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El día que David Nalbandian perdió una semifinal de Wimbledon por un e-mail
David Nalbandian , presentarse en la cancha para su partido semifinal. Los altavoces del vestuario, del comedor y del salón de jugadores del All England repitieron el llamado en un par de ocasiones. Nada que asombrara a los ya pocos presentes en ambas zonas a esa altura de tramos finales del torneo de Wimbledon 1999. Es rutinario: como en las terminales de ómnibus o de aviones en las que se anuncian salidas o llegadas. El tema es que el tenista cordobés jamás escuchó el llamado y perdió la chance de alcanzar la final junior del torneo más importante del mundo. Insólitamente.
Para la historia del deporte argentino, que el nadador Luis Alberto Nicolao se perdiera la oportunidad de disputar la final olímpica de los 100 metros mariposa en México 68 por llegar tarde a la semifinal por problemas de tránsito ya resultaba increíble. Pero siempre hay margen para la superación. Aunque no se trate precisamente de un motivo de satisfacción.
Un preludio exitoso
Oriundo de Unquillo, integrante de una promisoria camada juvenil que también integraban Guillermo Coria y María Emilia Salerni, Nalbandian tenía 16 años en septiembre de 1998 cuando ganó el US Open junior y le dejaba en claro al planeta tenístico que lo suyo iba en serio. En la final superó por 6-3 y 7-5 a un tal Roger Federer , de flamantes 17 y quien venía de coronarse sobre el césped de Wimbledon, también en juveniles. Coria, en tanto, había conquistado en diciembre de 1997 el Orange Bowl, otra destacada competencia junior.
En 1999, Nalbandian y Coria partieron a la gira europea, acompañados por Gustavo Luza, entrenador de la Escuela Nacional de la Asociación Argentina de Tenis, que presidía Enrique Morea. Eran las gemas, el futuro del tenis nacional que desembocaría en la recordada y exitosa Legión. En ese entonces, Nalbandian y Coria portaban apodos curiosos: Pejerto y Piscuí, respectivamente. Llegaron a París, deslumbraron y en junio disputaron la final junior de Roland Garros, con triunfo para el bautizado "Mago de Venado Tuerto" por 6-4 y 6-3. "Ahora tenés que cumplir tu promesa de dejar de fumar", le dijeron a Luza por esos días de alegrías al por mayor en la capital francesa. Los tres se quedaron en Europa, porque dos semanas después los esperaba la cita más especial: Wimbledon.
Primero pasaron por Italia, donde participaron en un Future sobre polvo de ladrillo, y a la semana siguiente desembarcaron en el Roehamtpon Club, al sudoeste de Londres. Para hacer la puesta a punto sobre el césped. Era un momento clave: ni Coria ni Nalbandian tenían experiencia en pasto. Allí estuvieron instalados en la Universidad de Roehampton, con las rutinas propias del lugar: alojamiento con desayuno y cena. El almuerzo era en el club, en medio de la actividad. Ya en la primera práctica se advirtió lo que pasaría en el futuro de ambos. Apenas peloteó, Nalbandian lo miró a Luza y le dijo: "¡Pero qué lindo que es esto!". Coria, en cambio, arrojó la raqueta al piso a la segunda pelota. Sensaciones.
Le fue mejor a Nalbandian en Roehampton: llegó hasta las semifinales, donde perdió con el francés Nicolas Mahut por 4-6, 6-4 y 6-4. Coria fue eliminado en cuartos por 6-3 y 6-3 por el búlgaro Todor Enev, que luego obtendría el torneo. Y como corolario, salieron campeones en dobles: 6-1 y 6-1 a José De Armas (Venezuela) y Daniel Langre (México). Nada mal pensando en Wimbledon. El gran incentivo para dos jóvenes talentos ambiciosos de gloria.
El cuadro de Coria pareció más benévolo y llegó a las semifinales sin perder un set. Nalbandian, con un pelo platinado, despachó en el debut por 6-4 y 7-5 a Enev, que llegaba embalado tras ganar en Roehampton, y en segunda al croata Mario Ancic (doble 6-4). Después, mucho sufrimiento: 7-5 en el tercero a Levar Harper Griffith (EE.UU.) y lo mismo con Alan Macklin (Gran Bretaña) en cuartos. Se sumaba a las semifinales. ¿Otra final argentina como en Roland Garros? ¿Romperían la barrera de semis en Wimbledon junior para el tenis nacional? Muchas ilusiones. Y una gran sorpresa...
El instante fatídico
"Estábamos los tres en el vestuario el día de las semifinales. Guille (Coria) jugaba un rato antes, así que arreglamos en que arrancaría con él y que después me iría repartiendo entre las dos canchas", recuerda Luza. Entonces, se generó el siguiente diálogo:
Luza:- Esperá acá en el vestuario. Te van a llamar para tu partido. Jugás a las 3 (las 15).
Nalbandian:-No, no, es a las tres y media.
Luza:-Mirá que era a las tres.
Nalbandian:-Ya pregunté. Tres y media.
Luza se fue con Coria, que debía enfrentar a una torre: el dinamarqués Kristian Pless. A Nalbandian le tocaba el austríaco Jürgen Melzer. Y en esa espera solitaria, David miró el reloj. Eran cerca de las 3. "Tengo margen", pensó. Y se fue a enviar un mail. El mail fatídico.
Conviene situarse en la época. Año 1999. Comenzaba el furor por Internet, el descubrimiento de nuevas herramientas de comunicación. Hasta ahí, las llamadas telefónicas costaban unos 20 US$ por 3 minutos. La mayoría solía abaratar costos comprando unas tarjetas de 50 o 100 US$ en los aeropuertos con las cuales, a través de códigos interminables, se conseguía hablar más tiempo con la familia y los amigos. Pero Internet cambió los hábitos y el e-mail se había puesto de moda. Y Nalbandian, a poco de disputar su semifinal, lejos de estar concentrado en lo que vendría, decidió salir del vestuario. Lo que hoy solucionaría desde un celular. Con un detalle: para mandar mails había que salir del All England. A un stand de la empresa IBM que se encontraba cruzando la calle. Allí fue. Claro, era imposible que escuchara el llamado por los altavoces. Y pasó lo que nadie pensó que pudiera pasar.
Nalbandian apareció por la cancha, después de mandar el correo electrónico, a las 15.25. Y se desayunó que había perdido por "withdraw", es decir, "retiro". Discusiones mediante con las autoridades, su suerte estaba echada. ¿Cuál fue el error? Según le explicó a Luza, "entendió half past three" (media hora después de las 3) cuando en realidad le habían dicho "five past three" (cinco minutos después de las 3). El coach tenía razón con el horario y con el consejo ("quedate acá que te van a llamar"), pero David desoyó ambas indicaciones.
La gestión que no prosperó
La noticia estalló en la cancha donde Luza seguía atentamente el sufrimiento de Coria ante Pless ("Era un gorila y yo un escarbadiente, no le podía devolver una", explicó el Mago luego de caer por 6-2 y 6-3). Ni el entrenador y mucho menos Morea, sentado a su lado, podían entender lo que había pasado. "David no hablaba inglés en ese entonces, pero estaba convencido de entenderlo bien", contaron en la delegación. Nalbandian explotaba de bronca. "Me cagaron mal. Estaba acá enfrente. No sé si realmente me buscaron", les dijo a Luza y a Morea. Y jugaron la última carta: hablar con el director del torneo.
Morea llegó tres veces a la final de dobles mixto en Wimbledon, pero sobre todas las cosas tenía una excelente relación con los dirigentes británicos. Cada año se lo solía ver en el palco oficial junto con su mujer, Alicia. Era una personalidad. Entonces, decidieron ir a la oficina del director Alan Mills, un lugar donde entraban unos pocos. Le explicaron el caso, lo ablandaron por el lado de que se "trataba de chicos y amateurs" y Mills les respondió: "Bueno, hagamos una cosa. Si ustedes se ponen de acuerdo con el entrenador de Melzer, Nalbandian puede jugar el partido. Como excepción".
La ilusión duró un suspiro. Luza y Morea se toparon con Karl-Heinz Wetter, austríaco, coach de Melzer y con pelo con cola de caballo. Y el intercambio fue categórico:
Wetter:- Mi jugador estaba a la hora que se tenía que jugar. Ya ganó. No puedo ahora decirle que lo tiene que jugar nuevamente.
Luza:- Por favor, pensemos que todavía son chicos, que son amateurs. Vamos a jugar.
Wetter:-Precisamente, como son chicos es el momento en que tienen que aprender qué cosas están bien y que cosas están mal. El tiempo justo de aprendizaje sobre decisiones.
"Y la verdad es que cuando me dijo eso, me cagó, nos dejó sin más argumentos", confiesa Luza.
Volvieron al vestuario, le comunicaron la noticia a Nalbandian, que seguía hecho una furia. "Pero nunca lloró. Ni siquiera lo vi triste. Sí enojado. Una picardía lo que pasó porque yo creo que podía haber ganado el torneo. Después se tomó desquite con el dobles", remató el entrenador.
Una curiosidad: los salvó la Pitu Salerni, su compañera de gira. Coria y Nalbandian querían volver de inmediato a la Argentina y Salerni les manifestó que pretendía avanzar lo más lejos posible en el dobles con la checa Daniela Bedanova. Llovió y la decisión sobre qué hacer quedó para el día siguiente. Y todos triunfaron: Salerni y los chicos. Al igual que en Roehampton, Coria y Nalbandian alzaron el trofeo de dobles junior de Wimbledon al vencer al búlgaro Enev y al finlandés Jarkko Nieminen por 7-5 y 6-4. Ese día, el último de la competencia, debieron jugar tres partidos. La final, incluso, terminó más tarde que la de Pete Sampras, ganándole a Andre Agassi en la central, conquistando el 6° de sus 7 títulos en el mítico escenario inglés. ¿Cómo fue la noche? Todos en el imponente hotel Ritz, en Piccadilly, como invitados especiales en la fiesta del certamen.
La foto de Coria-Nalbandian con el trofeo de dobles junior de Wimbledon quedó para la historia. Como la de otros festejos campeones: el dobles femenino de mayores de Gabriela Sabatini con Steffi Graf en 1988 y el de dobles juniors de la Pitu Salerni con Bedanova. Pero el tenis argentino sigue teniendo un vacío de títulos de singles en el All England. El propio Nalbandian, que fue N° 3 del mundo, jugó la final de mayores tres años después, en 2002, contra el australiano Lleyton Hewitt, que se sumó a la de Sabatini ante Graf en 1991. Axel Geller pudo acceder a la definición de juniors en 2018 y saldar aquella cuenta pendiente. Lo mismo que Gustavo Fernández en tenis adaptado (2017 y 2018). Pero la conquista en singles para la Argentina sólo sigue siendo un "triunfo de película", como el caso ya relatado de Guillermo Vilas en el film "Players".
Para Nalbandian cabe como parábola otra película: "Tienes un e-mail". Aunque nada romántico. Ese correo fatídico que lo terminó dejando en ridículo en la Catedral.
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