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De padres a hijos: el talento está, pero los chicos lo aplican en otros deportes
El Burruchaga tenista, el Retegui futbolista y el Frana rugbier: adolescentes que se dedicaron a otra cosa... y a los que les va bien
Llevan el talento en los genes, pero hacen su propio camino. Son hijos de deportistas argentinos destacados y siguen los pasos de sus padres, pero lo hacen en otras disciplinas. En adelante, Burruchaga no es solamente fútbol, Retegui no se limita al hockey y Frana va más allá del tenis. A continuación, orígenes, presentes y sueños de chicos que llevan un apellido de peso en el deporte pero que quieren trascender por sí mismos.
Román Burruchaga, campeón mundial como papá y promesa
Jorge Burruchaga anotó el 3-2 ante Alemania que elevó a la Argentina a lo más alto en el Mundial México 86. En un país que ama las comparaciones, algunos sostienen que la diferencia entre Messi y Maradona es Burruchaga. Y no falta la cargada en la sobremesa familiar de una casa que habitan dos campeones del mundo: su hijo Román , de 15 años, se consagró en el Mundial ITF Sub 14 de 2016 y es considerado una de las promesas del tenis nacional.
“Siempre me carga. Y yo le respondo con que ganó la copa de leche“, cuenta Jorge desde Punta del Este, de vacaciones en familia, coordinador del seleccionado nacional, luego de dirigir a nueve equipos en el fútbol argentino. Sus dos hijos ya volvieron a Buenos Aires para la pretemporada. Mauro, el mayor, de 19 años, está desde el 2 de enero con la reserva de River, y Román practica con Marcelo Miguez, un amigo de la familia que es su entrenador desde los 7 años.
Como su hermano, Román empezó en la escuelita de River, pero le gustaba el tenis y su padre le veía facilidad con la raqueta. A los 12 años Román dejó de jugar al fúbol en el club millonario para competir en otro tipo de canchas. Hoy ocupa el puesto 150° del ranking ITF de los juniors, es el argentino más joven en esa franja y el segundo en el mundo. El 23 de enero cumplirá 16 años.
Aquel campeonato mundial sub 14 en República Checa, donde Román se consagró con Santiago de la Fuente y Gabriel Mamaní, fue un shock de entusiasmo para el tenis argentino, que no ganaba ese torneo desde 1996, vía Guillermo Coria y David Nalbandian. Jorge cree que ese certamen tuvo una influencia especial en su hijo menor: “A partir de entonces fue cambiando en su preparación y trabajó de otra manera”. Román recuerda la foto con sus padres, que lo acompañaron en Prostejov: “Gracias a ellos estoy haciendo esto”, subraya el adolescente.
Román juega un tenis agresivo. Exhibe golpes sólidos desde el fondo de la cancha y tiene un revés de dos manos que se destaca por potencia y facilidad para generar ángulos. “Tengo que mejorar mis golpes, sobre todo la volea. También el físico y la actitud”, admite Burruchaga, que sueña con jugar el Abierto de Estados Unidos y admira a Novak Djokovic. “Es más caradura que yo y le gusta asumir riesgos”, describe Jorge a su hijo.
El 15 de febrero será el comienzo de la temporada para el Burruchaga tenista, que hará una gira intensa por Brasil y Paraguay para sumar puntos que le permitan ascender en el ranking y, quizás, acceder a un torneo de Grand Slam junior; también jugará el Sudamericano, que clasifica para el Mundial. Su norte es claro: ser tenista profesional. Jorge ya no podrá seguirlo a todos lados, pero no faltará su mensaje de aliento: “Es una carrera compleja y distinta a la del fútbol. Sin dudas, tiene ese fuego, el apetito de llegar”.
Mateo Retegui, el 9 talentoso que sorprendió a Guillermo
El calendario marcaba el 1 de diciembre. El mismo día en que operaban a Darío Benedetto y Walter Bou se daba de baja de la convocatoria por una lesión, Guillermo Barros Schelotto concentraba a Mateo Retegui , que 12 días antes había debutado en la reserva de Boca. El mellizo tenía visto al delantero de 18 años de un partido con la primera y lo probó en un amistoso de los suplentes contra Ferro: Retegui hizo dos goles. Terminó 2017 ocupando el banco frente a Arsenal y Estudiantes. Un mes de ensueño para el hijo de Carlos Retegui , el arquitecto detrás del inolvidable oro olímpico del seleccionado masculino de hockey en los Juegos Río de Janeiro 2016.
Chapa Retegui, que ganó varios títulos como entrenador de las Leonas, fue un histórico mediocampista del equipo nacional de varones, en el que participó tres veces en Juegos Olímpicos. “Soy futbolero de alma. Quiero que Mateo sea feliz, y a él lo hace feliz jugar al fútbol en Boca. Estamos orgullosos de lo que está pasándole y agradecidos por cómo lo arroparon sus compañeros y el cuerpo técnico”, dice Carlos para LA NACION.
La historia de Mateo es tan interesante como única. Jugó al hockey en San Fernando y en el seleccionado juvenil, en el que llegó a ser dirigido por su papá, pero su pasión era el fútbol. Dejó River para jugar al hockey y tiempo después empezó unas pruebas en la sexta división de Boca. Al mismo tiempo se preparaba con los Leoncitos para el Mundial Sub 21, hasta que en abril de 2016 tomó la decisión de jugar al futbol. “Lo tiene en la sangre”, asegura su padre.
Chapa es hincha de River, pero no escatima elogios cuando habla de Boca y el trato que tuvo el club para con su hijo: “Lo entrenaron tipos como Guillermo, Gustavo y el Flaco [Rolando Schiavi], que escribieron la historia de Boca con su nombre. Está en uno de los clubes más grandes del mundo y tiene que retribuir con trabajo, compromiso, educación y cuidado. Me da tranquilidad que esté en ese camino”. En el club destacan de Mateo su presencia en el área, cómo maneja el cuerpo y su buen remate. “Es un chico que entiende el juego”, agrega su papá.
Flaco y alto (mide 1,88 metros), Retegui está de pretemporada con la reserva, que dirige Schiavi. Las llegadas de Carlos Tevez y Ramón “Wanchope” Ábila llenaron las vacantes en la delantera; nada nuevo en el mundo Boca, donde hay que ser paciente y estar preparado para cuando llegue la oportunidad. “No le da bola al apellido. Eso tiene que ver con la personalidad, y a mí me pone contento. Me dice: «No soy Chapa. Soy Mate»”, afirma su padre. Será en adelante Mate Retegui, entonces.
Lucas Frana, revelación de la URBA
Cada vez que Lucas Frana llegaba a su casa, se aseguraba de esconder bien los raspones y magullones de los ojos de su padre, que no quería saber nada con verlo jugar al rugby. Su padre es Javier Frana , extenista profesional cuya voz resulta familiar por ser comentarista de la cadena televisiva ESPN. Lucas se entrenaba y competía para seguir sus pasos, pero algo no funcionaba. “Iba a dedicarme al tenis y empecé a jugar en Alumni a escondidas”, recuerda. Tenía 12 años cuando la cabeza le dijo “basta”, y decidió hablar del tema con su papá, que lo apoyó en su decisión.
Ocho años después de colgar la raqueta, Lucas Frana fue distinguido como la revelación del torneo de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA). En su temporada de debut en la primera, el apertura condujo al Alumni finalista del Top 12 (cayó contra Hindú) y terminó como máximo goleador del certamen, con 251 puntos. Hasta fue uno de los elegidos por la revista Gente para su famosa tapa de los personajes del año.
Así como la mente le hizo colgar la raqueta, Lucas cree que el tenis terminó siendo un aliado para su juego: “Soy muy frío, pero eso puede ser también una virtud porque, cuando las cosas se ponen complicadas, juego lo más racionalmente posible”. Javier destaca ese rasgo de su personalidad: “Más allá de que tenía habilidad específica para el tenis, siempre tuvo facilidad para entender el juego”.
Javier, ganador de la medalla de bronce en dobles masculino en los Juegos Olímpicos Barcelona 1992, revela que su negativa al rugby tenía que ver con un accidente que sufrió Lucas a los cinco años, cuando se fracturó un codo. Un día fue a verlo y se sorprendió por el ambiente de respeto que promueve el deporte. “Disfruto porque él disfruta”, dice Javier, que fue uno de los más emocionados en los playoffs, cuando su hijo acertó el penal que le dio al club de Tortuguitas el pasaje a la final, ante SIC. “Al principio mi viejo le tenía un poco de odio. Hoy me apoya completamente”, se complace Lucas.
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