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El delantero que no fue: Martyn Clarke, el malvinense que se probó en Boca y volvió a las islas acusado de “traidor”
En 1999, el joven llegó a Buenos Aires con 19 años y un sueño en mente: jugar en la Primera División; el furor mediático que generó y su vínculo con Maradona
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Martyn Clarke fue el primer futbolista de las Islas Malvinas que se atrevió públicamente a revelar su deseo de jugar en la Argentina, más precisamente en Boca. Tenía 19 años cuando estuvo a punto de conseguirlo, aunque todo fue una experiencia idílica que duró poco menos de un año, y que incluyó cenas con Diego Maradona, salidas nocturnas y el sponsoreo de una reconocida marca de cerveza para el bar de Julie, su madre. El estrambótico viaje del adolescente tuvo todos los condimentos necesarios para ser acusado de “traidor” en las islas y en Inglaterra, donde inspiró el guion de una biopic.
Fue en agosto de 1999 cuando el joven, nacido en Plymouth, Inglaterra, en 1980, pero criado en las Malvinas, voló solo hasta Buenos Aires con la ilusión de hacer una carrera profesional en Boca, junto a Maradona. En el aeropuerto lo esperaba Esteban Cichello Hübner, un amigo del Diez que se había quedado impresionado con su forma de patear la pelota en las frías canchas de Puerto Argentino. El destino, quizás, no le permitió desplegar todos los dotes que había visto el primer argentino que había pisado las islas tras la guerra. Fue rechazado por tres clubes importantes.
En los 105 días que estuvo en las islas, Martyn le dio a Cichello una bocanada de esperanzas: es que creía que el jovencito tenía el talento necesario para jugar en las grandes ligas. Entre la retórica futbolera y los sueños por cumplir del adolescente que se ganaba la vida como empleado de mantenimiento del gobierno local de la capital de las islas, Cichello prometió ayudarlo a dar el gran salto, pero las cosas no salieron como ambos querían y el viaje se terminó convirtiendo en una pesadilla para la familia.
“Estaba ahí viendo los partidos y cuando termina la liga noté que había un futbolista que era buenísimo, era un tal Martyn Clarke. Cuando termina el torneo local llaman a alguien del público para que entregue la copa, y ¿a quién llamaron? A mí. Así fue como conocí a Martyn, que jugaba muy bien allá”, recuerda Cichello en conversación con LA NACION, 23 años después de aquella experiencia en las Malvinas, a donde logró acceder con pasaporte italiano, cuando aún no estaba permitido que los argentinos las visitaran. La actuación del joven en la cancha fue el puntapié inicial para que el profesor de lingüística de la Universidad de Oxford y autor del libro Las llaves de Raquel creyera que el adolescente podía hacer el mismo papel en el Boca de Carlos Bianchi.
Martyn es hijo de Julie Clarke, la dueña del pub Globe Tavern, y Robert Gilson, un infante de la Marina Real, que peleó en el conflicto bélico. Ambos apoyaron incondicionalmente a su hijo en su empresa hacia la Argentina y lo defendieron tanto como pudieron de los comentarios malintencionados de los isleños y su recepción hostil. “Mi padre combatió en las Malvinas con la Marina Real inglesa. El sí estuvo en la guerra, pero yo vivía en Plymouth. Sé que está contento con mi llegada a Boca. Yo me quiero quedar acá. Ese es mi deseo, pero no sé si me van a dejar”, dijo en aquel entonces. Para el joven, la Guerra de Malvinas fue “un malentendido” y, en varias entrevistas que le hicieron en su viaje a Buenos Aires, dijo que “era demasiado joven para tener recuerdos de la Guerra”, y que él “solo quería jugar al fútbol”.
Él solo quería desplegar sus dotes futboleros que creía tener cuando trotaba sobre las desérticas y ventosas canchas del sur, donde jugaba de 9 o 10. “Él era muy jovencito. Le pregunté cuál era su sueño y me dijo: ‘Jugar en un equipo de verdad’. Le pregunté si eso podía ser en la Argentina y me dijo: ‘Sí, ¿por qué no?’. Le dije que lo iba a intentar”, cuenta Cichello que fue la conversación que mantuvo con él antes de salir de las islas en un avión militar ayudado por el Gobernador, tras un cierre de comunicación impuesto por Chile.
“De la Argentina no me mueve nadie”
Al llegar Cichello a Buenos Aires, después de un vuelo de 34 horas, le contó a su amigo Maradona “las bondades de Martyn con la pelota”. Maravillado con todo lo que le relató, el Diez le hizo la conexión: primero con una tal Silvia, que era por entonces la secretaria de Mauricio Macri, presidente del club xeneize, y finalmente llegó la reunión con primer dirigente de La Ribera.
“Macri me dijo: ‘Yo no sé de qué va la cosa, pero si juega bien que venga, por supuesto que habrá alguien que lo vea’. Yo mismo le costeé la venida a Buenos Aires, porque esa era la ilusión del chico”, afirma Cichello. Fue así como el joven se convirtió en el primero de varios “experimentos” de Macri mientras estuvo al mando del club. Tal vez, al acceder pensó que podía suceder lo mismo con la llegada del camerunés Alphonse Tchami, durante la gestión de Antonio Alegre, su antecesor. De alguna forma, también intentó despertar el ruido mediático de aquellos tiempos.
El viaje y el trámite fueron aún más sencillos. Martyn no iba a usar el cupo de extranjero del club porque estaba radicado en territorio que la Argentina considera propio. A su llegada, se instaló en un hotel y después en un departamento de Cichello, que alternaba con los días de concentración en Casa Amarilla. La noticia de su arribo generó rápidamente una oleada de repudio en las islas e Inglaterra, mientras que en la Argentina se lo vio como un guiño de un kelper hacia los argentinos.
“Es duro separarse de los seres queridos (…). Yo elegí venir y de la Argentina no me mueve nadie”, expresó entonces en una entrevista con LA NACION. Todos los pasos que comenzó a dar estuvieron acompañados por un cámara y registrados tanto en los medios gráficos como televisivos. El primer entrenamiento se convirtió en una convocatoria que concentró a todas las cadenas de noticias del país que siguieron sus compañeros del club The Globe minuto a minuto.
El fragor mediático golpeó por entrar en la vida de Martyn... y él lo permitió. Se dejó encandilar por las luces porteñas, las salas de cine de Recoleta, los paseos por Puerto Madero y su nuevo bar irlandés favorito: The Kilkenny.
Al llegar a Boca, se entrenó con las divisiones inferiores que estaban a cargo de Jorge Bernardo Griffa. El técnico se comprometió a ayudarlo en un lapso de tres semanas para ponerlo a punto y probarlo finalmente con la Primera, pero esto nunca sucedió. En su primera práctica, que fue cubierta por un ejército de periodistas, realizó algunos trabajos físicos con pelota. “Todos los días sueño con jugar en La Bombonera. Sería genial ver a toda la gente gritando un gol mío”, dijo Martyn al llegar al club cuando la ilusión todavía estaba en su cabeza.
La lesión que opacó su sueño
Después de tres semanas de haberse sumado a la Cuarta División, sufrió una distensión en el muslo de la pierna derecha y estuvo varios días sin pisar una cancha. Este fue solo el principio del fin del sueño de jugar en el mismo equipo de Bianchi, que por entonces venía de una racha de 40 partidos invicto. Futbolísticamente, Martyn se identificaba con Martín Palermo, aunque reconocía que no tenía las cualidades del campeón. “Me veo parecido a Palermo. Solo un poco, nada más. No soy tan bueno como él, pero soy fuerte, uso bien el cuerpo y tengo un buen cabezazo”, aseveró en aquel entonces a este medio. En la liga malvinense, antes de desembocar en el fútbol argentino, había marcado alrededor de 100 goles, aunque en aquel torneo los principales rivales de The Globe eran The Victory y Argos y Red Sox. Y, cabe aclarar, el juego era amateur.
Después de varias semanas, mientras se recuperaba de la lesión que lo tenía a maltraer, los dirigentes de Boca tomaron la drástica decisión de desafectarlo del club. En ese momento el futbolista creía que “no era justo” que lo dejaran ir. “Solo pido que me dejen recuperar y jugar un par de partidos para ganar ritmo y demostrar quién soy realmente como jugador”, imploró. Martyn estaba viviendo su sueño en aquel momento en medio de su ruidoso paso por la Argentina. Pero también vivía un sube y baja de emociones con su lesión y la esperanza de ser vitoreado en el fútbol argentino.
Maradona se enteró de la admiración que sentía Martyn por él, dado que imitaba su festejo después de marcar un gol, y tuvo varios gestos con el isleño. Cichello y Claudia Villafañe se ocuparon de que el joven pudiera estar en el palco del 10 en La Bombonera para ver el partido entre Boca e Independiente. Ahí se encontró con el campeón del mundo, con quien enseguida creó una gran conexión, y protagonizó una de las imágenes más memorables de su experiencia por Buenos Aires. “Maradona lo invitó a comer pizza. Le daba el teléfono móvil de él para que hablara con su mamá que estaba en las Islas”, recuerda Cichello.
Su estadía se prolongó por alrededor de seis meses. En ese tiempo mejoró su español, aprendió a tomar mate y a comer asado y pizzas, porque “en las islas se come mucho pescado con papas fritas y carne de oveja”, decía. Con el transcurrir del tiempo se fue camuflando entre los argentinos: fue seducido por el tango que escuchaba junto con Nirvana y Pearl Jam, y había dejado de hablar con monosílabos. Comenzó a comer tantas frutas y verduras como pudo, porque en las islas “llevaba cuatro meses sin ver una fruta” y al verlas en los cajones de las verdulerías “se les quería tirar a todas encima”. El viaje de Martyn por Buenos Aires lo encandiló y envolvió en la noche porteña, pero todo esto seguía siendo mal visto en Puerto Argentino.
Siete semanas después de su lesión llegó el anuncio de Boca y tras varias conversaciones con los dirigentes, le indicaron que finalmente no estaría con la Primera División y decidió probar suerte en Defensores de Belgrano. En este club tampoco fue tomado en cuenta. Acto seguido, intentó con El Porvenir, pero el resultado fue similar. Después de varios intentos y tras más de seis meses en la Argentina, finalmente decidió emprender su regreso a las islas. Ahí tuvo que enfrentar a sus amigos y vecinos, quienes lo calificaron de “traidor” por haber “jugado con el enemigo”.
“Jugando para el enemigo”
Tras escuchar sus opiniones y tener una recepción hostil, según explicó en una entrevista a la BBC, había sido “víctima de una campaña sucia”, promovida por el propio Cichello mientras estuvo en Buenos Aires. El joven contó que se sintió como un “peón” en toda esta historia y creía que “Boca también lo había usado”.
De hecho, según The Guardian, el ruido fue tal que en Inglaterra se habló del lanzamiento de una película con su historia llamada Jugando para el enemigo con Martin Compston, quien estaba pensado ponerse en la piel de Martyn. El guion de aquel trabajo fílmico que nunca vio la luz del día fue escrito por Matt Harvey y Dominic Morgan, inspirados en lo irreal de su caso. En su momento, los directores hasta se ilusionaron con tener a Maradona como protagonista, dado que fue uno de los principales anfitriones de su estadía en la capital, pero finalmente nada de todo esto se llevó a cabo.
La excusa
Cichello le dijo a LA NACION que pudo haber ocurrido que Martyn utilizó estas palabras como un mecanismo de defensa. “No hubo nada de utilización. Martyn tuvo muchísimo valor para ir a jugar a la Argentina porque era jugar para el enemigo. Cuando él volvió a las islas le decían: Te fuiste con el enemigo’. Entonces sus palabras eran una forma psicológica para justificar lo que hizo. Fue su manera de defenderse. Él sabía a dónde se metía y los padres también”, asevera el escritor.
Por otro parte, asegura que lo que también pudo haber caído mal en Inglaterra y en las Malvinas fue la relación estrecha que el chico logró establecer con Maradona. “¿Qué Maradona lo usaba? Él lo llevaba y disfrutaba con él. Tal vez fue su forma de decir: ´Mirá, les metí el gol de La Mano de Dios y me quieren. ¿Eso es usar? Pero de mi parte no había ninguna ambición de ningún tipo, ni económica ni política. Martyn a mí no me dio dinero; es más, vivió en mi departamento, que dejé de alquilar para que él usara y fue un placer para mí hacerlo. No hubo una enemistad en el medio, solo fue una justificación de su regreso a las islas. Fue una reacción psicológica para defenderse”, aclara.
Pero su caso comenzó a generar un cambio de actitud en los isleños. Por ejemplo, revela Cichello que Maradona recibió una invitación formal del director de fútbol de las Islas Malvinas para que hiciera una visita oficial, que nunca se realizó.
Con la repentina fama de su hijo, Julie Clarke pudo viajar a Buenos Aires, patrocinada por una marca muy conocida de cerveza y cigarrillos. El rebote mediático fue tal que ambas compañías habrían hecho acuerdos comerciales con la dueña del pub más popular de la isla para proveerle sus productos. La idea comercial era un win-win, ya que ambas marcas se posicionarían con sus productos en su establecimiento, mientras Julie agrandaba su negocio.
Volver a intentar
Mientras Martyn superaba su ruidosa experiencia que lo llevó a tener todos los flashes detrás suyo, intentó probar suerte en la liga de Estados Unidos, más precisamente en el Connecticut Wolves, de la Segunda División. Para su mala suerte sufrió una rotura de ligamentos de la rodilla derecha poco tiempo después de llegar durante un entrenamiento, que lo condenó, una vez más, al anonimato.
Entre 2002 y 2004 tuvo una participación en el Brentwood Town, un club regional de Essex, Inglaterra, sin mucho ruido mediático. En 2005 participó de los Juego de las islas, un torneo que integran 24 islas miembros de la corona británica, donde anotó dos goles con la camiseta del seleccionado malvinense. Uno de los tantos es el muy recordado por los isleños ante Saaremaa, cuya selección tenía varios jugadores de élite. En 2013, la última vez que dejó rastro como futbolista, anotó el primer gol contra su par Froya, en una amplia victoria por 6 a 0, que le dio a su selección el tercer puesto del torneo.
El sueño de jugar al fútbol se fue marchitando de a poco con el paso de los años y sus constantes viajes entre Gloucester, Inglaterra y Puerto Argentino. Cada tanto sobrevuela el cielo de Buenos Aires y se toma el tiempo necesario para recorrer la ciudad y añorar la historia que un día lo tuvo como protagonista. Sus recuerdos aún muy vívidos en su memoria quiere dejarlos plasmados en un libro autobiográfico.
Uno de los últimos mensajes que le envió a Cichello fue el día de la muerte de Maradona, cuando le dijo que estaba “realmente en shock” tras haber escuchado la noticia del fallecimiento del ídolo. “En el fútbol no siguió, lo hizo poco después. Era muy bueno, pero para los isleños”, sintetiza el profesor de lingüística.
Actualmente, Martyn está casado con una filipina y tiene una hija pequeña. Además, según se presenta en sus redes sociales, tiene su propio emprendimiento de logística: MGCCourier. Y hasta 2001 se proclamaba “futbolista en Sudamérica”.
LA NACION intentó contactarlo, pero no obtuvo respuesta.
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