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Domingo 3 de diciembre de 1995: la noche en que cambió la vida de Lewis Hamilton
Domingo 3 de diciembre de 1995. Hotel Grosvenor House, Park Lane, en pleno centro de Londres, en Inglaterra. En la habitual entrega internacional de premios al cabo de la temporada, a los Hamilton les había tocado una mesa alejada del escenario. Era lógico: pese a que haber ganado un título de karting, los rivales de Lewis habían sido todos chicos de 10 años, como él mismo.
Los premios importantes los recibían los mejores. Michael Schumacher, flamante bicampeón de Fórmula 1, era el Piloto del Año; Damon Hill, el subcampeón, era galardonado como el Piloto Inglés del Año; Colin McRae, el campeón mundial de rally, era distinguido en su especialidad, lo mismo que Jacques Villeneuve, el hijo del legendario Gilles, que había ganado el título de IndyCar y las 500 Millas de Indianápolis; Patrick, el director técnico de Williams, se llevaba el premio al Auto del Año, mientras que a Ron Dennis, el todopoderoso emperador de McLaren, el entrepreneur que había extraído lo mejor de Ayrton Senna, se le distinguía su aguzado talento para los negocios en el mundo de las carreras. ¿Qué tenían que hacer los Hamilton padre e hijo, venidos de Stevenage, un pueblo de 60 mil personas a casi 50 kilómetros de Londres, entre todos ellos, dignatarios del automovilismo mundial?
A una hora en la que largamente había excedido el momento cotidiano de irse a la cama, mientras los invitados todavía estaban arribando a sus mesas, Lewis fue convocado al estrado a recibir su galardón como promesa del automovilismo británico. Villeneuve, que dos años más tarde se consagraría campeón mundial de Fórmula 1, no podía saber a quién le estaba entregando la distinción. Muy pocos le prestaron atención a ese momento, pese al mérito del chico, campeón de la clase Cadete con 10 años contra rivales dos, tres o cuatro años más grandes.
Cuando su grado de emoción bajó a niveles normales, Anthony Hamilton divisó a Dennis en una de las mesas preferenciales
-Lewis, andá y decile que un día querés correr para McLaren, ¿te animás?- le comentó a su hijo.
Si tenía aspiraciones para convertir a su hijo en profesional, en cambio no tenía los medios para hacerlo.
Anthony sabía que el denodado esfuerzo que hacía para cubrir los gastos de la incipiente carrera de su hijo, desplazándose además por todo el país para llevarlo a competir, no podía durar. En un momento había llegado a tener hasta cuatro empleos simultáneos para sostener a su familia y las demandas deportivas: ya lo había hecho durante tres temporadas.
Envuelto en un smoking a medida, resuelto y decidido, Lewis se atrevió.
-¿En serio?-reaccionó divertido Dennis- ¿Qué edad tenés?
-Diez años.
-¿Diez? Bueno, hagamos una cosa: vení a verme dentro de nueve años -cerró la charla el manager mientras firmaba una servilleta a modo de compromiso y se la entregaba.
Nueve años eran demasiados, pensó Anthony. Pero ni él ni Lewis tuvieron que esperar tanto. A fines de 1996, Dennis concurrió al cierre del campeonato de karting "Campeones del futuro" que McLaren auspiciaba en busca de talentos. No se sorprendió cuando el niño que se había consagrado lo llamó por su nombre de pila, Ron. Lo había conocido en una entrega de premios, en Londres, menos de un año antes.
Cuando en diciembre de 1997, en una nueva entrega de premios, se cruzó nuevamente con el joven Lewis, que ya tenía 12 años y había conquistado su tercer título consecutivo en karting, decidió que no esperaría más. Unos días después, Anthony Hamilton recibió "la llamada". A partir de la temporada siguiente, contrato mediante, McLaren se haría cargo de los gastos que ocasionara la carrera deportiva de Lewis.
Una década después, tras más títulos en karting, Fórmula Renault (2003), Fórmula 3 (2005) y GP2 (2006), Hamilton debutó en Fórmula 1 corriendo para McLaren… En 2008, trece años después de aquella noche de galardones, Hamilton le dio un nuevo campeonato mundial a McLaren, el primero de sus cinco halagos. Todo había empezado aquella noche...
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