de la Bahía de Cochinos, al centro sur de Cuba -palmeras indolentes, arena que el amanecer carmesí tiñe de heroísmo, chalupas con náufragos que murieron-, hasta llegar al césped jaspeado de una cancha de fútbol.
Ignoro los detalles de cómo nació su relación con Marcelo Bielsa, pero es fácil deducir su seducción por el fútbol de sus propias palabras: el humanista Lamrani afirma que el fútbol es el deporte más popular del mundo porque es fuente de dignidad para los humildes y los olvidados. No se puede entender la pasión de los hinchas, sin asociarla con la aspiración común de la humanidad: la búsqueda de la felicidad. Por eso, la victoria de su equipo favorito constituye uno de los pocos momentos de alegría en una vida marcada por la adversidad. Ahora pienso en que acaso ese eslabón los haya acercado: ambos, el entrenador y su colaborador, Bielsa y Lamrani, comparten esa consideración respecto de los que menos tienen. Ambos, creo, asocian el rendimiento de los equipos para los que trabajan y en donde dejan frisos de sus vidas, con la ilusión o la decepción de los frecuentemente desencantados.
Lamrani, junto a quien he trabajado ocasionalmente, destaca por su profesionalismo. Las cosas hay que decirlas de una manera precisa, porque luego habrá que actuarlas con idéntico rigor. También es posible que haya allí otro elemento que lo acercara a Bielsa, avaro de sus sonidos hasta el laconismo y esclavo de su laboriosidad hasta la extenuación.
Para Bielsa, logro y forma son un binomio inseparable. En cambio, es mi parecer que para Lamrani -al fin y al cabo, un hombre sensible al heroísmo que es una de las formas de la belleza en el comportamiento-, la forma a veces se eleva de estatura respecto del logro. Bielsa considera la forma un complemento esencial del logro; Lamrani, al menos por lo que se traduce de esta obra, aprecia la forma a tal grado que puede subestimar el logro en aras del gesto.
Se cuenta que Miguel Ángel Buonarroti fue personalmente hasta las canteras de los Alpes Apuanos para elegir el único bloque en el que tallaría “La Piedad”, su única obra firmada. Tenía un año por delante para terminar la obra y cobrar 450 ducados de oro. Los primeros meses se sentaba delante de la piedra sin moverse, y cuando el cardenal de San Dionisio Jean Bilhères de Lagraulas le preguntaba qué estaba haciendo, él siempre le contestaba: “estoy trabajando”. Para Susan Sontag no había soledad que alcanzara: “uno nunca puede estar lo suficientemente solo para escribir”. He aquí -en la reflexión, en la soledad-, posiblemente otro terreno común entre Lamrani y Bielsa. Es muy difícil para quienes no crean o no escriben imaginar cuánto trabajo hay entre una obra satisfactoria y la satisfacción que ve en ella quien la disfruta. Curioso trabajo el del arquitecto de la emoción: sacrificarse para no gozar de su sacrificio.
En el apartado “La organización del día”, Lamrani da una acabada lección de a qué se refiere el párrafo anterior. Como espectador que no se priva de ver ni siquiera un partido del Leeds United, muchas veces me extasía la velocidad de una combinación -de purísima geometría-, o el gesto técnico de un malabarista del fútbol domesticando a un balón a milímetros de la raya de cal, o el carácter juncal de la cintura de un mediocampista al torcer la cintura para engañar en el ademán inicial de una réplica, y sigo adelante con mi disfrute. Pero detrás, hay un granero de tareas mínimas planificadas y ejecutadas día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto. A esta hazaña velada, Lamrani la sazona y enriquece con anécdotas típicas de su pluma y de su sensibilidad existencial: el respeto por el valor del dinero de Gjanni Alioski; los modales agradecidos del preparador físico Benoit Delaval, la inteligencia benevolente de Gaetano Berardi.
Hay dos temas adicionales que cumplen el papel de canvas o cañamazo bordado en petit poids al crochet por Lamrani: el cambio cultural y la transmisión de valores.
Lillian Hellman -la eterna compañera de Dashiell Hammet- solía decir que “las personas cambian y generalmente se olvidan de comunicar dicho cambio a los demás”. Sin embargo, el libro es un muestrario de pautas de cambio cultural que conducen a un progreso colectivo. Los ejemplos aparecen en cada página: liderazgo basado en hechos y no en palabras; valentía frente a la adversidad, que nunca debe ser una excusa; ayuda a los desposeídos mediante rondas programadas; celebraciones privadas e íntimas en lugar de jolgorios a la vista de todos (los ejemplos se multiplican hasta lo incontable).
Lo propio puede decirse de la transmisión de valores (no empezar a comer hasta que estén todos presentes -solidaridad-; no dejar el vestuario en malas condiciones de limpieza -respeto-; presumir la nobleza y la buena intención del rival -benevolencia-). Es precisamente en el gobelino urdido por la observación y la capacidad de Lamrani en estos aspectos vinculándolos con el fútbol donde encuentro otro de los grandes aportes de la obra.
Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, es el autor de la máxima: “el estilo es el hombre mismo”. Y de Emerson es: “la organización es la larga sombra de un hombre”. Ambos ejemplos de perspicacia y sabiduría se aplican tanto a Lamrani como a Bielsa. Al ensayista, por su precisión, por su insobornable amor por la verdad, por su inocultable simpatía por los rasgos más edificantes de nuestra especie. Y también por el modo de ordenar las ideas alrededor de un objetivo. Al director técnico, porque sus equipos juegan como Bielsa vive, lucen como le gustaría que a él lo vieran, se desenvuelven como desea desenvolverse. Y se organizan del modo que él les inculca incansablemente: protegiéndose los unos a los otros, ofreciéndose los unos en beneficio de todos, mostrándose sin exhibicionismo.
“Estoy aquí para aprender de ustedes”, dijo el español Kiko Casilla en su discurso de presentación. Podría haber sido el discurso de presentación de cada uno de los lectores que hayan terminado este libro: “estoy aquí para aprender de ustedes”. De Lamrani, de Bielsa, de Forshaw, de Berardi, de Alioski, de Klich, de Dallas. De tantos otros. Personas y personajes que nos hacen felices o nos dejan desdichados a través de sus desempeños en un rectángulo de juego. Ahora, mostrados con pluma maestra por Lamrani en un costado mucho menos conocido, pero no por ello menos aleccionador. El azar versus la tenacidad. La falta de escrúpulos versus la ética en la conducta. Pelota en el aire versus pelota bajo la suela. Error forzado contra tomar riesgos.
Este es un libro de fútbol. Pero leer sus páginas es algo más y distinto que leer sobre fútbol. Es un libro de viajes al espírtu de un grupo. Una novela sobre el cruce por las aguas encrespadas de un campeonato. Un tratado de la conducta humana a la hora del peregrinaje.
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