El adiós al gran patriarca

A los 91 años, en Coronel Suárez, su ciudad de toda la vida y la que con su talento ayudó a fomentar, murió Juan Carlos Harriott, polista que puede considerarse el patriarca de dos leyendas de la historia de este deporte: su club y su apellido. A las 14.30, cerca de cumplir años -nació el 29 de febrero de 1912-, falleció a causa de un paro cardiorrespiratorio; sus restos serán inhumados hoy, a las 10, en el cementerio privado Parque de Paz de esa ciudad bonaerense.

Un símbolo. No hay otra palabra para identificar a Juan Carlos Harriott con Coronel Suárez y con el polo. En lo deportivo, en 1952, ganó el segundo título de los 26 de la historia de Coronel Suárez, el primero de sus ocho éxitos casi ininterrumpidos en La Catedral . En lo familiar, crió y les enseñó todos los secretos del deporte a dos de los mejores jugadores de la historia: sus hijos Juan Carlos -de 67 años, considerado casi por unanimidad el mejor de todos los tiempos- y Alfredo (58). Casado con Elvira de Lusarreta en 1935, también tuvo una hija mujer, Elvira, de 64. Su padre fue Juan Harriott, uno de los primeros médicos que se trasladaron a Coronel Suárez para el ejercicio de su profesión. Allí nació la dinastía Harriott.

Como jugador, se caracterizó por ser un back clásico, con un estilo tradicional de juego, el mismo que heredó su hijo Alfredo: pegar largo y lo más lejos posible. De su mano comenzó a crecer el club símbolo del polo vernáculo, fundado en 1929. Integró el cuarteto que fue el primer ganador de la Copa General Belgrano, en 1932, pero cinco años después protagonizó los primeros éxitos del equipo de los rombos en el circuito mayor. En 1934 ganó las copas República Argentina y Cámara de Diputados, con formaciones en las que Harriott compartió el triunfo con Gregorio y Eusebio Urruty y Juan Carlos Alberdi, primero, y con Ricardo y Eduardo Garrós y de nuevo Alberdi, después.

En 1957 se dio el gusto de ganar en Palermo junto con su hijo Juancarlitos, con quien compartió otras cinco conquistas. La del año siguiente fue inolvidable: con Antonio Heguy y su hijo Horacio Heguy.

Su hijo tocayo lo recuerda con los siguientes conceptos. "Como padre tengo el mejor de los recuerdos. Como polista, me animo a decir que fue el que inició lo de Coronel Suárez. Nos metió a fierro a Alfredo y a mí la disciplina, el entrenamiento, la actitud y el espíritu ganador. Fue un buen crítico, aspecto fundamental para que un deportista crezca en lo suyo. Cuando éramos chicos nos tenía locos. No nos perdonaba una. Nos inculcó todo eso, además de una rectitud intachable. Por suerte le llevamos el apunte, tanto nosotros como Horacio Heguy, que se unió a nosotros, y por eso llegaron los éxitos", explicó Juancarlitos. No dudó en calificarlo como "el padre de la criatura" de la movida suarense en la historia del polo argentino.

Productor agropecuario de toda la vida, vivió y amó a su ciudad. Toto, como lo llamaban en la intimidad, un hombre muy serio, formal, sencillo, fue un verdadero símbolo de ella. Una anécdota lo pinta por completo: en los últimos años, con su mujer, llamaban a sus hijos para salir a dar una vuelta en auto por la ciudad. Si no los encontraban, tomaban un remise y paseaban cerca de una hora por Coronel Suárez. Decían que les gustaba ver cómo crecía la ciudad. Su ciudad...

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