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El día de la arquera: la historia de la cordobesa que ganó la primera medalla para Argentina en un mundial
Eugenia González Briozzo se llevó el bronce en Medellín y se convirtió así en el primer argentino (hombre o mujer) en ganar una medalla en un mundial de tiro con arco; sus malabares para combinar la práctica de un deporte amateur con su trabajo diario en una empresa
Eugenia González Briozzo tenía claro desde chica que el deporte iba a ser parte importante de su vida y que desarrollaría con pasión alguno individual. Pudo ser el golf o el tenis, pero terminó poniendo el ojo en la diana, con el tiro con arco, algo que no tenía en la mira hasta avanzada la adolescencia. Ahora es una referente nacional: es el primer argentino (hombre o mujer) en haber logrado una medalla en una Copa del mundo de esa disciplina, en su segunda participación. Lo consiguió el 13 de septiembre.
"Es algo muy especial por todo lo que cuesta. Los nervios siempre están y hay que aprender a manejarlos. Son sensaciones únicas", dice Eugenia, orgullosa de su logro en tierra colombiana. Atrás quedó la inolvidable semana en Medellín, donde se colgó el bronce en la cuarta etapa del mundial. Ya está otra vez en la rutina de la oficina, en un call center cordobés, allí donde diversos cursos de tecnología la alejaron de la facultad de arquitectura. "En los 90 uno pensaba en las carreras más clásicas, pero dejé en quinto año cuando me atrapó más esto. Ahora estoy en el área de desarrollo de reportes de redes sociales", explica esta cordobesa de 38 años.
Por un lado, la ciencia y sus avances. Por el otro, el buen ojo y la precisión. "El trabajo es vital y lo que me permite vivir, porque este deporte es amateur. Para dar lo mejor hay que tomarlo como un juego, divertirse. Tener mucha cabeza y confianza para no sufrirlo", explica Eugenia. Todo un mundo que descubrió entre 1996 y 1997. "Tenía un novio que tiraba junto a su familia cada fin de semana y yo, para acompañarlos, me enganchaba. Al final todos ellos dejaron y sólo seguí yo", revela, casi como si el destino estuviera marcado. Como esos blancos de goma impactados por el acero en las puntas de esas quince flechas de aluminio revestido de carbono. "Así es en los torneos. Acá, como es muy caro, las hacemos de cartón y silo bolsa debajo del papel con los sectores puntuados del 10 al 5. Los arcos están hechos de aleación de aluminio, son productos importados que hay que cambiar con el tiempo, como el auto o una bicicleta", detalla.
Entre el éxito y las barreras económicas
Los costos limitan. O hacen más grande la proeza de estar en el podio entre más de un centenar de tiradores, representantes de 41 países. El camino se cerró venciendo a la mexicana Ana Cristina Juárez, tras perder la semifinal con la local Sara López, la número uno del mundo. "Se vengó. El año pasado, en los Panamericanos de Rosario, la eliminé en cuartos. En ese torneo terminé sexta y fuimos segundos en compuesto mixto", amplía, ya utilizando el plural de manera excepcional, porque se trató de una competencia en equipo. "La Federación hace diez torneos anuales y los arqueros estamos obligados a tirar al menos en cuatro. Según los puntos sumados selecciona a los que van a representar al país. Yo soy la única mujer con puntaje en el ranking, pero no puedo ir a todos los torneos porque es muy costoso. Las anteriores etapas fueron en Shanghai (China), Antalya (Turquía) y Wroclaw (Polonia) y no estuve; no es fácil", explica.
Es un deporte algo emparentado en sus orígenes con la caza y lo bélico, que fue llevado aquí a campos especiales, donde el viento y la lluvia suelen ser otros adversarios por superar. "A falta de competencia entre mujeres, mi motivación para mejorar es practicar contra los hombres y amigos. Hasta tengo un blanco en casa", precisa Eugenia. Un pasillo angosto pero de 12 metros de largo es el mejor aliado. Un complemento para las jornadas que incluyen "gimnasio y mucho sacrificio después del trabajo". También, el apoyo de Natalia, su pareja, una kinesióloga, preparadora física y jugadora de voleibol, que interpreta la adrenalina de la competición.
Su hermano, Rodrigo González Briozzo, corrió en kartings y hace unos años dejó para dedicarse al paddle. "Fue campeón nacional con los autos y provincial con la paleta", detalla. El don de superarse viene en los genes. Y ella hace punta. "Estoy en el apogeo y sueño con los Panamericanos de Costa Rica, en mayo próximo. Ojalá también pudiéramos ser deporte olímpico", finaliza. La ilusión viaja a la velocidad de una flecha.
cd/ae
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