De los no-toques a los sí-goles

MADRID.- El Barça resumió ayer su existencia en el siglo XXI, la lógica pesada que invita al enemigo a cambiar de vida. Barcelona es hoy un régimen lleno de prebendas hacia los suyos y desconfianza militar a los que llegan al Camp Nou. Si se dan un respiro loco, desordenándose como Valencia, que parecía llegar a una fiesta de fin de año, lo fulminan con siete goles. No se redistribuye la riqueza: cuatro de Suárez y tres de Messi. No se admiten recursos de amparo ni se mira a otro lado cuando alguien reclama piedad. Hoy el Barça es lo que es, con rival o sin rival, y el único consuelo que les queda a sus enemigos es que semejantes fiestas se celebren en febrero. Claro que, ante el tono gris de semanas anteriores, se vislumbra que aún faltan muchas.

Messi hizo un hat trick, el primero tras un pase invisible de Suárez, que marcó cuatro goles. El primer gol de Messi fue un desmenuzamiento del tiki-tiki, expresión funesta de carácter monopólico. Todos los toques, en justicia, terminaron con un no-toque, el dejar correr de Suárez para Leo. A la posesión le siguió, como guinda, la no-posesión: el pase de Suárez, por tanto, no computó como porcentaje: décimas de segundo en las que el Barça no tuvo el balón, milimessis que el 10 aprovechó para quedarse solo y tomar un té delante del portero. Lo batió.

Volvería a hacerlo dos veces más, una de ellas como consecuencia del despropósito del Valencia, que intentó sacar el balón del área pasándosela como delfines en el acuario (los delfines con más destreza, bien es verdad). En otra, el astro les hizo una sentadilla a dos defensas que funcionó como mural y, además, explicó el partido a modo de crónica: unos rivales derretidos como mantequilla al paso.

Escritor y periodista español

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