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El fenómeno del cricket: una final mundialista con 132.000 hinchas y el superclásico India - Pakistán como cuestión de estado
Reventas de entradas a 20 veces por encima de su valor original y una pasión asombrosa en medio de una hostilidad que sólo aplaca el deporte
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El último Mundial, disputado el año pasado en Qatar, dejó una muestra definitiva de que cuando de fútbol se trata en el sudeste de Asia, en donde se encuentran cuatro de los cinco países más poblados del mundo (India, China, Indonesia y Pakistán) y el más densamente poblado (Bangladesh), sus habitantes vibran por la Argentina. Se juntan, hacen manifestaciones, gritan goles en modo argentino, cantan canciones emblemáticas (“En la Argentina nací / Tierra de Diego y Lionel / y de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”, entonan en un español aprendido a repetición), se visten con los colores argentinos. El idilio nació en 1986, cuando la Argentina eliminó a Inglaterra en el estadio Azteca, con La Mano de Dios y el Gol del Siglo. Diego Maradona lo hizo: sobre todo en India y en Bangladesh se festejó como una poética y deportiva revancha contra el antiguo colonizador de sus territorios. Y la magia entre esos países y el fútbol argentino se mantuvo gracias a las genialidades de Lionel Messi, perfecto continuador.
El deporte rey, sin embargo, en esos lugares sólo genera pasión a través de Argentina. India nunca participó en un Mundial (se clasificó a Brasil 1950, pero como no les permitían jugar descalzos desistieron de participar); tampoco Bangladesh y Pakistán. Indonesia fue parte en 1938, antes de su independencia del Reino de los Países Bajos, con otro nombre: Indias Orientales Neerlandesas. Jugó un partido, perdió por 6-0 contra Hungría, luego subcampeón. Y China, dirigido por el trotamundos Bora Milutinovic, accedió a la máxima cita en 2002. Perdió sus tres partidos, no marcó goles y recibió 9.
En cualquier caso, la pasión que representa el cricket en los países de la región que fueron dependencias británicas es asombroso, incluso vistos desde un país que juntó más de cinco millones de personas (sólo en el AMBA) para recibir a los vencedores de “La Tercera”. En nuestro país, el cricket es jugado desde 1806 por influencia del ejército británico. Se sigue jugando en clubes tradicionales, pero nunca tuvo suficiente arraigo popular.
La última final del Mundial de cricket entre India y Australia fue disputada el domingo 19 de noviembre y hubo 132.000 espectadores (previsible sold out) en el estadio Narendra Modi, el mismo nombre del Primer Ministro de la India y fanático de ese deporte. Esa mole impecable se ubica dentro del Enclave Deportivo Sardar Vallabhbhai Patel en Ahmedabad, la séptima ciudad más poblada del país.
India era el candidato para todos. En las impresiones de la gente, en lo que ofrecían las casas de apuestas, por su localía y porque en la primera etapa del torneo ya había vencido a su rival del encuentro decisivo, Australia, y venía con un paso imparable. Pero los oceánicos dieron el gran golpe y se impusieron al seleccionado indio para alzar su sexto título mundial. India, que fue campeón en 1983 y 2011, no pudo celebrar ante su gente.
“Querido equipo de la India, vuestro talento y determinación durante el campeonato del mundo es digno de mención. Habéis jugado con un gran espíritu y dado un gran orgullo a la nación. Estamos con vosotros hoy y siempre”, expresó Modi en la red social X (ex Twitter). El cricket en la India es una cuestión de estado. Puede dar fe cualquiera que vio la estupenda película de 2008, Slumdog Millonaire (traducida al español como “¿Quién quiere ser millonario?”), dirigida por Danny Boyle y Loveleen Tandan.
Lo mismo sucede en Pakistán en términos de relevancia y de significado. Entre los dos países vecinos, más allá de los conflictos territoriales entre dos potencias con potencial nuclear, el cricket aparece como un modo pacífico de enfrentarse. No existe en el mundo un Superclásico que pueda alcanzar su dimensión. Lo cuenta el periodista y narrador Fernando Duclós, creador del estupendo espacio en X: @Periodistan. Y también todos aquellos que hayan caminado por esos suelos.
En la primera semana de agosto de este año, Pakistán anunció que enviaría a su equipo nacional de cricket masculino a la India para participar en la Copa del Mundo. No era una decisión cualquiera ni un viaje más: fue el primer viaje en más de una década del principal conjunto paquistaní al país vecino. “El deporte no debe mezclarse con la política”, señaló el Ministerio de Exteriores de Pakistán, Bilawal Bhutto Zardari.
Esa decisión llegó tras una intensa disputa entre las federaciones de cricket de ambos países, que comenzó después de que la India anunciase su intención de no enviar a su selección a la Copa de Asia que se disputó en Pakistán y en Sri Lanka a finales de agosto. Finalmente, India depuso su negativa, participó y fue campeón al vencer en la final a Sri Lanka, en el Premadasa Cricket Stadium, ubicado en las afueras de Colombo, la capital de este país insular ubicado al sur de la India.
El Mundial de cricket, en una universidad de Bangladesh
Mass Celebration of
— 🇵🇸 🔻Sh_ak_ib🔻🇧🇩 (@sh_akib_hq) November 20, 2023
" INDIA’S DEFEAT" in TSC, Dhaka University, Bangladesh.
Thousands gathered and cheered as India lost against Australia in WC Final.
It's not about 🇦🇺, even if Vatican city play against India 🇮🇳, Majority of us will support them. #INDvsAUS pic.twitter.com/JeyrkeQuif
La negativa inicial de la India llevó al Consejo Asiático de Cricket a designar a Sri Lanka como coanfitrión del torneo para evitar que el equipo indio tuviera que pisar suelo paquistaní. La tensión siempre está latente, dentro y fuera del terreno de juego.
Pero descontentos con la medida, que generó que sólo cuatro de los trece encuentros de la competición fueran a disputarse en su territorio, la Junta de Cricket de Pakistán (PCB) amenazó con boicotear la Copa del Mundo que comenzaría en la India en el reciente octubre. Luego se disipó esa postura.
La tensa relación diplomática entre ambos vecinos, enemistados desde su independencia del imperio británico en 1947, empeoró -sobre todo- después de que el Gobierno indio retirase el estatus de semiautónoma de la región de Cachemira en agosto de 2019. Cachemira es una de las pocas regiones indias con mayoría musulmana y Pakistán reclama su completa soberanía, lo que ha desencadenado tres guerras y múltiples enfrentamientos de menor entidad. La rivalidad, inevitablemente, se trasladó y se traslada al deporte que por esos rincones abrazan con pasión.
India vs Pakistán, en el Mundial 2019
Narra la periodista Smriti Sinha: “Esta hostilidad es parte del legado del colonialismo británico: tres guerras separadas, armas nucleares, y una continua lucha por el territorio en disputa de Cachemira. Pero los británicos también dejaron otra herencia: el deporte del cricket. La rivalidad entre indios y pakistaníes es de las más encarnizadas del mundo, aderezada con décadas de conflicto geopolítico.
La semifinal de la Copa del Mundo de cricket de 2011 fue vista por 1.500 millones de espectadores en todo el mundo. Ningún otro deporte congrega tantos aficionados por un partido entre dos naciones de la forma en la que logra hacerlo un India-Pakistán de cricket. ‘Es como luchar en el barro con tu primo’, dice Sharda Ugra, uno de los analistas de críquet más reconocidos de la India.
La reciente edición de la Copa del Mundo, iniciada el 5 de octubre, fue una demostración más de lo que genera este deporte y, sobre todo su Superclásico. En las últimas dos ediciones de este duelo enorme, previas a la máxima cita, sumaron más de tres mil millones de telespectadores a nivel mundial. En el partido que disputaron en Ahmedabad, el 14 de octubre, fue el primero en 11 años en territorio no neutral. Ganó India, que se clasificó como primero a las semifinales; Pakistán -campeón en 1992 y finalista en 1999- se ubicó quinto y quedó a dos puntos de Nueva Zelanda, el que evitó una nueva edición de este clásico de las multitudes y los mega ratings de audiencia.
Conseguir una entrada de las 132.000 para ese partido fue una tarea compleja y onerosa: se alcanzaron a vender 20 veces por encima de su valor, de acuerdo con reportes de medios locales. Más sobre la expectativa desbordante: los hoteles de la ciudad llegaron a multiplicar por once el precio habitual de sus habitaciones para esos días. Nadie se lo quería perder.
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