La institución organizó este sábado un encuentro amistoso en su predio de Pilar; incluyó también un tercer tiempo con guiso de lentejas, dulce de batata y queso, y mucha música
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A las 9.57 , los veteranos de Malvinas estaban a punto de salir hacia el campo de juego, pero no sin antes un abrazo grupal y arenga incluida. “¡Garra, huevo y corazón!”, rugió uno de los miembros del equipo, que bautizaron XV Mil. El ruido de su voz retumbó por unos largos segundos. Acto seguido, Serafín Dengra, internacional con el seleccionado argentino en los ‘80 y uno de los invitados especiales, tomó la palabra. “Es un orgullo estar acá con ustedes. Estoy emocionado. La vida es para valientes, y ustedes lo son. Diviértanse, pásenla lindo. ¡Vayan por todo!”, gritó con fuerza. Y lanzó, con su último suspiro: “¡¡Las Malvinas son argentinas!!”. Todos se rompieron las palmas en aplausos. El piso vibró.
Inmediatamente después, los exsoldados del Ejército argentino salieron rumbo a la cancha. Los esperaban los anfitriones, un combinado de veteranos del club Champagnat. Los héroes de Malvinas caminaron a través de un largo pasillo de honor desde el cual una multitud conformada por niños, adolescentes y adultos les aplaudió desde ambos lados. Y ellos devolvieron los aplausos.
Luego, ambas formaciones se pararon debajo de una de las haches y la icónica banda histórica del regimiento de artillería “1″ dio un show. En su repertorio no faltaron clásicos como la Marcha de San Lorenzo, la Marcha de las Malvinas y, desde ya, el Himno Nacional Argentino. Ese ritual se repite cada año, cuando Club Champagnat realiza su clásico homenaje a quienes defendieron la soberanía nacional. La edición de este año fue la decimoprimera.
Al ritmo de “Cabral, soldado heroico...” el equipo castrense se reunió en círculo para la charla táctica. Allí, alrededor, dijeron presente algunas leyendas del conflicto de 1982, como Martín Maguila San Miguel, quien, 40 años atrás, no dudó en tirarse al mar helado desde un helicóptero para rescatar a un colega suyo que flotaba a la intemperie. A su lado, estaba Esteban Lamadrid, sobreviviente de la violenta batalla de Tumbledown. Muy cerca de ellos, en un rol de “padrino” del equipo, como comentó uno de los presentes, vigilaba Juan José Gómez Centurión.
El excandidato a presidente por el partido NOS en 2019 es conocido por haber liderado a un pelotón de 38 soldados que, con menos rondas, le hizo frente a 250 paracaidistas británicos. “Acá hay páginas de historias impresionantes”, le dijo a LA NACION. “Hay mucho significado; esta es la Argentina que se manifiesta por la causa Malvinas”, agregó.
Luego, a las 10.30, empezó el partido. Los primeros minutos se jugaron con ritmo de amistoso. Ambos equipos se concentraron en que todos pudieran tener contacto con la pelota. Ya después, entrados en calor, muchos jugadores adquirieron velocidad y competitividad. El número 38 de XV Mil corrió en línea recta y abrió el marcador; y su conjunto comenzó a dominar. Minutos después, el wing Germán Estrada sorprendió con su velocidad y aumentó. “Ya te voy a agarrar”, lo cruzó, cariñosamente, un rival.
Se jugaron tres tiempos de 20 minutos en los cuales hubo varios cambios. Participaron, incluso, los hijos de algunos de los veteranos. Finalmente, Champagnat comenzó a fluir y dio vuelta el resultado, logrando una victoria de 15 a 10 (tres tries contra dos).
Cuando el encuentro finalizó, Juan José Delgado, el capitán del equipo castrense, dijo a LA NACION: “Una de las cosas más lindas es, después de los 365 días que dura un año, reencontrarse con estos camaradas y vivir a través del deporte los mejores valores del ser humano”. Un miembro de Champagnat que pasaba a su costado añadió: “Es importante que la gente sepa quiénes fueron los veteranos; que todos conozcan lo que vivieron”.
“Cabral, soldado heroico...”. La melodía sonaba de fondo y, junto a un olor a guiso que se hacía cada vez más presente y atraía a todos hacia el “tercer tiempo”. Fluyó así la multitud hacia las parrillas. En un orden estricto, casi militar, hicieron una fila para recibir guiso de lentejas y chorizo. El postre también fue tradicional: dulce de batata y queso.
Entre bocado y bocado, los rugbiers de ambos lados hablaron con LA NACION. “Esto que hizo ‘Champa’ fue una muestra de solidaridad tremenda, los admiro profundamente”, dijo uno. “Voy a estar eternamente agradecido”, comentó otro. “Espero que se repita el año que viene”, remató un tercero.
La comida continuó con ese tono alegre, con música y, por supuesto, con más rugby, ya que la agenda de ‘Champa’ continuaba con sus categorías juveniles y la primera. “Qué bueno que la lluvia nos perdonó”, dijo entre risas uno de los organizadores. Gracias al clima y a Santa Rosa “que tuvo piedad”, pudieron verse las caras. Una vez más.
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