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Demagogia con patas cortas
Vale preguntarse: ¿conviene hacer demagogia cuando se conduce un club de fútbol o una entidad superior, con el riesgo de no saber cómo resolver el problema, en caso de que la jugada no salga bien, por temor a la reacción de la gente con la que primero se buscó congraciarse?
Casos, con sus variables, sobran en el fútbol argentino. Le pasó a Daniel Angelici, después de florearse con Falcioni por Puerto Madero y anunciar que le renovaría el contrato. Días después, la Bombonera le explotó en la cara, debió ir a buscar a Bianchi (al que no quería) y ponerle la alfombra a Riquelme (al que nunca quiso). El "hay que saber escuchar a la gente" no fue creíble. Al poco tiempo, empezó con las chicanas para el DT y el N° 10. Lleva un año y medio conviviendo con intocables para el grueso del mundo Boca, pero incompatibles con su idea. ¿Valió la pena? No, más allá de algún aislado pincelazo de Riquelme. Boca perdió más de lo que ganó, muchos jugadores se fueron por no soportar el clima interno, hubo peleas, entredichos, caras largas, golpes bajos. Y lo más significativo: ¿el hincha, pese a haberle dado los gustos, tiene mejor imagen de Angelici que cuando asumió? Para nada.
Le sucedió a Racing con Mostaza Merlo, al que se recurrió por 3era vez, siempre bajo el resplandor del título ganado en 2001, luego de 35 años sin conquistas. Tras un buen comienzo en los últimos meses de 2013, la mano cambió, la estatua empezó a descascararse y el crédito a reducirse, llegando al extremo de depender de un resultado. Ahora bien, ¿cómo tomar esa decisión? ¿Cuál es el back up dirigencial para la ocasión, cuando este plantel ya se tragó a un histórico como Basile?
Le ocurrió a Julio Grondona con Maradona, al que, convencido de que era el mejor paraguas protector que tenía a mano, y pese a su discretísimo CV como técnico, le entregó el Rolls-Royce para el Mundial 2010, con Messi incluido. Se clasificó agónicamente y luego se despidió de Sudáfrica con una aplastante derrota, mostrando poca profundidad estratégica. Desde entonces, los Grondona (todos) son poco menos que mafiosos e ineptos para Maradona.
Lo de River tiene connotaciones distintas, pero arroja aristas inentendibles. El Rodolfo D'Onofrio que no deja pasar oportunidad alguna para arrojarle una zancadilla a Ramón Díaz, incluso nombrando otros entrenadores que le gustan, es más genuino que aquel que, por ejemplo, el 18 de septiembre de 2013, tres meses antes de las elecciones que obtuvo, decía en su cuenta de Twitter: "Nuestro técnico, Ramón Díaz, nunca debió haberse ido de #River. Será el entrenador en toda nuestra gestión". ¿Cómo se mide el respaldo? ¿En qué momento cambió radicalmente el pensamiento sobre el riojano? ¿Cómo explicar hoy, salga River campeón o no, otra reflexión de D'Onofrio en @Superclasicor9, del 19 de septiembre de 2013?: "En 2001 cuando llega Manuel Pellegrini, me indigné con Aguilar por no renovarle a Ramón".
River pelea por algo, Boca pelea puertas adentro, Racing pelea por no quedar entre los últimos y la selección sigue peleando, 24 años después, por volver a superar los cuartos de final de un Mundial. Está claro que la demagogia, con sus matices, puede tener patas cortas.
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