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“El Circo de los Pueblos”: fútbol y poder en 330 páginas atrapantes
El autor del libro, José Ignacio Lladós, experiodista de La Nacion, ofrece rigurosidad en los datos y entrevistas exclusivas para entender el singular fenómeno
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Una crónica atrapante que entrelaza el fútbol y el poder. Hitler, Mussolini, Videla y Fidel Castro. Maradona, Messi, Neymar y Weah. José Ignacio Lladós es el autor del libro “El Circo de los Pueblos. Cómo dictadores, narcos, políticos y empresarios consiguieron poder a través del fútbol” (Aguilar). Con rigurosidad y entrevistas exclusivas, el autor diagramó una pieza de 330 páginas con una extensa bibliografía e información que gira al alrededor del entretenimiento más grande del planeta. Y del negocio global que mueve millones y millones de dólares.
Desde la primera mitad del siglo XX el poder busca utilizar el fútbol a su favor: Mussolini, Hitler, la dictadura argentina con el Mundial 78, jeques árabes, Pablo Escobar, la Camorra napolitana, Silvio Berlusconi, Mauricio Macri o George Weah, el primer jugador en convertirse en presidente. Pero también hay víctimas como Diego Maradona, tal vez la persona que más amó y sufrió el fútbol.
Lladós es periodista y trabajó casi veinte años en el diario LA NACION, en donde comenzó como redactor de Deportes y llegó a ocupar el cargo de editor en la sección Política. Desde 2009 es gerente de Relaciones Institucionales de un canal de televisión, donde dirige la estrategia comunicacional, las relaciones públicas y los vínculos con instituciones oficiales y privadas.
-¿Esa relación entre el poder y el fútbol es igual en todos los continentes?
-El fútbol genera atracción en cada rincón del planeta y provoca reacciones similares en todas partes. Todo el mundo se mete en este deporte. Si viajamos en el tiempo, Mussolini organizó el Mundial de 1934 para mostrar que Italia era una potencia. Y Hitler, que odiaba el fútbol, vio el éxito de Mussolini y reclamó la organización del Mundial de 1942, que finalmente no se disputó por la Segunda Guerra Mundial. En su momento, Stalin obligó a los jugadores soviéticos a estudiar su biografía y la ideología del marxismo-leninismo. Y no lo hizo porque le gustara el fútbol, sino porque se dio cuenta de que los jugadores, en aquella época, ya se habían convertido en actores sociales. Todo sucede alrededor de una actividad que entretiene y distrae a buena parte de la población mundial. Cada Copa del Mundo es vista por más y más personas. No hay una curva de decrecimiento. Es más, ahora está la idea de que haya mundiales cada dos años. Y últimamente, también tenemos la aparición de personajes multimillonarios que compraron clubes en distintos rincones del mundo.
-Es decir, los ejemplos se multiplican a lo largo y a lo ancho del planeta.
-Claro. En el libro menciono varios. Mirá el caso de Silvio Berlusconi, que en la década de los 80 era famoso y millonario en Italia, pero no podía trascender la imagen de un empresario frío. Hasta que compró el Milan, que venía mal y tenía algo así como un complejo de inferioridad con el Inter, y lo convirtió en una referencia mundial. Recién ahí pudo pensar en dar el salto a la política, y le fue tan bien que lo eligieron tres veces como primer ministro de Italia. El fútbol tiene el poder para crear líder nacionales. Más acá en el tiempo, en 2018, el ex delantero George Weah, Balón de Oro en 1995 y único africano considerado alguna vez como el mejor jugador del mundo, fue elegido presidente de Liberia. La primera vez que se presentó a una elección no había terminado el secundario, y hoy es presidente. No se encuentra otro futbolista que haya llegado a un cargo de ese nivel. El fútbol es la explicación.
-¿Cómo podemos ubicar a Maradona dentro del fútbol y el poder?
-A él quisieron usarlo los militares argentinos, la Camorra napolitana y casi todos los presidentes democráticos desde 1983 en adelante. Diego, en 1979, al volver del Mundial juvenil, fue citado para hacer el servicio militar obligatorio, la ‘colimba’. Pero al gobierno militar no le servía tenerlo a Maradona afuera de las canchas de fútbol. ¿Qué hicieron? Tuvo que sacarse una foto vestido de soldado, le dieron una plaqueta y luego el alta. Fue un mensaje de ese gobierno. A Diego el Barcelona lo vino a buscar en 1978, pero recién lo dejaron ir en 1982, después de la Guerra de las Malvinas, cuando ya resultó imposible retenerlo. Si hablamos de la Camorra, el jefe de la mafia napolitana, Carmine Giuliano, lo invitaba a fiestas, eventos y lo llevaba a los barrios populosos de Nápoles para mostrarle a la gente que el gran ídolo de la ciudad les respondía a ellos. Y luego, Maradona tiene fotos en la Casa Rosada con todos los presidentes argentinos elegidos democráticamente, salvo con Macri, con quien se llevaba mal. En el exterior, a Fidel Castro le sirvió que Diego viajara a Cuba a curarse de su adicción a las drogas, porque pudo promocionar ante el mundo el sistema de salud cubano. Y en una Cumbre de las Américas (ALCA) que se hizo en Mar del Plata, en 2005, Hugo Chávez lo sentó a su lado. Estados Unidos había propuesto un área de libre comercio y Chávez no la quería. Maradona fue con una remera en contra de George W. Bush. “Los argentinos tenemos dignidad. Echemos a Bush”, gritó Diego. Finalmente, en una época en la que hubo una movida para no ir a jugar partidos de fútbol a la altura de La Paz, Maradona estuvo al lado de Evo Morales. Diego generaba muchas cosas, con una popularidad inmensa en todo el mundo. Y los poderosos pensaban que al estar cerca de él podían tomar prestado algo de lo que Maradona irradiaba. En ese nivel, no hubo nadie como Maradona. Fue tan grande que todos quisieron aprovecharse de él desde que debutó en la primera división hasta el último día.
-¿Y con Lionel Messi por qué la situación fue o es diferente?
-A Messi le contaron que el conflicto que vivió con Hacienda en España tuvo que ver con que él era el ídolo de una región que buscaba independizarse. Acordate que en 2017 Cataluña convocó a un referéndum independentista. Y el Barcelona, en España, es más que un club, como dice su slogan. El Barsa es una bandera, es como el escudo catalán. Era el refugio del catalanismo cuando Franco prohibió los símbolos y las lenguas no castellanas. Bueno, para muchos, Messi era la referencia mundial de esa bandera, justo cuando Cataluña quería independizarse. En su contrato, Messi había puesto que podía irse del Barcelona si Cataluña se independizaba, o que se comprometía a aprender el idioma catalán. Él no era ajeno a lo que pasaba, pero nunca lo escuchamos hablar del tema. Y eso ocurrió porque tuvo profesionales que lo aconsejaron, y porque él mismo resultó permeable a los consejos.
-¿Por qué Qatar decidió invertir en el fútbol? ¿Cuáles fueron sus intenciones?
-Qatar es un país muy chiquito, con muchos conflictos con sus vecinos. Es una nación que en el concierto mundial, hace 20 años, no existía. Lo que ocurrió es que, a comienzos del siglo 21, diseñaron un proyecto para ver adónde querían estar en el 2030, y una de las herramientas que debía ayudarlos a convertirse en un país activo y central era el deporte, que tenía que darles relaciones y estatus. Así que, con los ingresos por la exportación de gas y petróleo armaron un fondo de inversión, y mediante ese fondo el gobierno qatarí entró en el fútbol, justo cuando sus vecinos árabes lo acusaron de promover golpes de Estado en Medio Oriente y de dar protección al terrorismo. Eran días en los que la mala imagen de Qatar parecía instalarse. Y así, frente a la necesidad de anular la imagen negativa que le generaban Arabia Saudita y los aliados de éste, Qatar contraatacó con una especie de blanqueo a través del deporte. Lo que hicieron se llama “soft power”, que es obtener resultados por vía blanda, que sería la diplomacia, el marketing o las comunicaciones. Entonces acá aparecen tres puntos importantes: la obtención de la sede del Mundial 2022; la adquisición del PSG, en 2011, y, finalmente la compra de una gran estrella como Neymar, en 2017. Ellos no van a organizar el Mundial del año que viene sólo por diversión. Es una herramienta para llegar adonde quieren.
-Y en ese camino aparece el Paris Saint-Germain…
-Claro. Por un lado, los sedujo el glamour de París y la posibilidad de reconstruir un equipo con poca historia y menos títulos. Recordemos que en 2011 tenía solo dos campeonatos locales contra nueve del Marsella y diez del Saint-Etienne. Pero más importante que el desafío deportivo es que PSG le dio a Qatar la posibilidad de limpiar su imagen y jugar en el tablero de la política internacional. En esa época los acusaban de promover golpes de Estado en la región. Estaba ocurriendo la Primavera Árabe, que terminó con cuatro gobiernos, y Arabia Saudita dijo que Qatar estaba detrás de los movimientos golpistas. El caso creció en 2017, cuando otra vez siete países de la región acusaron a Qatar de proteger a terroristas como los talibanes y los Hermanos Musulmanes. Le iniciaron un boicot y dijeron que los qataríes promovían la inestabilidad regional. Otra vez lo mismo: ¿El Mundial se va a hacer en un país que protege a terroristas?, preguntaban. Enseguida, los qataríes pusieron 220 millones de euros y compraron a Neymar, en lo que fue el pase más caro de la historia. Entonces ahí cambiaron el foco: pasaron a ser un país audaz, simpático, que promueve el entretenimiento. Es decir, a este país el fútbol le ha servido mucho y es parte de su estrategia.
-Y el toque final es la llegada de Messi a París.
-Ellos perfilaron una línea que siempre han cumplido. Cambiaron el eje con el tema de los golpes de Estado en la región. Y ahí aparecieron el Mundial; luego Mbappé, Neymar, ahora Messi. De acá hasta dentro de un año todos vamos a hablar del PSG, de Messi y del Mundial. Ellos tuvieron una habilidad fenomenal y la han desarrollado bien. Vieron el poder que tiene el fútbol, que es el principal entretenimiento del planeta y como tal concentra mucha atención, genera vínculos, crea líderes nacionales y hasta es capaz de frenar una guerra, como ocurrió en 1969, cuando el Santos de Pelé viajó a jugar unos amistosos a África. Una de las escalas de ese viaje fue Nigeria, que estaba en guerra civil. Ante el riesgo de que los separatistas volaran el estadio, a Pelé le sugirieron saltearse Nigeria. Pero él y sus compañeros quisieron ir igual. Al final, durante los días en los que el Santos estuvo en Nigeria, la guerra se detuvo. Los bandos pactaron un alto el fuego porque todos querían ver a Pelé. Lo que no había logrado la diplomacia internacional lo consiguió el fútbol. Todo esto que genera el fútbol lo vio Qatar. Como seguramente también vio que, con el desarrollo de las nuevas tecnologías, nada indica que la influencia de este deporte vaya a decaer. Diría que al revés: hoy cada vez más gente tiene la posibilidad de acceder a los contenidos, hay más plataformas y crece la penetración de internet.
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