Diego Simeone nunca se escapó de la escuela porque prefería la adrenalina de afrontar un examen sin haber estudiado lo suficiente. No cae en tentaciones porque desconfía de los caminos despejados. Ante la duda, siempre, pero siempre, lo que cueste más. "Está claro que a mí no me conforma nada. Nada me conforma", asume sin complejos. Esa insatisfacción es su combustible. No sobreactúa, es el secreto del éxito a la vista de todos.
Agita los brazos como aspas. Enfatiza, cuestiona, interroga. Se tira hacia atrás, sobre el respaldo del sillón, pero apenas es para tomar impulso porque vuelve a eyectarse. Se zambulle en el debate. Simeone toma decisiones y se somete a sus consecuencias. Nunca le teme a esa mecánica de exposición. Pero desde que recuperó la gimnasia de cambiar pañales con Francesca y con Valentina, le agrada más vivir en su caparazón. Anda por los 49 años. Es muy perceptivo y no intuitivo, puede discutir durante horas sobre las diferencias.
Simeone es creyente, tiene un diálogo poco ortodoxo, pero muy intenso con Dios. Si lo presionan se endurece. También se enfurece, sí. Y se encapricha. Las situaciones de confrontación le agradan porque, si lo critican, exige argumentos. Y es capaz de crear una atmósfera aún más incómoda. Le duele mucho la mentira porque sabe que tiene un efecto más profundo que la desmentida. Siente que en las dificultades resuelve mejor. Piensa mejor y es más justo. En las victorias ya sabe que se equivoca, porque se precipita y se pone nervioso. Las debilidades lo mantienen alerta.
El fútbol cruza su vida. Por eso, no lamentó perderse el viaje de fin de curso de séptimo grado porque primero estaban los partidos con las inferiores de Vélez. Por eso, en su casa del barrio madrileño de Salamanca hay pizarrones con fichitas con abrojo hasta en el baño. Por eso, hay tres equipos que no dirigirá en su vida: Brasil, Independiente y Real Madrid. Lealtades y pasión. Pero, ¿qué sabemos en realidad de Simeone? Tiene cábalas, aunque prefiere camuflarlas como rutinas cotidianas. El traje debe ser azul, gris oscuro, negro o celeste. Cuando está concentrado con el plantel, cada día empieza igual: se levanta y sale a correr sin desayunar; luego se baña y de inmediato llama por teléfono a Carla, su mujer. Si está por volar, antes toma un café. Nunca en vuelo. Sabe que nada de esto influye en el juego ni en el resultado, pero esas rutinas endulzan la espera.
Cuando hablamos de él, nos referimos al futbolista exuberante y prepotente que parecía tallado para las peores batallas. O al entrenador exigente que demanda esfuerzo hasta la inmolación. O al gerente de recursos que es la envidia de los empresarios y el líder motivacional que imitan los políticos. En definitiva, se trata del hombre que detesta la indiferencia y tozudamente busca acorralar al azar para hacerle entender quién manda.
–¿Cuando das una charla ante un auditorio con empresarios o políticos, ¿qué creés que esperan de vos?
–No lo sé, no estoy en el lugar del otro. No me detengo a pensar qué piensan los demás de mí. Frente a mis jugadores, y cuando me toca ir a algún lado a dar una charla, busco ser genuino, transparente. Pasional. Trato de transmitir lo que siento.
–Completá la frase: Los argentinos somos…
–Los argentinos estamos llenos de cualidades, pero no sabemos jugar en equipo. Buscás por el mundo y descubrís artistas, científicos y deportistas destacados. Podés buscar en el área que prefieras y siempre encontrarás a argentinos que brillan. Entonces, evidentemente, lo que siempre nos ha costado, y nos está costando mucho más en esta última década, es armar equipos de trabajo.
–¿Nos boicoteamos?
–No sé si esa es la palabra. Es que no logramos ver en los demás nada, vemos solo para adentro. Somos así. Y yo soy argentino y posiblemente también sea así. No me excluyo. Intento, dentro de mi grupo de trabajo, ser lo más abierto y darles lugar a todos, más allá de que finalmente decida yo. Siempre intento que seamos un grupo de trabajo, y así llevamos juntos 13 años. Y lo que vos ves en el fútbol creo que es un reflejo de nuestra sociedad. En Europa hace años que me preguntan, y que no se explican por qué no, somos una potencia. Se refieren al país. Y la explicación es esta: porque individualmente somos talentosos, creativos, fuertes, valientes, pero… No vemos al de al lado como a un hermano.
–Egoístas, buscamos salvarnos solos…
–Esto de no compartir nada con el otro incluye un montón de sinónimos. Y la realidad te muestra que uno por uno somos buenos. Vuelvo, repasá: en el cine, en los deportes, en las ciencias exactas, en la medicina… Escuchás a cada uno, individualmente, y te emocionan, pero después… Formar un equipo, un colectivo... Imposible.
–La Generación Dorada del básquetbol te desmiente.
–¡Ahí tenés! Una magnífica excepción. Claro, ellos fueron un equipo. Y trascendieron. El River de Gallardo, para volver al fútbol, y más allá de los cambios generaciones y de las ventas que impone el mercado, mantiene un estilo, mantiene un perfil que lo define como un equipo. Tiene un patrón. Van para un lado. Después, ganarán una copa más o una copa menos, pero vos ves que los tipos no ceden en su búsqueda. Y eso los vuelve uno de los mejores equipos de Sudamérica.
–Transmitir una marca debe ser el desafío más difícil para un entrenador. Si alguien ve un equipo tuyo, pero sin saber que es tuyo, ¿se da cuenta?
–Tenemos un estilo muy definido, que lo hemos podido desarrollar en algunos lugares más fuertemente. En Estudiantes se desarrolló muy bien, por las características de los jugadores y también por la historia del club, que se acercaba a nuestro sentimiento por el juego. Y en este Atlético de Madrid, también. Considero que la esencia del equipo es reconocida por todos, desde un chico, un empleado del club o un hombre mayor, todos ellos saben que van a ver un equipo fuerte, intenso. Esa esencia hay que moldearla y cuidarla, y la esencia no tiene nada que ver con el juego. Incluso, con mejores jugadores tampoco debemos cambiar la esencia ni las formas, pero sí potenciar la propuesta con esos jugadores.
–¿El entrenador está obligado a responder a la esencia del club?
–Cuando los entrenadores llegamos a un club, necesitamos entender su historia. Si no la entendemos, estamos destinados a pasarla peor que mejor. Si yo no siento esa esencia, no voy. Desde el momento que acepto ir, lo más sano y lo más noble del entrenador es preguntarse: "¿Cuál es la historia de este club?". E ir moldeando tu estilo de juego a la historia de ese club, sin dejar de ser vos, desde ya. El Ajax tiene una escuela definida. El Barcelona la tiene, Juventus también. Y el Atlético de Madrid, también. El [Real] Madrid, no. Porque alterna en base al talento sus distintas formas de presentarse. Y hay equipos que están naciendo, como el [Manchester] City de Guardiola, que no tiene historia, pero sí está de a poco encerrándose en lo que Guardiola le está marcando como camino. Y, tal vez, en 10 años digamos: "El City juega de determinada manera". Habrá que ver si post Guardiola viene alguien que le haga cambiar lo que le está proponiendo él. Pero claro que es importante manejar la historia del club; los hinchas necesitan ver lo que les resulta familiar, y para los futbolistas es más fácil acercarse a lo que el club les pide cuando el club tiene definida su historia.
–¿Se puede enseñar a ganar? ¿Se puede entrenar una mentalidad ganadora?
–No, se lo prepara para ganar. Bueno, no sé si la palabra es ganar… Se lo prepara para competir. Intentamos ir formando jugadores. Hoy tenemos un cambio generacional importante en el Atlético de Madrid y hemos ido preparando a los Giménez, a los Saúl, a los Koke, a los Tomas, a todos esos chicos que fueron construyendo con nosotros el imprescindible recambio generacional. Ojalá ellos puedan seguir transmitiendo lo que sus compañeros, como líderes, les traspasaron. Ahora, ellos van a tener que asumir el liderazgo. Ya no se trata solo de acompañar, sino que les tocará conducir. Y eso sí se prepara.
–¿Cómo?
–A través de las formas de entrenar, que no se negocian. Porque evidentemente lo que te acerca a poder competir bien es tu forma de entrenar. Que no sea un paso por el entrenamiento, sino que mande el deseo de querer crecer en el entrenamiento desde lo técnico, lo táctico y lo físico. Esa insistencia del entrenador, que no les des espacio para la relajación, fastidia a los jugadores, pero con el tiempo los hace crecer. Mecanizar formas de entrenar te genera un automatismo que, después, vas solo.
–¿Quién te fastidió a vos?
–Y… Bilardo fue un entrenador intenso, que no te permitía ni un espacio de relajación. Desde ese perfil de entrenadores, nosotros intentamos generarles esa competencia interna a los jugadores. Si competís bien internamente, estás mejor preparado para competir para afuera.
–Destacás que la intuición es una de tus virtudes. ¿Por qué?
–Eso viene, se tiene. No se estudia, no se aprende. La sensibilidad es una parte muy importante en los entrenadores, para percibir en la cotidianidad que necesita uno y que necesita otro.
–¿Es muy desgastante ese ejercicio?
–Es una elección. A mí me gusta tener esa conexión con los jóvenes que quieren aprender. Me gustan los rebeldes, los que son más difíciles de negociar, porque es un desafío cambiarles la cabeza para que crezcan en la vida. Porque en la cancha te comportás como en la vida: el egoísta y el generoso son el mismo adentro y afuera. Si vos desde lo laboral vas creciendo, madurando, en tu vida te va a pasar igual. Hay futbolistas que con el tiempo se te acercan y te dicen: "Gracias, porque no solo fue una ayuda futbolística, sino que influyó en cómo vivir la vida". Siendo comprometido, dando todo, respetando al otro, porque esos son los valores que te sostienen. Para eso el conductor debe ser genuino, y debe entender que no siempre tendrá la razón.
–Siempre hablás de la importancia de gestionar emociones. ¿Puede ser la diferencia entre ganar y perder?
–Hoy, todos los futbolistas se han emparejado muchísimo. Salvo Messi y Ronaldo, los demás se han emparejado más y más. Después de ellos, viene la otra línea, Neymar, Hazzard… Son todos muy parejos. No tengo ninguna duda de que su predisposición a mejorar, sus ganas de comprometerse, su pasión por sentirse involucrados con lo que están haciendo, hacen esa pequeña diferencia.
–Entre las virtudes técnicas, la capacidad táctica y la fortaleza atlética, ¿dónde ubicás a las emociones?
–Ocupan la misma línea de importancia que la preparación física y la táctica. Las emociones son el aspecto más difícil de gestionar para los entrenadores, porque todos los jugadores son importantes, todos quieren jugar, todos tienen egos y, desde tu lugar, tenés que combinar todas esas sensaciones para que convivan sin desenfocarse del objetivo al que quieren llegar. ¿Qué es lo que los hace juntarse? Ganar. Nunca ves que, en un equipo que pierde, se vayan a comer todos juntos. Arman comidas los equipos que ganan. Pueden armar una comida cuando pierden, pero para volver a ganar. Pero si vuelven a perder no se vuelven a juntar. ¿Nos juntamos para ver si perdemos de nuevo? No, no, nadie se vuelve a juntar.
–¿Qué técnico te imaginás que será Germán Burgos el día que se vaya de tu lado?
–Germán está en el proceso previo a entrenar. Ya son casi ocho años juntos, él como segundo entrenador, y me imagino que en su interior, porque todavía nunca lo hemos hablado, cada día se está acercando a ese momento de liberarse, con la ilusión de hacer su camino.
–¿Cuánto te ayuda?
–Tiene una capacidad enorme. No es fácil acompañar y sostener tanto tiempo a una persona, que es lo que él hace conmigo. El suyo es un lugar complejo, hay que entender el lugar que tenés, y él lo sabe muy bien. Él y Nelson [Vivas]… Nelson ya ha dirigido y Germán está en camino de hacerlo.
–¿Cómo analizás el fenómeno del fútbol femenino?
–Maravilloso. Es un crecimiento enorme, fantástico, maravilloso. Les da a las chicas la posibilidad de desarrollar un juego en el que durante mucho tiempo les costó posicionarse.
–Y cuando las ves jugar, ¿cuál es tu evaluación?
–Juegan bárbaro. Veo técnica, calidad. La única diferencia que hay es la fortaleza física, y esa diferencia estará siempre. Pero desde la calidad y la técnica veo detalles maravillosos y, con el tiempo, nos habituaremos a Mundiales fantásticos. Tienen talento, tienen creatividad. Al acercarte a las mejores versiones de Estados Unidos, Holanda o Suecia, por ejemplo, cuando una chica controla y no le mirás la cara, es un pibe.
–¿Qué opinás del VAR?
–Me gusta. De a poco nos vamos adaptando, y si bien tiene que ser ayudado, no tengo dudas de que va a mejorar el día que no lo manejen los árbitros que son consecuentes con sus pares. Los que están en el VAR tienen que ser exárbitros, no pueden ser pares de los que están dirigiendo en la cancha. Porque puede generar la sospecha de "yo no te expongo, vos no me exponés". Con gente que ya no dirige sería mejor, porque si te equivocás, te saco y pongo a otro, total hay un montón de árbitros. ¿Ayuda el VAR? Ayuda. ¿Perjudica más a los grandes o los chicos? A los grandes, porque vos antes ibas a la cancha del Madrid, del Barcelona o del Atlético de Madrid y se caía un rival en tu área y no pasaba nada; ahora, al menos, están obligados a ir a revisarlo. Y si no cobran penal, bueno, todos nos damos cuenta de que no te lo quisieron cobrar. Nos vamos todos diciendo que el árbitro lo vio, el VAR lo vio… y todos vimos que fue penal.
–Sos hincha de Racing y tardaste 31 años para verlo campeón. Ahora se consagra cada cinco años…
–Hay un trabajo de la dirigencia. Le dieron estabilidad al club, y va más allá de que hayas ganado o perdido, porque no siempre vas a ganar. Por lo que me cuentan, porque he preguntado, [Diego] Milito está haciendo un trabajo extraordinario. Han venido entrenadores con entusiasmo, y se han ido en el momento justo, cuando se han tenido que ir. ¿A qué me refiero? A que no se han ido peleados. Ahí está el caso de [Diego] Cocca, que se fue tras ganar, y pudo volver, y salir nuevamente. Yo digo que cómo se termina yendo de un club la gente importante que ha pasado, habla de la madurez emocional de ese club. Cuando un club está en estado licuadora, todos se van pelados, y eso habla de un club sin estabilidad. Pero de Atlético se va [Diego] Godín y se le hace un homenaje, lo mismo con Fernando Torres… Eso habla de un club fuerte, que está creciendo. Y va más allá de que el club esté o no de acuerdo con la persona que se está yendo. Y Racing ya está transitando por ese camino.
–Nombrás a Torres, a Godín… ¿Por qué no a Antoine Griezmann?
–Porque no estuvo el mismo tiempo. Lo suyo fue significativo desde lo deportivo. Los otros, de otra manera, han marcado a fuego el corazón de los hinchas del Atlético. Los números de Antoine son tremendos: en cinco años se metió entre los cinco máximos goleadores de la historia del club. Cuando me vino a hablar de su salida, yo ya lo intuía. Creo que buscó el momento más adecuado en su búsqueda de seguir mejorando; es joven, tiene talento, es un chico extraordinario al que quiero mucho. Y la mejor manera de mantener este afecto es desde el respeto. Entiendo que los otros también tienen necesidades. Mientras los otros tengan necesidades que no alteren las mías, va genial. Si el que se queda altera las mías, quizá ya no terminamos como amigos.
–De Atlético de Madrid, se marcharon Godín, Juanfrán, Filipe Luis, Lucas Hernández, Rodri, Griezmann... ¿Podrá seguir siendo un equipo "molesto", como te gusta calificarlo?
–Debemos ser realistas. Será un momento de renovación, se fueron líderes importantísimos dentro del equipo, y digo del equipo y no del plantel, es decir, tipos que jugaban todos los domingos. Vamos a tener que reinventarnos, y para reinventarnos vamos a tener que pensar solamente en el día a día. Siempre pensamos así, es cierto, pero quizás en el tiempo eso se fue desvaneciendo, por eso ahora tendremos que redoblar nuestra filosofía. Adelantarnos a decir que en el próximo campeonato vamos a pelear el título sería apresurado.
–Ya no son el "equipo del pueblo" como alguna vez sostuviste…
–No, ya no. Hoy tenemos un estadio extraordinario, el año próximo vamos a inaugurar una ciudad deportiva a la altura de lo que el club se merece… Recién ahora el club está paralelo al crecimiento del equipo. El crecimiento del equipo fue demasiado rápido y el club no lo podía acompañar. Pero ahora, con una gestión muy buena, hay un estadio, grandes instalaciones, podemos comprar a los Lemar, a los João Félix… Aspiramos a construir jugadores desde los 21 y 22 años, desde Giménez y Koke, para que años después sean los Griezmann y los Oblak. Porque cuando llegó [Jan] Oblak no era éste, no era el mejor arquero del mundo. Cuando llegó Griezmann, no era delantero, era un carrilero por izquierda, y cuando lo ponía de punta me decían: "Sacalo que este chico vino para jugar por afuera". Como va a jugar por afuera, les decía, si es chiquito, rapidito, tira buenas diagonales, cabecea, tiene tiro de media distancia, rompe líneas... ¡Cómo va a jugar por el costado!
–Si un día, desde la AFA, alguien te pidiera un consejo refundacional para el fútbol argentino, ¿qué responderías?
–Es muy amplio. Voy a anclar solo en un punto. Cuando empezó [Daniel] Passarella, construyó una época. Empezó en el Preolímpico de Mar del Plata, siguió por los Juegos llevando a tres muchachos más grandes… Juntó a un grupo y nos dijo: "Vaya como vaya, son ustedes". Esa camada del Preolímpico, sus chicos que conocía desde River, y algunos mayorcitos más. Lo que creo es que con [Lionel] Scaloni o con el técnico que asuma, ése deberá tener una vista global, deberá detenerse en todo el trabajo formativo. ¿Por qué? Porque los de 17 y 18 son los que mañana jugarán en la Selección mayor. Se te van a ir a los 20 si son buenos, es verdad, pero los vas a volver a encontrar cuando los llames a la mayor. El trabajo de un seleccionador es estar pendiente de ellos, aunque esos chicos, desde ya, también tengan un técnico para su categoría. Pero el entrenador principal debe estar valorizando y supervisando a todos esos chicos.
–Mirás fútbol argentino. A River, a Boca, a Racing… ¿También al Vélez de Gabriel Heinze o a Defensa y Justicia cuando estaba Sebastián Beccacece?
–Sí, sí, los veo a todos. Hay un crecimiento enorme de los entrenadores argentinos, porque el trabajo con los chicos no es fácil. Es muy difícil trabajar en Argentina, porque el material son los chicos o los muchachos más grandes que regresan; la generación del medio ya no está. Es muy complejo, y el trabajo que se ve de Heinze y los que vos nombraste, más Gorosito y este último envión en Tigre, es riquísimo. Yo noto en ellos que hay una propuesta diferente, hay una búsqueda: salir de manera organizada, presionar en sectores determinados, presionar la pérdida de la pelota, se ve, lo noto. Por supuesto que a los chicos más queridos los sigo más. Y los veo bien. El entrenador del fútbol argentino, cuando llega al fútbol europeo, tiene muchas posibilidades de que le vaya bien.
–¿Se inserta mejor en Europa el entrenador argentino antes que el futbolista argentino?
–Seguro. Seguro. Seguro. Porque acá el entrenador tiene más dificultades y el jugador dispone de menos herramientas. La adversidad lo hace mejor al entrenador. Y el futbolista, al disponer de menos herramientas, allá llega y se descubre en desventaja cuando se compara con los demás jugadores. Se encuentra con colegas que van a otro ritmo.
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