Según una investigación de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (Fifpro) el 38% de los jugadores sufre depresión o problemas psicológicos
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“Me sentí solo, totalmente incomprendido. Los momentos en los que me sentía importante, cuando luchaba por un puesto y compartía un vestuario, ya no estaban. Fue ahí cuando comencé a sentir un vacío enorme. El teléfono ya no sonaba, y estaba latente esa sensación de sentirme grande cuando en realidad aún era joven. El final es lo más triste porque a todos nos preparan para jugar, pero nadie nos prepara para el retiro”. La confesión, melancólica y cruda, es del exfutbolista y actual entrenador del AEK de Grecia, Matías Almeyda (48), haciendo referencia a la primera vez que se retiró.
A los jugadores de fútbol nadie les avisó que el día después del retiro del fútbol nada sería fácil. Hasta que les llega el momento donde ir en contra del tiempo es imposible. Muchos consideran que entre los 30 y 40 años se vive la mejor etapa de la vida, ya que allí se logra encontrar el equilibrio perfecto entre la juventud y la experiencia; pero para un selecto grupo de personas esa es la edad en la que, siendo aún jóvenes, ya son “jubilados”.
Los futbolistas comienzan sus carreras a muy temprana edad, y correr detrás de una pelota es lo que hacen durante gran parte de su vida. Los entrenamientos por las mañanas, las siestas necesarias por las tardes, y los fines de semana de competencia forman parte de la rutina de su trabajo. Sus vidas están rodeadas de éxitos y fama, pero también del olvido. Cuando la pelota deja de rodar, el vacío es enorme y nadie los prepara para el día después, un tema del que no quieren hablar. Ser fuertes mentalmente y tener un proyecto a futuro ayuda a que el retiro sea lo menos cruel posible.
"El final es lo más triste porque a todos nos preparan para jugar, pero nadie nos prepara para el retiro"
Matias Almeyda
“Estaba perfecto físicamente, podría haber seguido jugando un tiempo más en algún club de primera, pero ya venía procesando mi retiro y tener el proyecto de la panadería francesa me ayudó a tomar la decisión”, comenta Renato Civelli (38), exfutbolista y actual empresario gastronómico.
Para empezar una nueva etapa es necesario cerrar otra, y es allí donde los botines se cuelgan y la vida deportiva les saca tarjeta roja. Cuando el árbitro da el pitazo final, las luces se apagan y los aplausos se esfuman. Nadie sale indemne de eso. Por más organizado y bien planeado que esté el retiro, siempre se trata de un acontecimiento traumático, y la posibilidad de hundirse en graves problemas de salud está latente.
Según una investigación de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (Fifpro) el 38% de los jugadores sufre depresión o problemas psicológicos, sobre todo aquellos que atravesaron lesiones graves. Éste mismo ente, en 2020 dio a conocer que como consecuencia de la pandemia de Covid-19 se incrementó el porcentaje de síntomas relacionados con la depresión o la ansiedad ante la falta de competencia deportiva. De los futbolistas retirados, el 28% tienen problemas para dormir. La depresión y la ansiedad afectan al 13%.
Matías Almeyda fue uno de los tantos casos conocidos de depresión en el fútbol: “Cuando debutás en primera todos te conocen, te felicitan, pero cuando llega el día del retiro todo eso desaparece. El final es lo más triste, te sentís menos querido, menos lindo, más chiquito. Algunos lo pueden expresar y otros lo canalizan por lugares donde no deben. Cuando abandoné el fútbol por primera vez, entré en una depresión de la cual me costó salir”.
Otro caso similar fue el de Jorge Acuña (58), campeón de la Supercopa de 1988 con Racing. Cuando Jorge se retiró pasó seis meses encerrado en su casa sin saber qué hacer con su vida. “Yo no sabía trabajar de otra cosa, sólo sabía ser jugador de fútbol, había corrido gran parte de mi vida detrás de una pelota. Mi mujer me decía que saliera, que buscara trabajo, pero yo no sabía qué hacer”. Esos meses fueron muy duros, tan complicados que atravesó una depresión silenciosa. “Cuando iba a una cancha de fútbol a ver un partido me largaba a llorar, me hacía tan mal no verme ahí adentro que me levantaba de la platea y me volvía a casa”, confiesa.
De los futbolistas retirados, el 28% tienen problemas para dormir, y la depresión y la ansiedad afectan respectivamente al 13%.
Para aquellos que se retiran, es muy difícil volver a llenar el vacío que el fútbol les deja. El hecho de salir en los medios, la popularidad, no tener que hacer largas filas en un banco, son particularidades con las que conviven. Pero de un día para el otro, todo eso se acaba. “De repente dejás de ser quien eras y pasás a ser otra vez un tipo común, como lo eras antes del debut. Pero si tu cabeza no lo tiene claro, lo sufrís”, dice el exdefensor de Boca Juniors Juan Simón (62).
Sergio Goycochea (58), exarquero de la Selección Argentina, también reflexiona sobre su etapa final como jugador: “Siempre tuve en claro que mi carrera tenía un final, hay una cuestión de edad que no podés evitar. Vos te podés preparar, pensar, pero cuando te sentís un exjugador lo sufrís. Nunca vas a estar preparado para esa sensación de no volver a jugar más profesionalmente”.
Hasta hace pocos años hablar sobre el retiro era un tema prohibido, una realidad que todos barrían debajo de una alfombra. “Siempre el retiro del futbolista fue un tema tabú, tomar la decisión de dejar el fútbol conlleva una gran carga y conozco muchos colegas que la pasaron mal y necesitaron ayuda. En mi caso particular me fui preparando, esos seis meses previos al retiro me sirvieron para pensar qué me gustaría hace en el post carrera”, explica el exfutbolista y actual vicepresidente del Inter de Milán, Javier Zanetti (48).
“Yo me retiré a los 37 años”, comparte Pablo Lugüercio (40). Y agrega: “Podría haber jugado un poco más. Tenía a todos diciéndome que siguiera sin pensar si eso era realmente lo que yo quería. A muchos futbolistas les pasa que el deseo de la gente está por encima del suyo”.
El exdefensor Rolando Schiavi (49) supo contar que en su época en Boca Juniors en las concentraciones siempre se juntaban entre compañeros a charlar en las habitaciones. Pero nadie hablaba del retiro. “Nunca me pasó de estar charlando y preguntarnos qué íbamos hacer el día de mañana. Se vivía el momento y ninguno se ponía hablar de lo que iban a hacer el día que dejaran el fútbol. Cómo la rutina iba tan rápido, no podías frenar, ni pensar” confiesa Schiavi.
“En mis tiempos de jugador no pensábamos en el mañana. Nuestra cabeza estaba metida 100 % en el entrenamiento del día y en el partido del domingo”, responde Oscar Ruggeri (60) campeón del mundo en México 86 con la Selección Argentina. “Me tocó experimentar el retiro de distintos compañeros, pero nunca llegabas a entender lo que les pasaba por la cabeza. Retirarse en mi época era mucho más complicado porque los caminos que tenías eran pocos: DT o ayudante”, recuerda Sergio Goycochea.
"Nunca vas a estar preparado para esa sensación que te genera el hecho de no volver a jugar más profesionalmente"
Juan Simón
Marcelo Roffé (54) es psicólogo deportivo y especialista en el tema. Trabajó en grandes clubes como Ferro y Lanús, entre otros, y en las selecciones de Argentina y Colombia. Admite que el día después del retiro es un tema del que siempre costó que se hable. “El retiro siempre fue un tema tabú. Ahora creo que con todos los libros que salieron hablando de esto, sumado a cómo el futbolista ha ido madurando y expresándose con libertad, hablando de las cosas que le molestan, ayudaron a que la inclusión del psicólogo en el fútbol sea necesaria”, comparte. Y agrega: “El fútbol es reacio a los psicólogos porque parecería que a muchos de los que tienen poder no les interesa que el jugador piense. Dentro del futbol profesional, en la Argentina sólo el 20% cuenta con un psicólogo deportivo dentro del equipo de trabajo”.
Los expertos dicen que la edad recomendable para que el futbolista comience a preparar su retiro es a los 21 años. Esa es la etapa donde el psicólogo y el cuerpo técnico los ayudan a formarse como personas, sabiendo incluso que sólo el 2% llega a primera división.
“Nadie está preparado para el retiro, por más que seas inteligente y sepas lo que viene, igual vas a tener que sobrellevarlo de la mejor manera posible. En mi época no había contención ni por parte del club, ni por parte del gremio. Sólo estaba la familia”, sostiene Enrique Hrabina (60), exjugador de fútbol que brilló en Boca entre 1985 y 1991.
Los expertos dicen que la edad recomendable para que el futbolista comience a preparar su retiro es a los 21 años, sabiendo que sólo el 2% llega a primera división
“El jugador de mi época no podía llorar, no podía sufrir. Tenía que ser hombre y resolver las cosas solo. No existían los psicólogos que trabajaban para los clubes. Además, si tus compañeros se enteraban de que ibas al psicólogo el vestuario era una fiesta, y ni te cuento si se enteraba tu rival del domingo”, explica Ruggeri.
Hoy, el concepto ideal, según los especialistas en el tema, es que ya en juveniles el jugador pueda tener otro oficio, además del fútbol. Esto ayuda a que cuando llegue el día después, todos puedan tener una salida laboral y logren sentirse importantes, útiles y a gusto.
El exfutbolista Leandro Talamonti (40) tuvo una brillante carrera por distintos clubes del fútbol local (Rosario Central y River entre otros) e internacional (Lazio y Atalanta). Y destaca el miedo que tenía a dejar el fútbol: “Mis temores no tenían que ver con qué hacer después del fútbol, sino en cómo me iba a sentir sin el fútbol”.
Una vez que el futbolista se retira, suele perder el hábito que traía desde sus inicios. Los días suelen hacerse largos y no saben en qué ocupar tanto tiempo libre. El jugador viene acostumbrado a que le digiten todo: los horarios de entrenamiento, las comidas, las vacaciones, los trámites. Pero cuando se retiran empiezan a disponer de tiempo que no saben en qué ocupar. Ruggeri, quién se retiró como jugador profesional en 1997, comparte: “El día después de mi retiro recuerdo que me senté en el sillón del living y mi familia me miraba como diciendo: ¿Qué hacés acá?. Iba para la cocina y me echaban al living, no encontraba un lugar en mi propia casa. Veía que mi mujer llevaba las nenas al colegio y cuando yo las acompañaba me daba cuenta de que había todo un mundo que nunca había visto”.
La familia y su rol clave
El rol de la familia es fundamental en este proceso. Cuando el jugador se retira, también se retira la familia y todos tienen que reinventarse. Por eso es importante que el entorno acompañe para que no se origine en el deportista una sensación de vacío, angustia y ansiedad. Además, la familia será fundamental en esta crisis de cómo llenar el tiempo en cuestiones enriquecedoras. El 70% de los jugadores quieren reinsertarse en el fútbol, y cuando se les pregunta por qué, responden que es lo único que conocen y saben hacer, es el ámbito donde se sienten a gusto, su zona de confort y donde tienen contactos, pero sólo el 5% logra reinsertarse en este deporte. La familia además debe contener emocionalmente al jugador y ayudarlo a encontrar un nuevo rol dentro de la vida cotidiana.
Andrea Ricagno es psicóloga deportiva y trabaja actualmente en Racing. Destaca que hay dos tipos de retiro: el voluntario y el forzado por lesión. El primero es cuando uno puede diseñar de qué manera prepararse para ese momento, haciendo una prevención, en función de eso tener todas las herramientas necesarias para enfrentar una nueva crisis vital. Para este caso se recomiendan mínimamente dos años de preparación que le permiten al jugador ir asimilando y planeando el retiro de a poco. Más de allá de esto, igualmente pueden aparecer estados depresivos. Algunos síntomas visibles que se pueden identificar en el deportista son: sufrir ciertas abulias, puede dejar de sentir placer por lo que hace, tiene apatía, nada los llena, empiezan a tener trastornos en el sueño y estados de angustias sumados a cambios en la alimentación.
La psicóloga de Racing destaca que es realmente importante y necesario que en la etapa de formación del futbolista se le comience a recalcar la importancia de planear con antelación su futuro, insistiendo en que finalicen sus estudios a través de un acompañamiento que le permita una mayor calidad de vida y en la que el deporte no sea su único rol.
Jorge Acuña aporta una mirada cruda de lo vivido tras dejar de ser profesional. “Yo nunca tuve un plan B para después del fútbol, en mi época no existían los psicólogos deportivos ni nadie que te hablara del retiro. Nunca nadie me dijo que mi vida iba a cambiar abruptamente y que tenía que ir a un psicólogo para prepararme o para entender que mi carrera se iba a terminar”, declara con desahogo.
El infierno después del retiro
El exjugador e ídolo de Huracán y Racing, Claudio Omar “Turco” García (57), fue un caso resonante. Después de retirarse buscó llenar ese vacío de la peor manera. “Cuando dejé el fútbol, a los 36 años, empecé a sentir que algo me faltaba. Me levantaba a las 7 y no tener la rutina que tenía como futbolista me hizo mal. Me empezó a cambiar la vida, todos los días me parecían iguales. No estaba conforme con nada. Por eso caí en la adicción. No lo justifico, pero tenía la necesidad de canalizar lo que me estaba pasando y busqué el peor remedio: la cocaína”, comparte.
Por un tema de prejuicio, a aquellos jugadores de la década del ‘80 les costaba pedir ayuda una vez retirados. No querían pedirle nada a nadie, tal vez por orgullo, o para no demostrar debilidad. “La gente vive del éxito, cuando ya no triunfás te quedás solito. Únicamente te queda tu familia, que es la que te banca. El fútbol, las instituciones, el gremio, nadie es solidario con el que deja de jugar. Hasta los amigos del fútbol, cuando necesitás algo de verdad, desaparecen. Mirá lo que le paso a Toresani”, acota Jorge Acuña.
Lo ocurrido con Julio Cesar Toresani (51) fue un caso emblemático, representa lo traumático que puede resultar un cambio de vida tan abrupto. El 22 de abril de 2019 todos los medios de la Argentina anunciaban que el Huevo, exjugador de Boca y River, se había quitado la vida en la sede de la Liga Santafesina de Fútbol, que era su lugar de residencia, debido a sus serios inconvenientes económicos, familiares y laborales. Sus allegados dieron a conocer públicamente que el exmediocampista atravesaba un cuadro depresivo.
La drástica determinación de Toresani no fue un hecho aislado en el fútbol. El 22 de Junio de 1984, tres años después de su retiro como futbolista profesional y víctima de un cuadro depresivo, Rubén “El Chapa” Suñé intentó suicidarse arrojándose del séptimo piso de su departamento en Pompeya. Milagrosamente, el ídolo xeneize salvó su vida, y cuando pudo hablar, confesó lo duro que había sido para él haber dejado de jugar.
Una vez que el futbolista cuelga los botines, no siempre tiene la posibilidad de seguir ligado al deporte que ama y que realizó durante gran parte de su vida. El abandono que sufren muchos cuando dejan de salir a la cancha y pasan al anonimato, lleva a que varios pasen por situaciones depresivas, las cuales sin acompañamiento son difíciles de superar. “Se deprimen porque no han podido desarrollar otra zona de interés a lo largo de su vida. Sólo el 13% recurre a una ayuda profesional previa al retiro. No pasa por el dinero que ganaron, pasa por qué hacer con sus vidas, cómo darle sentido y cómo reinventarse”, analiza Roffé.
¿Qué es el Burnout?
El Burnout es un estado en el cual el atleta pasa por un prolongado período de agotamiento físico y mental, profunda insatisfacción por su rendimiento, falta de motivación y apatía. Muy frecuentemente termina con el abandono temporal o definitivo de la actividad deportiva, a una edad en la cual todavía se puede alcanzar resultados importantes.
En el fútbol profesional se viene demostrando desde hace ya un tiempo que no sólo el físico es importante, sino que también la exigencia psicológica juega una carta fundamental a la hora de marcar la diferencia. Se ha perdido el enfoque de la diversión y cada día es más difícil para algunos vivir con la presión mediática que se tiene a su alrededor. Este síndrome, para los expertos en la materia, es muy fácil de observar y se denomina “Burnout”. Primero se sufre un cansancio emocional muy fuerte, y en algunos casos inexplicables, ya que son jugadores de alto rendimiento. Luego viene la desmotivación del jugador en la cual él mismo se consume físicamente con la posibilidad de que quiera dejar el deporte. En general, se sufre un bloqueo psicológico que a veces es muy difícil de cambiar.
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