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Del Potro, otra vez frente al espejo: ¿seguir o entregar la bandera?
"Vuelvo porque me lo pidió mi hijo. Entendí que mi profesión ha estado ligada en los últimos años con lesiones y que formaba parte de mi progreso como persona y jugador. Muchos se habrán reído, muchos habrán disfrutado. Pero a mi no hay cosa que me haya hecho más fuerte que pasar por todas estas situaciones adversas. Que son mínimas. Algunos amigos con situaciones más graves me ponen de ejemplo y yo les digo que el ejemplo son ellos. Es mi manera de entender la vida: seguir y seguir. ¿Me puede pasar de vuelta? Sí, y no tengo miedo. Lo disfruto así".
Fernando Gago , que ya anda por los 33 años, acaba de emprender su enésimo regreso al fútbol, ahora en Vélez. De los deportistas argentinos de elite, es el que más se asemeja a Juan Martín del Potro en cuanto a infortunios con su físico: cuatro operaciones, tres por rotura de tendón de Aquiles. Una y otra vez las lesiones castigaron al futbolista, la última de ellas en el Santiago Bernabeu, en la final entre River y Boca por la Copa Libertadores 2018. Pero como buen quijote, no bajó los brazos. Soportando burlas inentendibles. Nada peor para un deportista que las barreras que imponen las lesiones.
El momento de la lesión ante Shapovalov
Nuevamente el nombre de Del Potro aparece en escena por estas horas. Casi que nos hemos acostumbrado a inquietarnos cada vez que hace un gesto de dolor dentro de la cancha. "¿Otra vez?", es la pregunta de rigor. Allá por octubre de 2018, la situación era parecida a la de ahora. Casi como si lo estuviéramos escuchando, como en aquella ocasión en que grabó el video sentado en un sillón, jugando nerviosamente con un almohadón, tras una nueva frustración por la muñeca izquierda, esa que lo llevó tres veces al quirófano y lo tuvo al borde del retiro. "Es un momento muy difícil. Siento mucha tristeza, es un golpe duro que me deja sin fuerzas anímicamente. Se me hace muy difícil volver a estar en recuperación, no lo esperaba", decía Del Potro tras la lesión en la rótula derecha sufrida en el partido con el croata Borna Coric en Shanghai.
Palabras que denotaban un estado de angustia y de bajón. De tiempos que parecían extirpados ya de su vida después de tantas penurias. Ese parate lo frenaba cuando tenía chances de pelear por el N° 1 del mundo a los 30 años y buscaba clasificarse para el Masters. Nos preguntábamos si Del Potro se pondría otra vez manos a la obra para torcer el destino o si entregaría la bandera de rendición después de tantos golpes a la mandíbula. Buscó la manera, no quiso operarse, eligió un tratamiento conservador, cambió de médico. Volvió antes de tiempo en Delray Beach. Paró. Regresó para probar en Madrid y ya fue más fuerte en el Masters 1000 de Roma, donde alcanzó los cuartos de final. Volvió a ilusionar, claro, porque siempre será un top. Y se ilusionó con la temporada sobre césped, donde siempre se sintió cómodo y en la que brotaron grandes resultados en su carrera. Con Wimbledon en el horizonte. Aún a sabiendas de que el pasto es el piso más traicionero en cuanto a patinadas. Quedó claro en Queen's ante Shapovalov.
Muchos se preguntaron qué sucedería si Del Potro volvía a sufrir una lesión que necesitara de un quinto paso por el quirófano. Operaciones que implican tiempos de rehabilitación, de reseteo de un cúmulo de situaciones a las que los deportistas no están ajenos, pero que invariablemente provocan fastidio, desilusión e interrogantes. Una rutina que desgasta mentalmente.
Una y otra vez Del Potro ha dado muestras de carácter. Dentro de la cancha y fuera de ella. En los últimos tiempos, el famoso video de comienzos de 2016, de cuando se entrena solo en una cinta en un día de lluvia y le envía un mensaje de agradecimiento a sus amigos de Tandil que lo bancaron siempre, sirvió como ejemplo de que si bien pensó en rendirse, encontró el impulso para volver y reinventarse. Una historia de superación de la que incluso se valieron colegas suyos, como Novak Djokovic o Stan Wawrinka.
El destino lo pone nuevamente frente a una encrucijada. Aquella primera operación, en 2010, podía ser un hecho aislado. Ahora debe focalizarse en una nueva intervención, a la que se someterá este sábado. La quinta. Rumbo a los 31 años y justo cuando se aprestaba a disfrutar de Wimbledon y apuntaba a llegar a un US Open (su torneo favorito) muy especial, a 10 años de la gesta frente a Roger Federer. Deberá ponerse frente al espejo y preguntarse: "¿Vamos de nuevo?". A través de los videos que subió a su cuenta de Instagram, queda claro que es cauteloso en cuanto al futuro. Habla primero de su salud personal, no del deporte en sí. Pero por lo pronto, se plantea la posibilidad de que el partido con Shapovalov pueda haber sido el último. No lo sabe en rigor. Y es entendible.
El ejemplo de Gago acaso le sirva como un impulso emocional en tiempos de toma de decisiones nada sencillas. Será más adelante, ya en plena rehabilitación y cuando vea si su cuerpo le transmite señales de que está dispuesto a afrontar una nueva batalla. Pero atención, sin soslayar que hay luchas que no son eternas. Les pasó a otros futbolistas: Claudio Cabrera, Alfredo Berti y Sebastián Battaglia. Y tenistas: Gustavo Kuerten, David Nalbandian, Alberto Mancini. Por físicos que ya no son los mismos y también por desgaste y hastío.
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