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La historia del piloto que fue infante de marina en Vietnam y salvó la vida de Niki Lauda, 42 años atrás
"Quizás mi entrenamiento militar sirvió. Yo era capaz de funcionar en condiciones de extrema dureza y combatir en Vietnam fue ciertamente eso. Uno aprende a filtrar las cuestiones irrelevantes".
Nurburgring (Alemania), 1° de agosto de 1976, kilómetro 14, Bergwerk. Robert Brett Lunger, clase 1947, capitán de infantería de marina del ejército de los Estados Unidos, no tuvo necesidad de pensar en ese momento qué era lo que debía hacer. Lo sabía.
Delante suyo, lo que hasta instantes antes había sido una majestuosa Ferrari, era consumida por las llamas. Dentro, atrapado por los cinturones de seguridad, sin el casco protector –desprendido en el accidente–, respirando el letal humo negro que emanaba de esa hoguera, gritando con desesperación, se estaba muriendo el campeón mundial de Fórmula 1, el austríaco Niki Lauda.
"Yo había aprendido a hacer lo que había que hacer. No fue algo particularmente excitante". Lunger no era un espectador privilegiado de la tragedia ni pertenecía a los servicios de asistencia de la carrera, el Gran Premio de Alemania válido para el campeonato mundial de conductores. El héroe estadounidense había sido, junto con el infortunado Lauda o el santafesino Carlos Alberto Reutemann, uno de los 26 pilotos que habían largado la carrera…
Heredero de una de las familias más ricas de los Estados Unidos, los DuPont, Lunger había estudiado en Princeton antes de aterrizar en Vietnam en las circunstancias más insólitas.
"Me encontré en una situación académica adversa", le contó hace unos años al periodista Pete Lyons. "Estaba preparando una tesis sobre la política estadounidense en el sudeste asiática, pero con los acontecimientos del Golfo de Tonkín y la intervención de la marina en 1965, tiré por la ventana todo lo que había escrito".
La vida del heredero –que hasta los 55 años no podría disponer de la parte de la fortuna DuPont que le correspondía- dio un giro. "Yo había sido educado en la creencia de que para ser un ciudadano estadounidense estaba obligado a servir a mi país. Lo mejor que se me ocurrió para servirlo fue incorporarme a los marines".
A sus padres, Harry Lunger y Jane DuPont Lunger, recuerda, "la decisión les cayó pésima". "En la instrucción, en Carolina del Sur, jamás dije que había estudiado en Princeton… Pero, francamente, estaban perdiendo oficiales muy rápidamente, así que pronto me hicieron segundo teniente y me enviaron a Vietnam".
El oficial Lunger cumplió 13 meses de servicio en el sudeste asiático entre 1967 y 1968. Como comandante de un pelotón, efectuó misiones cerca del frente o tras las líneas del Vietcong, hasta que fue herido cerca de la frontera con Laos. De vuelta a Estados Unidos, entrenó comandos y estuvo a punto de regresar al combate. "Si lo hubiera hecho, probablemente no habría regresado", contó en una entrevista con la revista Motor Sport a mediados de 2014. Dejó los Marines con el grado de capitán y una medalla Corazón Púrpura, para dedicarse a las carreras de automóviles, un hobby que había abrazado mientras estudiaba.
Las imágenes del accidente de Lauda lo muestran con claridad. La Ferrari pierde la línea al encarar la curva a la izquierda, golpea contra un terraplén y retorna, en llamas, al centro de la pista. Otro auto, el de un competidor, lo embiste, empujándolo unos metros.
Es el Surtees-Cosworth de Brett Lunger.
El estadounidense había comenzado a correr en la Fórmula 1 en 1975, con el apoyo de una tabacalera de su país, Liggett & Myers. La leyenda asegura que, durante su periodo en Vietnam, Lunger había salvado la vida del hijo de uno de los propietarios de la compañía y que, en muestra de gratitud, recibía el apoyo económico para alquilar su auto y competir. En realidad, un hermano y un amigo suyos hacían las gestiones ante el sponsor.
"Estábamos en la segunda vuelta, la pista estaba secándose. Los que habíamos largado con cubiertas para lluvia éramos más lentos y Lauda, que había parado en la primera vuelta para poner gomas lisas, realmente venía fuerte. Hay un largo descenso rumbo al puente de Adenau y luego una serie de curvas y contracurvas. Creo que Lauda me superó en lo alto de la colina", recordó Lunger con Lyons.
"Había una curva a la derecha muy rápida seguida por una curva ciega a la izquierda [Bergwerk], que se tomaba a fondo aún con el piso mojado. Mientras doblaba a más o menos 240 km/h, ví polvo en el aire, no supe de qué se trataba. Era Niki saliéndose de la pista. No creo que nada se haya roto, venía realmente muy fuerte". Lo que sigue es la crónica del desastre. "Cuando lo ví, estaba detenido sobre la pista, en llamas. Yo estaba comprometido con la curva, traté de reducir la velocidad, pero no hubo manera de esquivarlo. Al chocarlo, el extinguidor de mi auto se disparó, y quizás aplacó un poco las llamas".
Con Lauda quemándose vivo y Lunger a un costado, otros tres pilotos del fondo del pelotón de la Fórmula 1 (el austríaco Harald Ertl, el italiano Arturio Merzario y el inglés Guy Edwards) detuvieron sus máquinas para tratar de salvar al campeón. Todos mostraron valor pero fue el capitán de infantería de marina el que extrajo al agonizante piloto de entre las llamas.
"De alguna manera no me arrepiento de haber sido un marine, porque mi servicio en Vietnam hizo más para moldear mi carácter y mi personalidad que cualquier otra cosa que haya hecho en mi vida", le reconoció al periodista inglés Andrew Marriott. "Pero también es cierto que ello afectó mi carrera deportiva, sin ninguna duda".
La película "Rush", rodada por Ron Howard en torno a la disputa entre Lauda y James Hunt por el título mundial de aquel 1976 y estrenada en 2013, inmortalizó aquel momento heroico. "Pero yo no fui un héroe", asegura Lunger. "Se ha hecho una gran historia de eso, pero no fue para tanto. Me habría gustado más que me recuerden por haber ganado una carrera que por aquel episodio".
Merzario, que había corrido varios años para Ferrari, sabía que los cinturones de seguridad, que atrapaban a Lauda, de origen italiano, eran distintos a los que se utilizaban en la mayoría de los coches de Fórmula 1, construidos en Inglaterra. En un rápido movimiento, el piloto de Como desabrochó la hebilla. "Si Art no hubiese hecho eso, no habría podido sacar a Lauda del auto".
Lunger penetró en las llamas, abrazó el cuerpo del campeón y lo extrajo del auto en ruinas. El rostro de Lauda ardía. "Cualquiera pudo haberlo hecho. No fue para tanto. También Harald Ertl merece crédito, él descargó un matafuegos sobre las llamas", rememoró el piloto estadounidense.
"En cualquier instancia de súbito desafío, el cerebro no piensa. Uno reacciona. Me gustaría ser elocuente y tener alguna respuesta poética –reflexionó ante Lyons– pero la verdad es que, si uno está allí, uno hace lo que debe hacer. Estuve en situaciones así, en las que me he vuelto frío como una piedra. Todo se torna lento y, entonces, tomar decisiones se vuelve algo muy sencillo".
La carrera se detuvo con bandera roja y, tras el reinicio, la victoria fue de James Hunt. Lunger no tomó parte de la reanudación. Esa noche, un sacerdote le dio la extremaunción a Lauda en un sanatorio de Mannheim, y Ferrari, que creía perdido al campeón del mundo, iniciaba gestiones para contratar un reemplazante: el Commendatore Enzo Ferrari pensaba ya en Carlos Reutemann. Pocos saben que Lunger estuvo a punto de ausentarse en ese momento fatídico.
"Mi padre había muerto el día anterior a la carrera, el sábado", relató hace unos años. "Estaba enfermo, pero no sabía realmente que su condición era grave. Mi madre me lo comunicó por teléfono. ‘¿Querés que regrese a casa?’, le pregunté. ‘No, no hay nada que puedas hacer aquí y él hubiera querido que corras mañana", me respondió".
Si la respuesta hubiese sido positiva, el capitán de la Infantería de Marina no habría estado esa tarde, en esa curva, disponible para rescatar a Lauda del infierno.
"Mi último recuerdo antes de la carrera -escribió el austríaco en su autobiografía- es cambiar los neumáticos y salir de los boxes. Luego, el rumor de un helicóptero. Estoy tirado en una cama. Estoy cansado. Quiero dormir. No quiero saber más nada. Pronto terminará todo".
***
Cuarenta días más tarde, con el rostro desfigurado, vendado y ensangrentado, el austríaco reapareció en Monza para el Gran Premio de Italia. Ferrari había anotado tres autos: para el austríaco, para su compañero Clay Regazzoni y para Reutemann. Lunger estaba allí con su Surtees.
"Volví a ver a Niki en la calle de boxes de Monza, antes de las prácticas. Caminó hasta mí, me miró a los ojos y todo lo que dijo fue ‘gracias’. Giró sobre sus talones y se fue, pero para mí fue suficiente".
Cuarenta y dos años después, Lauda –que perdió al cabo el título de 1976 pero luego ganó los de 1977 y 1984– continúa asistiendo a las carreras de Fórmula 1: es asesor del equipo Mercedes, dominador del campeonato desde hace varios años.
Lunger tiene 72 años, pilotea su avioneta Cessna y –sin necesidades económicas– vuela para una organización humanitaria cuyos miembros trasladan gratuitamente a enfermos y veteranos de guerra entre sus hogares y los hospitales. @Brett_Lunger se unió a Twitter hace menos de dos años y hace campaña contra la posesión de armas.
Gun Violence is a problem. Do you oppose those who seem to be contributing to the problem? Do you propose practical measures to reduce the problem? Do both and we might solve the problem. @NYGovCuomo@realDonaldTrumphttps://t.co/WIQql3D1Vz&— Brett Lunger (@Brett_Lunger) 26 de marzo de 2018
Su campaña de Fórmula 1 duró hasta 1978: corrió 43 carreras sin sumar un solo punto. "Lo más divertido de mi campaña", dijo oportunamente, "es que todos mis compañeros de equipo en F-1 fueron campeones mundiales: Hunt, Alan Jones, Nelson Piquet… Se ve que doy suerte".
Que lo diga Lauda, si no
Lauda, antes y después del accidente en 1976
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