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Detrás de la FIFA: poder y corrupción bajo el paraguas de una ONG
En 2014 tuvo ingresos por US$ 2096 millones y pagó impuestos por 36,2 millones; números de un negocio incalculable, sin controles
Nadie sabe con certeza el dinero que ingresa en la FIFA. No hay un órgano estatal que la supervise. Se escuda en su carácter de "organización internacional no gubernamental sin ánimo de lucro" bajo el cual está inscripta en Zurich.
Al amparo del paraguas de una ONG, la entidad que desde 1998 encabeza Joseph Blatter construyó una insospechada trama de poder y corrupción. Son 209 las asociaciones nacionales afiliadas, en no pocos casos representadas por dirigentes denunciados judicialmente por el anormal desempeño de sus cargos. En 2014, el pago anual de sus ejecutivos totalizó 39,7 millones de dólares. Nadie sabe cuánto cobró el presidente; sus ingresos serían ampliamente superiores al millón que dejó entrever.
Sí se sabe que João Havelange, a quien sucedió Blatter, aceptó alrededor de 40 millones de dólares para influir en la asignación de contratos de comercialización de la Copa del Mundo.
Las cuentas son simples: la conducta delictiva del dirigente brasileño le permitió ganar, al frente de una entidad "sin ánimo de lucro", más que los 36,2 millones de dólares que la FIFA pagó en impuestos en 2014, tras haber declarado ingresos por 2096 millones de dólares. Los pagos a Havelange se canalizaban principalmente a través de la empresa de marketing vinculada a la FIFA que quebró en 2001: ISL, con sede en el cantón de Zug.
La investigación efectuada entre 2011 y 2013 encontró al brasileño responsable de aceptar sobornos. Nunca tuvo castigo en los tribunales. El caso se archivó a cambio de cinco millones de euros. La FIFA también cerró el expediente, "sin necesidad de procedimientos contra otros funcionarios", acaso inspirada en "los valores humanitarios" que debe promover desde el fútbol.
El declamado objetivo de "reforzar la estructura de gobierno y mejorar la confianza y la reputación de una organización sin parangón como la FIFA", según enunció en 2012 el suizo Doménico Scala, a poco de asumir al frente de la Comisión de Auditoria y Conformidad, chocó con la realidad. A mediados de diciembre último, el ex fiscal federal de los Estados Unidos Michael J. Garcia renunció a la presidencia del Órgano de Instrucción de la Comisión de Ética. El abrupto final de su tarea como investigador independiente de los sobornos pagados para llevar el Mundial a Rusia y Qatar escondió su verdadera conclusión. La dedujo The New York Times: "La FIFA es incapaz de reformarse a sí misma".
Garcia puso fin a dos años de trabajo durante los cuales algunos de los mismos ejecutivos que habían aprobado su contratación y elogiado su informe de 430 páginas le obstruyeron testigos. Su documento, finalmente, no se publicó. El juez alemán Hans-Joachim Eckert, mucho más familiarizado con la política de la FIFA y a cargo del otro órgano de la Comisión de Ética, el de Decisión, archivó el expediente que le pondría nombres y cifras al escándalo.
No se descarta que ese informe haya llegado a manos de la fiscal Loretta Lynch, quien inició la investigación por fraude electrónico, blanqueo de dinero y extorsión, un escándalo ya bautizado el Mundial del Fraude.
En una presentación de 2011 sobre la FIFA, Transparencia Internacional apuntó: "Sin un proceso global que aborde todas las acusaciones del pasado, con consecuencias para quienes se hayan comportado de forma no ética y/o dado o recibido sobornos, los escándalos probablemente vuelvan a producirse". Se produjeron. Denunció, además, que no cumple con "los patrones de rotación establecidos para los principales cargos de las grandes empresas y organizaciones".
Integrante de la comisión de Gobernabilidad de la FIFA hasta su dimisión en abril de 2013, la canadiense Alexandra Wrage aseguró que su trabajo resultó totalmente inútil. "Casi tanto como un esmalte de uñas en un club de hombres chapados a la antigua", manifestó la fundadora y ex presidenta de Transparencia Internacional.
Entre los contratos bajo sospecha que últimamente suscribió la FIFA está el de comercialización de paquetes de entradas VIP para Brasil 2014, Rusia 2018 y Qatar 2022. Los derechos de un negocio increíblemente rentable fueron cedidos a Match Hospitality. La agencia fue creada por los hermanos mexicanos Jaime y Enrique Byrom, residentes en Manchester y amigos de Blatter, detalla Andrew Jennings, investigador de las oscuras transacciones de la FIFA. Philippe Blatter, sobrino del máximo dirigente del fútbol, es el CEO de Infront Sport & Media, uno de los principales accionistas de Match Hospitality. Esas agencias vendieron 290.000 paquetes para Brasil 2014 por valores que fueron de 700 a 49.000 dólares. Según Euroaméricas Sport Marketing, eso debería haber generado ingresos por 1200 millones de dólares. A cambio de la cesión de los derechos, más un porcentaje de la venta de los paquetes, la FIFA percibió 184 millones de dólares, según su último Informe de Finanzas.
En julio pasado, el británico Raymond Whelan, director ejecutivo de Match Hospitality, y el francoargelino Mohamadou Lamine Fofana, CEO de Atlanta Sportif Management, empresa que compró paquetes a Match Hospitality, fueron arrestados en Río de Janeiro, en pleno Mundial. Se los acusó de comandar una red ilegal de reventa de entradas con una utilidad de 100 millones de dólares para el grupo. Mientras sigue el proceso, en noviembre obtuvieron permiso para abandonar Brasil por tres meses.
No se descarta, asimismo, una evasión fiscal en escala internacional por la comercialización de los boletos VIP. Más aún, Jennings aboga porque la Justicia indague en las cuentas de los hermanos Byrom en el centro offshore de la Isla de Man o en Sotogrande, un resort de lujo en Cádiz, España. Propone, también, se consulte sobre la predilección por establecerse en Suiza de todas las empresas ligadas a Blatter. Es el caso de Infront Sport, con sede en Zug, el más notorio de los paraísos fiscales de ese país, que busca aprobar el marco legal para poner fin a una escandalosa impunidad.
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